7K - zazpika astekaria
PSICOLOGÍA

El tiempo del chivo


Estas fechas son fechas de encuentro. Raras, muy raras este año, pero fechas de encuentro en todo caso. La incomodidad de las restricciones impuestas desde el exterior o a sí mismo, nos va a tener en guardia, nos va a desafiar y tensar. Afrontaremos dicho encuentro quizá después de unos meses sin vernos, o quizá lo tengamos a distancia con la dificultad subsiguiente. Nos acercaremos unos a otros con un montón de expectativas y necesidades pendientes de cubrir, que tendrán que convivir forzosamente con las frustraciones, y todo ello sucederá mientras tratamos de imprimir el mayor grado de naturalidad del que seamos capaces. El resultado será cierta tensión en el ambiente, como decíamos, que habrá que gestionar, ya que habrá más tensión interna también en cada persona.

En otros años los encuentros navideños siempre han estado potencialmente teñidos por los asuntos pendientes entre los miembros de la familia, los roles que se adoptan –deseados o no– y cómo manejarnos con ellos o las ausencias; y este año todo ello va a seguir activo. Las personas, por lo general, añoramos tener encuentros plenos, incluso aunque los descartemos con tal o cual persona, con otros sabemos que podremos disfrutar de una comprensión sincera, una complicidad que acoge o una similitud que calma; y, cuando ese contacto pleno no es posible o incluso será bastante ramplón, cuando llegamos a la conclusión de que en tal o cual reunión vamos a estar incómodos, insatisfechos o poco tenidos en cuenta, cada persona adopta una postura defensiva que le permita pasar el mal trago de la mejor manera posible.

De nuevo, estos desencuentros tienen un desarrollo predecible en cada familia en situaciones normales (sabemos quién va a saltar cuando se hable de según qué, cómo va a reaccionar tal persona si tal otra viene o no...) y cada familia encuentra la manera de equilibrar y mitigar el desencuentro para que no escale y se convierta en conflicto abierto con potencial de ruptura –y a veces se consigue y otras no–.

Sin embargo, este año, todo este jaleo estará sumergido en un ambiente de cierta carencia y restricción generalizada, es decir, estaremos todos sometidos a un estrés ambiental que tiene el potencial de ejercer presión sobre los puntos débiles de las relaciones, en los que experimentamos la vulnerabilidad en estas fechas. Y es importante recordarlo más allá de lo evidente del uso de mascarillas o geles, de distancias y recuentos en la mesa; es importante recordar que todos estaremos más cansados, más irritables, menos tolerantes que de costumbre, más gastados de aguantar lo que no queremos. Precisamente en esas situaciones nos giramos hacia los más cercanos, en un intento instintivo de buscar refugio, de hacer impacto, de que nos resuelvan nuestras incomodidades, en particular cuando nadie más puede.

Este tiempo es un tiempo propicio para pedir cuentas a quien nada puede hacer, y en particular a quien más uno quiere. Parejas que se muestran hoscas, madres e hijos que no pasan una, abuelos que se deprimen un poco más, primos que beben más que otros años... Todas esas escenas contendrán parte de lo que no se ha resuelto antes, pero también contendrán la frustración que es de todos y de la que tendremos que cuidar entre todos.

Reconozcamos pues con lo que no hemos podido este año, seamos clementes con nosotros mismos y con quien tenemos al lado. Sí, serán las personas probablemente más sensibles a nosotros, y viceversa, y estaremos todos hartos, así que la piel estará más fina que en otros momentos. Quizá en estos no haga falta soltar por la boca todo lo que a uno le pasa por la cabeza como si fuera una espita de gas a presión, en particular, soltarlo sobre quien, como nosotros, está igual de frágil. Este es un tiempo de chivos expiatorios como nos descuidemos.