OCT. 25 2020 PANORAMIKA Difuminar IKER FIDALGO ALDAY El arte contemporáneo está acostumbrado a la ruptura de los límites. El constante cuestionamiento de la creación artística es lo que, en gran medida, ha propiciado la evolución de la propia práctica. Disciplinas como la fotografía, o más adelante la ilustración y el diseño, que siempre se entendieron como artes menores, fueron encontrando su propio sitio a medida que las barreras de la alta cultura se diluyeron. Por su parte, el arte no pertenece solo a sí mismo. Su capacidad narrativa y sus propuestas plásticas han convivido y se han fusionado con los elementos de la publicidad y del consumo. El acercamiento a la cultura popular y a la cotidianeidad propició unos resultados que diversificaron los tipos de públicos y las miradas a las que dirigirse. A su vez, las diferentes revoluciones tecnológicas y popularización de herramientas de producción de imagen desbrozaron nuevos caminos hoy totalmente aceptados. La explosión digital abrió todas las compuertas para la sobreproducción de contenido pero también hacia un mundo capaz de devorar cantidades ingentes de creación visual. A día de hoy, vivimos una mixtura sin precedentes. Las líneas que delimitan el arte están prácticamente borradas y esta quizás sea una de sus mejores cualidades. Aunque en ocasiones sintamos vértigo ante ello. Frank Shepard Fairey (EEUU, 1970), más conocido como OBEY, es un artista urbano estadounidense perteneciente a una generación que se popularizó a finales del siglo XX, adquiriendo un alto grado de visibilidad mundial. Sus famosas pegatinas con la mirada triste del luchador y actor André El Gigante son hoy impresas en camisetas, gorras, sudaderas o tablas de skate. Su producción visual, fuertemente arraigada a la cultura popular, creó un estilo propio que lo ha elevado a ser tanto un artista de renombre como una marca comercial. La campaña presidencial de Obama del año 2008 contó con un cartel de Shepard que fue distribuido de forma no oficial (pero si consentida) por parte del propio equipo del candidato. Las obras están creadas desde una estética muy cercana al cartelismo ruso y a la gráfica del cómic y en la mayoría de las ocasiones cuentan con un contenido político claro. OBEY representa el paradigma habitual del debate entre arte político y consumo. Un artista que pertenece al lenguaje del espacio público y la invisibilidad y que acaba por crear una marca de ropa y participando del mercado del arte. Ambos mundos que parecen ser opuestos, encuentran un lugar común y juegan por un lado a la esterilización de lo político en favor de una moda y por otro, a insertar la subversión desde lo más profundo del sistema. Todas estas reflexiones aparecen de manera implícita cuando visitamos la exposición “30 years of resistance” en la galería Spacejunk de Baiona. Inaugurada el pasado 11 de septiembre y hasta el 7 de noviembre, nos permite realizar un recorrido por una selección de piezas desde 1989 en la que podemos ver la evolución de su trabajo. Una gran oportunidad de acercarnos a uno de los referentes más importantes del arte urbano de las últimas décadas. Antoni Arissa (Barcelona, 1900 - 1980) es el protagonista de la exposición de la Sala Fundación Vital frente a la Plaza de los Fueros en Gasteiz. “Arissa. La sombra y el fotógrafo 1922-1936” estará disponible hasta el 29 de noviembre y ha sido programada en colaboración con la Fundación Telefónica. Tres bloques marcan el recorrido de la muestra que cuenta con más de 150 piezas que abarcan desde la corriente pictorialista hasta la fotografía moderna. El legado de Arissa no es solo un paseo por su trayectoria, sino un acercamiento a la evolución de la propia disciplina.