MAR. 28 2021 La carrera ciclista llega a su 60ª edición Euskal Herriko Itzulia: etapas de diez horas, un plato de alubias y olor a marihuana Euskal Herriko Itzulia disputará del 5 al 10 de abril su edición número 60. Tras estrenarse hace casi un siglo (1924), el alzamiento franquista de 1936 y la posterior maltrecha economía hicieron que la prueba desapareciese durante casi tres décadas. La historia de la carrera deja para el recuerdo grandes nombres, historias, frases y la proyección de la afición vasca como una de las más entregadas al esfuerzo del ciclista. Fotografía: Gotzon Aranburu | Foku Aitor Agirrezabal Euskal Herriko Itzulia nació en 1924 bajo el nombre de Gran Premio Excelsior. Al igual que muchas de las grandes competiciones deportivas de la época, lo hizo de la mano de un periódico, la publicación deportiva “Excelsior”, que con ello imitaba lo que habían puesto en marcha el Tour (“L’Auto”) y el Giro (“Gazzetta dello Sport”) para aumentar la tirada. Lo hizo bajo la dirección de Jacinto Miquelarena (director del periódico) y el conde de Vilallonga (expresidente del Athletic). El precursor de la prueba compuso un potente comité organizador, en el que estaban integradas las más relevantes personalidades vizcainas del deporte de la época. Sin duda, lo más complicado fue atraer a ciclistas de primer nivel, que hasta entonces apenas habían disputado carreras en Euskal Herria. El Tour había llegado en varias ocasiones hasta Baiona, pero la Vuelta ni siquiera existía por aquel entonces (nació en 1935). A pesar de ello, y gracias a las ayudas económicas de diputaciones y ayuntamientos, la nómina de participantes en su primera edición fue de primer nivel, con los ciclistas del Automoto y su filial Christophe, que tenían por entonces en sus filas a los mejores corredores franceses del momento. Entre ellos estaban los hermanos Pelissier, Henri y Francis, Victor Fontan, Jean Brunier, Henri Colle o Charles Lacquehay. La nómina de foráneos se completaba con Simon Tequi, de France Sport, que se apuntó a última hora y se hizo muy célebre por no quitarse nunca la txapela con la que competía. Entre los locales estaban Segundo Barruetabeña, Lucas Jauregi y José Luis Miner. Los hermanos Pelissier coparon los dos primeros puestos y se llevaron el premio de 2.000 pesetas. Sin embargo, a la casa Automoto le salió bastante cara la Vuelta a pesar o debido a sus victorias: «Como era normal entonces en los equipos galos, la casa les doblaba los premios, por lo que tuvo que poner 6.785 pesetas para sus corredores. ¡Un dineral!», cuenta Javier Bodegas, una auténtica enciclopedia cuando hablamos de Itzulia. En aquellos años se sellaron las primeras gestas. La carrera repetía el recorrido en sus primeras ediciones y ya visitaba los siete territorios de Euskal Herria. Entre las etapas, destacaba la que unía Iruñea y Donostia, no sin antes dar un buen rodeo. La etapa salía de la capital navarra y buscaba el alto de Ibañeta para bajar a Donibane Garazi, subir Ozkix hasta llegar a Maule y, desde allí, por Hazparne y Baiona, alcanzar la meta de Donostia para un total de 270 kilómetros. En 1925, la victoria de esta etapa fue para el valón Felix Sellier tras 10 horas y 42 minutos. No ha habido y se puede asegurar que no habrá una etapa de mayor duración en esta carrera. Arriba, a la izquierda, Cañardo, Zubero, Gabika y Bartali, en el arranque de la edición de 1969. Al lado, en Markeskua en 1970. A la derecha, Txomin Perurena, vencedor de la sexta etapa de la prueba en 1969 en Oñati. Fotografía: Euskal Herriko Itzulia Un navarro, ganador en 1930. En el palmarés de la prueba destacan las victorias de numerosos vencedores del Tour, como Nicolas Frantz, Maurice Dewaele, Gino Bartali, Jacques Anquetil, Luis Ocaña, Stephen Roche y Alberto Contador, vencedores de la Vuelta como Giovanni Battaglin, Sean Kelly, Toni Rominger, Alex Zülle, Laurent Jalabert, Denis Menchov y Alejandro Valverde y del Giro como Danilo Di Luca y Nairo Quintana, pero también destacan un puñado de ciclistas vascos. Desde el navarro Mariano Cañardo en 1930, pasando por Luis Pedro Santamarina (1970), Miguel Mari Lasa (1974), Julián Gorospe (1983 y 1990), Peio Ruiz Cabestany (1985), Aitor Osa (2002), Iban Mayo (2003) y el vigente ganador, Ion Izagirre (2019). La primera victoria vasca la cosechó el vecino de Erriberri Mariano Cañardo en 1930. Según apuntan las crónicas de la época, la última etapa, entre Zarautz y Getxo, arrancó con la clasificación prácticamente decidida a favor de Antonin Magne, doble ganador del Tour y una de las grandes estrellas de la década. Sin embargo, Cañardo, junto a su equipo Styl, convirtió el pelotón en un avispero en la subida a Sollube y el navarro coronó en solitario. «Mariano no rodaba, volaba entre vítores, espoleado por un público que le abría un estrecho corredor hacia la gloria. Tanto grito, tanta carne, tanto hueso, Mariano corría como en un pabellón, un largo pasillo con el cielo por bóveda. Resonaban los jaleos en su oído, casi se podía sentir el eco del momento. Mariano cruzó la meta sita en el velódromo de Ibaiondo con unos cuatro minutos sobre Magne», tal y como recoge el libro “El primer campeón. El mundo que vio Mariano Cañardo”, de Iban Vega. Las jugosas bonificaciones de la época, que aportaban tres minutos de ventaja al ganador de la etapa, hicieron el resto. En 2019, los corredores atraviesan la zona del Sterrato en Gorraitz durante la segunda etapa. Fotografía: Iñigo Uriz | Foku Al año siguiente Cañardo no pudo defender el triunfo, y es que la prueba sufrió su primer parón, causado por dos motivos. En las fechas de la carrera estaban reunidas las Cortes Constituyentes y todo el mundo estaba más pendiente de ello, lo que restaba interés para el organizador, un periódico. Por otra parte, los problemas económicos en el Estado español hacían inviable las ayudas de las instituciones a la carrera. El alzamiento franquista de 1936, la guerra y la crisis económica que le siguió hizo que la prueba no se volviese a disputar hasta 1969. Por el camino, en el año 1952, se creó la Bicicleta Eibarresa. Sin embargo, la contratación de los mejores ciclistas del momento y la propia organización de la carrera suponían unos elevados costes que los organizadores no pudieron hacer frente, por lo que involucraron a empresas e instituciones y en 1969 pasó a llamarse Vuelta al País Vasco-Bicicleta Eibarresa. También la crisis de 2008 puso en jaque la prueba y desde entonces patrocinios públicos y privados han mantenido, año a año, la prueba a flote. A la izquierda, Santamarina gana la edición de 1970. En medio, la ronda vasca en 1972 con un corredor del legendario equipo Kas en primer plano. A la derecha, etapa en Eibar en 1971. Fotografía: Euskal Herriko Itzulia Victoria a base de alubias. Luis Pedro Santamarina (Gallarta, 1942-2017) fue el primer vasco en ganar la carrera, un año después de su retorno en 1969. Y eso que estuvo a punto de no participar. El domingo anterior tomó la salida en la prueba de Zornotza y abandonó. Tras llegar casi a las manos con el director de su equipo, se refugió en casa, en Gallarta, y pasó el mal trago comiendo alubias. La carrera comenzaba el miércoles y el martes su director se acercó hasta su casa y le convenció para que participase. Y el primer día bien que se acordó de los platos de alubias cuando, en mitad de carrera, tuvo que pedir unas tijeras para rajar el culote que le apretaba más de la cuenta. Día a día fue a mejor hasta hacerse con la general y las 100.000 pesetas de premio. El siguiente en hacerse con la victoria fue el oiartzuarra Miguel Mari Lasa, en 1974. «La recuerdo con una enorme alegría», que siempre es «un poco mayor cuando lo consigues delante de los de casa». Y es que antes ya había logrado triunfos parciales. Tres años antes se hizo con tres etapas y un tercer puesto en la general, por detrás de dos grandes del momento: Luis Ocaña y Raymond Poulidor. Tras imponerse en las dos primeras, una caída en la tercera etapa, camino de Iruñea, le alejó de los dos de cabeza. A pesar de ello, rememora con una sonrisa especial su tercer triunfo de etapa, al día siguiente, en la meta de Tolosa. «Por fuerza no les podía superar. Pero estudiaba las carreras, subíamos Errezil por Azpeitia. Sabía que era difícil, pero conocía que en la bajada había un repecho de 500 metros y arranqué allí con Gabino Ereñozaga. Ocaña todo el rato pegado a rueda, pero allí le saqué 20 metros. Bajé como una bala y logré ganar. Luego me dijeron que Ocaña iba gritando ‘ya se matará’. Me sale una sonrisa». Y es que los números de Lasa en la carrera de casa son para enmarcar: 10 participaciones y en 46 de las 60 etapas que disputó se coló entre los 10 primeros. Solo le supera el incombustible italiano Davide Rebellin, que logró 52 top-10 pero en 16 ediciones. «La preparaba con un interés especial y además aprovechaba para la Vuelta, que venía seguido. Eran los dos objetivos». Tampoco se puede hablar de Euskal Herriko Itzulia sin mencionar a uno de los mejores ciclistas vascos de la historia, Txomin Perurena. El también oiartzuarra ostenta, junto al irlandés Sean Kelly, el récord de victorias en la prueba, con un total de once. A la izquierda, Igor Anton, en las rampas de Aia (2008); al lado, Jens Voigt, en 2004, en Lazkao e Iban Mayo se lleva la primera etapa en Legazpi (2003), a la derecha. Fotografía: Andoni Canellada| Foku, Juanan Ruiz | Foku, Juan Carlos Ruiz | Foku Ganar en casa y vestido de naranja. A principios de este milenio, el ciclismo vasco gozaba de muy buena salud. Fueron los mejores años de Joseba Beloki con sus tres podios en el Tour (2000, 2001, 2002) y uno en la Vuelta (2002), Abraham Olano y Unai Osa pisaron el cajón del Giro en 2001 e Igor Astarloa fue campeón del mundo en 2003, entre otros logros destacados. Pero también regresaron los triunfos en casa, ya que Aitor Osa se hizo con Euskal Herriko Itzulia en 2002. Sin embargo, ninguno de todos esos resultados se lograron con la casaca naranja de Euskaltel-Euskadi. En aquellos años comenzaba a estabilizar su camino en la máxima categoría un equipo que durante tres lustros actuó, prácticamente, como una selección vasca de ciclismo que competía en las mejores carreras del mundo. Las victorias de Laiseka en Vuelta y Tour ya habían colocado al equipo en el olimpo del pelotón, con una marea naranja reconocida por todo el mundo ciclista. Sin embargo, faltaba algo. La clasificación general de la vuelta de casa. Bingen Fernández fue cuarto en el año 2000 y José Alberto Martínez, segundo en el 2001. El mismo puesto que cosecharía David Etxeberria, un año más tarde, por detrás de Aitor Osa. Pero la victoria se resistía. En 2003 debutó en la carrera un fino escalador de Igorre: Iban Mayo. Se impuso en la primera etapa, con final en Legazpia y remató la jugada imponiéndose en los dos sectores del último día en Hondarribia. «Son unos recuerdos muy bonitos. Conseguimos ganar la carrera de casa, con un equipo de casa», cuenta Mayo. El exciclista vizcaino recuerda que llegaron a la prueba «motivados» pero no faltos de presión, ya que «la continuidad de Euskaltel estaba en duda y, además, debíamos lograr la invitación para el Tour». La victoria permitió cumplir los dos objetivos. Ion Izagirre celebra con su hija en el podio su triunfo en la última edición. Fotografía: Juan Carlos Ruiz | Foku 16 años de sequía. «Es muy especial» cuenta Izagirre cuando recuerda su triunfo en 2019. «La hemos seguido desde pequeños en las cunetas o por televisión y, una vez que estás dentro del pelotón, andas en tus carreteras de siempre, lo conoces todo, la gente…». Los primeros recuerdos que tiene el pequeño de los hermanos Izagirre son de cuando la carrera pasaba cerca de su Ormaiztegi natal. Ya más adelante, montado en su bicicleta, se desplazaba a ver la prueba y las primeras imágenes que le vienen son las del alemán Jens Voigt, un recolector de etapas en Itzulia, venciendo en la etapa de Lazkao de 2004, que dejó imágenes para el recuerdo tras ser recortada por la nieve. A Voigt le apodaban “El caballero de las carreteras” y contaba con la admiración de toda la afición ciclista. Su forma de entender el ciclismo, buscando victorias a través de fugas en las que no necesitaba un solo relevo, le conectaron con la afición vasca y Euskal Herriko Itzulia. Tanto es así que, además de sus cuatro victorias en la prueba, incluido su primer triunfo profesional en 1998, escribió una carta de despedida en su retirada especialmente dedicada al aficionado vasco. «A lo largo de mis 14 años como ciclista profesional siempre he visto a los aficionados vascos como los fans más apasionados y leales del ciclismo». Ahora, en un mundo comunicativo marcado por las redes sociales, cada vez que una carrera pasa por Euskal Herria, suelen repetirse los mensajes de agradecimiento de los ciclistas. Para el recuerdo, el que dejó en 2013 el excampeón del mundo Philippe Gilbert: «Me gusta inhalar cannabis en cada subida de esta carrera. País Vasco». Pero las cunetas llenas de público no son algo reciente. «En 1929 se subió por primera vez Orduña. Se fletaron autobuses desde Bilbo para ver a los corredores, tal era la expectación. Sollube se subió en la cuarta y última etapa con miles de aficionados en las cunetas que vieron coronar a Dewaele, ganador final de la carrera», explica Bodegas, que en 1996 publicó un libro sobre la historia de la carrera. Y es que cuesta entender el ciclismo vasco sin la afición rodeando al pelotón en cada subida. Lasa tiene marcada a fuego la última contrarreloj de 1974, en la que entre Hondarribia y Donostia subían el repecho de ‘La guitarra’ en medio de «¿qué era aquello? ¡qué gentío!». Esa masa tomó el color naranja durante los años de Euskaltel. «Unió a todos los aficionados. En el fútbol unos son del Athletic, otros de la Real, otros de Osasuna. Pero toda la afición vasca se identificó con Euskaltel», remarca Mayo. Unos incondicionales que este año deberán seguir la prueba por televisión. «Será raro», reconoce Izagirre. «Es lo que la hace especial. Estar en las carreteras de casa con la gente de casa. Siempre hay algún conocido en la cuneta, lo que da otra fuerza». Y el pelotón ya lleva un año corriendo sin esos pasillos de aficionados tan característicos de este deporte. «Acostumbrar no nos acostumbramos, pero es entendible». El de Ormaiztegi llegará a la salida de Bilbo con el dorsal 1 y la intención de defender la victoria lograda en 2019. Todavía recuerda aquel día. «Estaban todos allá, familia y amigos (en referencia a la última etapa de Eibar). Fue muy especial». Tratará de repetir. «Me encuentro bien, recuperando sensaciones, y llegaré motivado». Tanto que viene de terminar tercero en París-Niza. No habrá etapas de diez horas ni, seguramente, platos de alubias en la dieta de los ciclistas. Pero, a la espera de que los aficionados vuelvan a llenar las cunetas de ánimos y olor a marihuana, Euskal Herriko Itzulia seguirá haciendo a partir del 5 de abril camino hacia otras 60 ediciones más. La carrera en Orduña, en 2018. Fotografía: Jaizki Fontaneda | Foku