Iñaki ZARATIEGI
80º aniversario de Aretha Franklin, reina del soul

La voz de la américa desgarrada

Infancia traumática, doble maternidad adolescente, estrella mundial, maltrato y alcohol, emblema social. Lo relata la biografía no oficial «Apología y martirologio de la reina del soul» de Aretha Franklin, que hubiera cumplido 80 años en marzo. En verano saldrá una caja de cuatro CDs y se estrenará la película «Respect». Dejó una intensa existencia y un mar de canciones. Es una referencia cultural universal.

El trumpismo es un macro espejo de las sangrantes contradicciones de los Estados Unidos de América. Una respuesta ciega y manipulada a una realidad particularmente desigual y contradictora. Y si hay un escenario mediático “usamericano” que aglutine contradicciones, debe ser el hollywoodizado mundo del star system, del dolarizado sueño yanqui asentado en los pies de barro de la tragedia personal.

Que se lo pregunten en el más allá a Aretha Louise Franklin (Memphis 1942-Detroit 2018), cuya particular existencia como estrella del góspel-soul sigue influyendo en el mundo cultural. Tras su muerte se estrenó el documental “Amazing Grace”, que Sydney Pollack filmó en 1972 y permanecía inédito por problemas técnicos. Para el próximo julio hay preparada la caja “Aretha” de cuatro CDs con 81 canciones y se anuncia también para el verano la película “Respect”, de la directora sudafricana Liesl Tommy, con la actriz y cantante Jennifer Hudson.

La novedad reciente ha sido la edición en castellano de la biografía no oficial “Respect: The Life of Aretha Franklin”, presentada como “Apología y martirologio de la reina del soul. Del escriba de sus memorias, la biografía desautorizada”.

El tal escriba es su biógrafo oficial David Ritz y la editorial madrileña Libros del Kultrum explica que el autor «ofrece el muy necesario contrapunto» a las memorias oficiales “Aretha: From These Roots” (1999) y del propio Ritz e inéditas en castellano. Sería «la biografía definitiva de una de las más excelsas y atormentadas voces de la música sacra y popular de la cultura estadounidense… tribulaciones, aciertos, disfunciones, iluminaciones, ambiciones y despropósitos que jalonaron la azarosa existencia de la Reina del Soul».

Sobre estas líneas, Aretha Franklin cantando en la década de los años sesenta. Fotografía: Jan Persson

 

Familia desestructurada. Fue Aretha la tercera de los cuatro hijos de la vocalista góspel Barbara Sigman y del también cantante y notable predicador Clarence LeVaughn Franklin, cercano a Martin Luther King y que atrajo a sus shows religioso-musicales a grandes músicos como Duke Ellington, Ella Fitzgerald, Nat King Cole, Billy Eckstine o Dinah Washington.

Oficiaba de piadoso, pero llevaba una desenfrenada vida mujeriega y fue padre de la también cantante Carolyn con una niña-madre de doce años. Barbara abandonó el hogar y murió pronto de un ataque cardíaco. Aretha tenía 6 años cuando la madre se fue de casa y 10 cuando falleció. La crió, como a sus hermanas, la abuela Rachel y una tía.

Su voz, autodidacta y con facilidad innata para reciclar canciones al piano, destacaba en aquel ambiente cantor. Trabajó sus habilidades en la iglesia con su padre y con 12 años empezó a salir de gira con él. Siguiendo también la lógica familiar fue madre precoz: Clarence, a los 12 años, con su compañero de escuela Donald Burk, y Edward, con 14, con Edward Jordan. Se llegó a pensar que el primero era hijo de su propio padre, al que se acusó de organizar orgías en la iglesia. Eran los cínicos tiempos del góspel de los años 50, definidos por un Ray Charles que los vivió de cerca como «el circo del sexo».

Abuela y tía cuidaron también de los bisnietos mientras el padre cambiaba de parejas, incluidas las notables vocalistas Mahalia Jackson y Clara Ward. Esta última fue como una segunda madre y una gran influencia para la joven principiante. Aretha tendría un tercer hijo (Theodore) con su mánager Ted White. La también notable cantante Etta James (que sufrió maltrato al igual que Tina Turner y otras populares artistas) denunció que «White era uno de los proxenetas más elegantes de Detroit. Formaba parte de la industria musical. Nos pagaban y nos protegían. También nos pegaban. Éramos unas chiquillas con ganas de triunfar a cualquier precio y buscábamos hombres que nos consiguieran lo que quisiéramos». El cuarto vástago de Aretha sería Kecalf, con su road manager Ken Cunningham.

Su multioctava voz destacaba inmaculada y en plena explosión del negocio soul de los años 60 encontró el perfecto trampolín popular y comercial para la dulce fuerza de su registro. A los 14 años grabó su primer single en la discográfica JVB/Battle Records que editaba las obras de su padre. En 1960 viajó a Nueva York para tomar clases de técnica vocal y fichó por la influyente Columbia Records.

Un año más tarde se casó con White, quien supuestamente la habría introducido en los hábitos del alcohol y la marihuana, pero también en el éxito. En pleno apogeo de la música negra, AF impactó con su primer LP oficial de 1967 “I Never Loved a Man” y fue acumulando una lista de hermosas canciones, hoy ya clásicas: “Respect”, “Chain of Fools”, “I Say a Little Prayer”, “Think”, “(You Make Me Feel Like) a Natural Woman”, “Baby I Love You”… en LPs como “Lady Soul” o “Young, Gifted and Black”. Se separó de White en 1968 acusándole de malos tratos y sobre el que cayó una orden de alejamiento.

 

La cara oculta de la luna soul. El neoyorquino Ritz, biógrafo de Etta James, Marvin Gaye, B.B. King, Ray Charles, Smokey Robinson, Neville Brothers, el productor de la propia Aretha, Jerry Wexler y otros, supo siempre que la “Queen of Soul” (a quien persiguió durante diez años para que aceptara la autobiografía) no se abrió a fondo al relatar su historia personal. Se lo había avisado, por ejemplo, el notable cantante góspel y amigo de la diva, James Cleveland: «La conozco, y la colega no suelta prenda. Jamás». Y así fue: «Apenas le arañé la coraza», reconoció el experto.

Así que la reescribió bajo ese título de “Respect”, canción más conocida de Aretha, mostrando “respeto” a la biografiada a pesar de airear su cara B.

Para la protagonista fue «auténtica basura… Un libro de pacotilla lleno de mentiras. El autor está lleno de rencor porque quité afirmaciones delirantes que tuvo el descaro de tratar de poner en el libro que escribí 15 años atrás. Ha cargado con su odio desde entonces». Ritz explicó: «Tuvimos una monumental pelea en 2013 cuando decidí sacar la biografía y tras su publicación no volvimos a hablar».

En el libro oficial la cantante había ocultado su lado más personal para ofrecer la cara amable del éxito. Pero Ritz sabía que las dificultades y dudas de los comienzos, los desamores e infidelidades, la presión asfixiante de la industria, la soledad y las adicciones eran la cara oculta de aquella luna del firmamento soul. Y consiguió colaboración de parte de la familia que le proporcionó «información de valor incalculable».

«Era guapa, ligona y poseía una voz que encandilaba a todo el mundo. Especialmente a los hombres», escribió el biógrafo, quien extrajo de esas fuentes cercanas información que certificaría la seria dependencia del alcohol, un ansioso tabaquismo (tres cajetillas diarias) o un desarreglo alimentario, engordando y adelgazando exageradamente. Ella bromearía con que llevaba una dieta de «sobres dietéticos y hombres jóvenes».

Se casaría en 1978 con el actor Glynn Turman y se divorció en 1984. No volvió a casarse, aunque tuvo varias parejas, la más oficial con el bombero Willie Wilkerson, con quien canceló la boda en dos ocasiones por presiones de sus hijos. Vista la experiencia con su marido-mánager, prefirió que los negocios los gestionara su propio hermano Cecil. Se decía que su desconfianza la obligaba a salir a escena con su bolso, en el que guardaba el dinero para pagar al equipo tras los conciertos. Tildada de rácana, acumuló deudas laborales y con el fisco. Si la ausencia materna fue su gran vacío desde niña, perdería cruelmente a su padre, tiroteado en 1979 en un robo en su casa y quien permaneció en coma hasta 1984.

Aretha Franklin ocupó al menos en dos ocasiones la portada de la revista «Time».

 

Competencia en el firmamento. Nadie discutía su habilidad vocal estirando las notas de las estrofas y versionando personalmente temas de moda. Eran los tiempos de bellas voces negras femeninas (Dionne Warwick, Tina Turner, Fontella Bass, Tammy Terrell, Gladys Knight, la saga Supremes-Vandellas-Marvelettes…), del llamado sonido Motown de Four Tops o Temptations y el soul de Ray Charles, Stevie Wonder, Marvin Gaye, Wilson Pickett y una pléyade de artistas morenos.

Con los pies en la raíz góspel y en cabeza de aquel terremoto, Franklin abrió su abanico estilístico a las otras variantes de la música negra («adoraba el blues, pero no quería ser percibida como una figura trágica de ese género, no le gustaba la imagen de mujer maltratada», escribió su biógrafo), y convertida en estrella mayor del negocio, versionó temas pop y aceleró a veces sus ritmos hacia el funk-rock.

Insegura y débil en su yo oculto, necesitó ser muy competitiva, en especial con colegas mujeres como Roberta Flack, Dionne Warwick, Donna Summer o más tarde Whitney Houston. Natalie Cole, hija de Nat King Cole, cortó en 1976 su racha de ocho años de victorias en los premios Grammy y recordó el encuentro con la estrella mayor: «La vi por primera vez en un banquete de la industria. Me lanzó una mirada muy fría y me dio la espalda. Tardé tiempo en superarlo».

Bregó por un status para todo tipo de públicos, al estilo Barbra Streisand, y se dio de codazos hasta en el seno familiar boicoteando las carreras de sus hermanas Erma y Carolyn. La primera, que murió en 2002, subrayó: «Aretha siempre ha tenido problemas con sus contemporáneos femeninos. Su fantasía es eliminar la competencia, que todos desaparecen y ella se queda como única cantante».

La biografía de Ritz busca un equilibrio entre la estrella deslumbrante y su debilidad interior frente a familia, parejas, colegas de oficio, industria y hasta la prensa como cuando la revista “Time” la sacó en portada en 1968, pero mostrando su caos de mujer abusada «que duerme hasta la tarde, se levanta y se queda embobada viendo la tele y picoteando comida de forma compulsiva».

Flaquezas humanas de una de las voces más bellas de la música universal, mientras otras fuentes subrayan también su generosidad y amor. O su supuesto compromiso social, sobre todo por el eco de la emblemática “Respect”. Grabada en 1965 por el mito soul Otis Redding, Aretha y el productor Jerry Wexler variaron algo el texto y la editaron en 1976. Fue su mayor éxito.

Que una mujer pidiera respeto era entonces una reivindicación radical y ella declaró: «No suelo practicar la política o el comentario social en mi música. Pero el hecho de que “Respect” se haya convertido con naturalidad en un grito de batalla e himno para una nación me muestra algo».

Los movimientos por los derechos civiles o de las mujeres la habían adoptado como emblema. Aretha apoyó eventos como Operation Push del Reverendo Jesse Jackson, junto a la viuda de Malcom X Betty Shabazz, en pro de la justicia social.

Póster de la caja de 4 CDs que se editará el próximo mes de julio.

 

Convertir el dolor en belleza. Se abrió a múltiples versiones de temas rock y pop, pero perdió fuerza creativa y pública en su complicada década de los 70. En los 80 se recuperó a través del sello Arista y discos como “Aretha”, “Love All the Hurt Away”, “Jump to It”, “Who's Zoomin' Who” o la obra de duetos “Through the Storm”. Con un aún mayor abanico estilístico y comercial, participó en la popular película “The Blues Brothers”, de John Landis. En los 90 fue parte principal del espectáculo “Divas Live” y demostró registro clásico cantando la ópera “Nessum dorma” de Puccini en sustitución de Luciano Pavarotti. El disco “A Rose Is Still a Rose” la introdujo a sonidos más contemporáneos cercanos al hip-hop.

Con sus tres hermanos fallecidos de cáncer, un tumor de páncreas, diagnosticado en 2010, laceró su última década de vida con varias operaciones. Su balance artístico y de popularidad resta gigantesco: unos 100 discos sencillos, unos 50 LPs y millones de discos vendidos, presididos por “Amazing Grace”, LP más exitoso de la historia del góspel. Ganó 18 premios Grammy y en 1987 fue la primera mujer en entrar en el Rock and Roll Hall of Fame. La revista “Rolling Stone” la consideró cantante número uno. Dejó un legado de más de 75 millones de dólares y en lo artístico-afectivo su herencia más entrañable parece la nieta Victorie Franklin, cantante y pianista de 21 años a quien acompañó en su debut público en 2008.

Cantó en el funeral de Martin Luther King y en la toma de posesión de tres presidentes demócratas (Carter, Clinton, Obama). Este último dijo tras su muerte: «Ayudó a definir la experiencia estadounidense. En su voz podíamos sentir nuestra historia, nuestro poder y nuestro dolor, nuestra oscuridad y nuestra luz, nuestra búsqueda de la redención y nuestro respeto ganado con tanto esfuerzo… Nos ayudó a sentirnos más conectados, más esperanzados, más humanos. Y a veces nos ayudaba a olvidarnos de todo lo demás y bailar».

Su hermana Erma contó que, tras morir la madre, Aretha se encerró durante días en silencio en su cuarto. Creyó que no sería capaz de cantar en público, pero volvió a la iglesia interpretando “Jesus Be a Fence” y «convirtió su dolor en una belleza intensa». Una vivencia que fue quizás la clave de su existencia como subraya su biógrafo: «los momentos más traumáticos de su vida producirían su música más emotiva». Su productor Jerry Wexler dijo: «sus ojos son increíbles, luminosos, ocultan un dolor indescriptible. Sus depresiones podrían ser tan profundas como el mar oscuro. No pretendo conocer las fuentes de su angustia, pero la angustia está tan presente en su vida como la gloria en su aura musical». James Cleveland bromeó: «era capaz de emocionar a la gente hasta cantando las páginas amarillas».

Y la propia Aretha se sinceró en alguna ocasión: «tratar de crecer duele. Cometes errores, intentas aprender de ellos, y cuando no lo consigues, duele aún más. Voy a hacer un góspel histórico y decirle a Jesús que no puedo soportar esta carga sola».