Dakar Fashion Week, moda entre baobabs
Hartos del coronavirus, las grandes firmas presentan sus colecciones como pueden. Chanel se fue al Castillo de Chenonceau, en el Loira, para hacerla on line y a puerta cerrada, mientras Yves Saint Laurent cambió la sofisticada pasarela frente a la Torre Eiffel por las dunas de un desierto cuya localización no fue revelada. La Semana de la Moda de Dakar no tuvo que salir de casa para reivindicar, desde sus longevos baobabs, una moda sostenible y hecha en casa. El mensaje es imprescindible para una industria muy contaminante. Además, el ritmo al que se compra y se desecha la ropa es bestial.
La Dakar Fashion Week (DFW), que debía haberse celebrado del 10 al 14 de junio en la capital senegalesa y se aplazó por el covid-19, finalmente se llevó acabo los días 12 y 13 del recién finalizado diciembre. Lo tuvo complicado de nuevo porque precisamente ese día se decretaron nuevas restricciones en el país con el objetivo de frenar la progresión de la pandemia. Esta Semana de cuatro días, que tuvo que limitarse a dos, ideada por Adama Ndiaye –también conocida como Adama Paris– trata de impulsar el trabajo de los diseñadores senegaleses y otros creadores africanos a la escena internacional.
El desfile, que habitualmente congrega a cerca de mil personas, se vio limitado a 150 espectadores que tuvieron el privilegio de seguirlo en un lugar excepcional. En Nguekhokh, a 60 kilómetros de Dakar y cumpliendo con el requisito de realizarse al aire libre, la pasarela se instaló en un bosque de baobabs, con las modelos saliendo junto a los troncos de esos árboles centenarios, incluso milenarios, y convirtiendo el evento en una reivindicación de la sostenibilidad en el caprichoso y complicado mundo de la moda cuya industria es muy contaminante.
Bajo el lema «La sostenibilidad está de moda», se apuesta por la responsabilidad ambiental y, siguiendo esa línea, se pudieron apreciar diseños de la propia Adama Ndiaye, Bobo by Sag, Zazada, So fatoo, Ghada, Lahad Gueye, Versailles, Parfait Ikouba, Rama Diaw, Ramatoulaye Diop, Mame Faye Gueye… hasta dieciséis creadores cuyas colecciones, tanto las de pasarela como las vendidas en tiendas, se han hecho a mano y en África, en lugar de producirse en fábricas al por mayor. «Se hace aquí y no en grandes cantidades. Estuvimos muy avergonzados de eso durante años, pero ahora estamos orgullosos de ello. Esto es un lujo», apuntó la responsable de la DFW.
Eternas contradicciones. No obstante, la mayoría de la tela utilizada en la Semana de la Moda de Dakar de este año, aunque se ensambló en África, fue importada del extranjero. Incluso las telas de cera se fabrican en China y Europa. Ndiaye admite que las colecciones no son 100% senegalesas porque todo no lo pueden hacer dentro de sus fronteras, pero sí tomar la iniciativa en ciertas cosas. La diseñadora asume las contradicciones como, por ejemplo, la presencia por todos lados del logotipo de agua embotellada Kirene y sus botellas de plástico, firma patrocinadora del evento, y cuyos desechos inundan las calles y la costa del lugar. «Para que yo pueda siquiera hablar de sostenibilidad tengo que tener apoyo, porque todo esto cuesta dinero», sostiene mientras recuerda que la compañía se comprometió a crear un programa de reciclaje que falta hace.