Chamán oscuro del rock hippy
Rebelde y caótico, creativo y excesivo, Jim Douglas Morrison fue desde Los Ángeles la réplica poética, oscura y desgarrada a la florida escena hippy de San Francisco. Magnético cantante del grupo The Doors, cayó víctima de sus excesos a los 27 años, en París, un 3 de julio del año 1971, convirtiéndose en icono mayor del rock.
Ejercer de poeta consecuente es un desgarro vital: la griega Safo, Bécquer y los románticos, Maiakovski, Alfonsina Storni, Silvia Plath, Pavese, Celan, Mario S. Papasquiero y su amigo Roberto Bolaño... Cuando esas almas heridas recitaban su obra la poesía reforzaba su valor. ¿Y qué mejor forma de poética pública que la transmitida cantándola desde un escenario? La fuerza animal de Brel, los surrealismos “mercuriales” de Dylan, la intimidad de Cohen, la entrañable revisión de Laboa de la vieja y nueva poesía euskaldun…
Juglares o bertsolaris los hay desde antaño. Pero en los años sesenta del siglo pasado las prácticas creativas conocieron una sacudida y la música fue el novedoso vehículo de las nuevas rimas. Hirsutos song writers escalaron el sancta sanctorum literario. Los tiempos estaban cambiando, según el influyente cantautor que un día sería Premio Nobel de Literatura. El poeta James Douglas Morrison nació en diciembre de 1943 en Melbourne, Florida, USA. Su padre era capitán de la Academia Naval y los cambios de destino marcaron el desarraigo afectivo de un niño que después sería muy crítico con la profesión de su progenitor (con canciones anti bélicas como “To Come Of Age” o “The Unknown Soldier”) y rompería el contacto familiar.
Devoró libros, se colgó, como mucha gente en aquella época, de “En el camino” de Jack Kerouac y deglutió poemarios de la generación beat: Ferlinghetti, Ginsberg, Snyder, Cassady… O de los románticos galos Rimbaud, Verlaine, Baudelaire… Quiso estudiar cine en la universidad de Los Ángeles UCLA, pero sus progenitores lo enviaron a la local Tallahassee, donde se matriculó en “Psicología de las masas” empapándose de Nietzsche, Rousseau, Heidegger, Schopenhauer, William Blake… Una esponja.
Investigó a Freud y su seguidor Norman O. Brown que teorizaba que «la represión no solo causaba neurosis individual sino también patología social». Para contrarrestarla, dio sesiones por los altavoces del campus con otros alumnos: «Puedo mirar a la multitud. Es muy científico. Puedo diagnosticarla psicológicamente. Cuatro de nosotros, bien situados, podemos provocar cambios en la multitud, curarla. Podemos hacerle el amor, provocar un motín». Un anticipo de las celebraciones de años después con The Doors.
Jim Morrison con Pamela Courson.
Jardines del conocimiento. El profundo y a la vez bromista alumno se colgaría también de influencias gráficas como El Bosco de “El jardín de las delicias” (que más adelante visitaría en el Museo del Prado), de los revolucionarios dramaturgos Artaud y Beckett o del lenguaje oral de Louis-Ferdinand Céline, entre otras influencias. En 1964 consiguió entrar en la UCLA a estudiar Cine, con directores como Stanley Kramer, Jean Renoir o Josef von Sternberg de enseñantes y Francis F. Coppola de alumno. Sorbió el cinema verité y el celuloide inconformista de Visconti, Fellini, Godard…
Su primer cortometraje, en comandita con un compañero de habitación, fue “First Love”, doce minutos de imágenes sueltas. Con el tiempo realizaría con otros dos colegas el documental “Feast of Friends” sobre las giras de los Doors o el experimento viajero “HWY” y arrancaría varios proyectos que no vieron la luz.
Aún no había descubierto la fuerza creativa y comunicativa del rock. «El nacimiento del rock coincidió con mi adolescencia, con mi toma de conciencia. Era excitante, aunque no pensaba racionalmente que pudiera acabar haciendo algo así. Pensaba ser escritor o sociólogo, o quizás escribir teatro».
Lo que sí hizo permanentemente fue rellenar cuadernos de poemas. Perdió muchos y hasta los quemó. Una parte aparecería en 1969 en la edición casera “The Lords: Notes On Vision”. Después verían la luz “The new Creatures” (1969), “An American Prayer” (1970) y “The Lords and the New Creatures” (1970). Y tras morir, dos colecciones más bajo el título de “Wilderness: The Lost Writings of Jim Morrison”. En 1988, Espiral/Fundamentos editó en castellano “Las nuevas criaturas. Los señores”.
Fichas policiales: Las Vegas 1968, Tallahassee 1963 y Phoenix 1970.
Las puertas de la percepción. Jim dio vueltas al concepto de grupo de rock en base a los pensamientos de Blake, Aldous Huxley y Alfred Kubin sobre puertas sensoriales. Pensó primero en el nombre The Doors: Open and Closed (Las Puertas: Abiertas y Cerradas), que luego recortó. «Está lo conocido y por otro lado lo desconocido, los separa una puerta y ahí es donde quiero estar. Quiero ser la puerta».
Influido por Presley, Sinatra o Tom Lehrer, Morrison fue instintivo en lo musical: «No iba a conciertos. Había visto algo en la tele, pero sin identificarme. Supongo que mi subconsciente lo estaba preparando. Una noche escuché en mi mente un concierto entero, con grupo, cantante y mucho público. Las primeras canciones que escribí eran notas que había tomado en ese concierto de mi cabeza, una especie de predicción. La música venía primero y después inventaba una letra que encajara. A veces terminaba la letra y ya no me acordaba de la melodía».
El núcleo de los Doors arrancó cuando Morrison se juntó con el organista Raymond Manzarek en el ambiente hippie de la playa de Venice. Ray tenía el grupo Rick and The Ravens y fueron contratados para telonear a los entonces famosos Sonny & Cher. Falló un músico e invitó a Jim, que no sabía tocar. «Te cuelgas la guitarra eléctrica sin que el cable esté enchufado y simulas; la suplanto con las teclas». Morrison dijo que fue el dinero más fácil que había ganado en su vida.
En concierto en 1968 en el Hollywood Bowl de Los Ángeles.
Grandeza rockera. El nuevo grupo se fogueó sobre todo en el club Whiskey A Go Go, donde telonearon a bandas de éxito (Buffalo Springfield, Them, Animals...), pero fueron expulsados por lo explícito de sus textos y actitud. En septiembre de 1965, Jim, Ray, el batería jazzy John Densmore y otros colegas grabaron en tres horas una maqueta con seis canciones de Morrison. Visitaron varias discográficas, ninguna se interesó y el grupo pasó a mejor vida.
Pero el trío lo volvió a intentar junto al notable guitarrista bluesero Robert Krieger, un colgado del flamenco. Debutaron en 1967 con un el LP “The Doors” que mucha gente considera su mejor disco. El mismo año su reválida fue “Strange Days”, continuista, con material de la misma época. “Waiting for the Sun” (1968) fue un cambio a músicas más rebuscadas. Un año después las ideas barrocas del guitarrista Krieger dominaron “The Soft Parade”, que incluía sección de cuerdas y otros añadidos. En 1970 “Morrison Hotel” volvía al blues-rock y el grupo recuperaba la aprobación crítica.
En abril de 1971, con Morrison camino ya de su “exilio” parisino, salió “L.A.Woman”, un LP con alma de blues. El que era último disco de Doors con Jim sería el vibrante epitafio de una mente muy lúcida: «La explosión inicial se ha terminado. Lo que se llamaba rock se ha convertido en algo decadente. La energía ha desaparecido, ya nadie cree en él… Toda generación que quiera afirmarse como entidad humana consciente debe romper con el pasado, los futuros jóvenes no van a tener mucho que ver con nosotros, con lo que sentimos ahora. Van a crear un nuevo sonido, propio y único». Fue premonitorio, pero la vida no le duró para vivir la explosión punk.
The Doors fue la primera banda norteamericana que consiguió cinco discos de oro consecutivos. Revolucionaron el sonido “ácido” con largos desarrollos vocales e instrumentales y dejaron una copiosa lista de grandes canciones: “Light My Fire”, “Hello, I Love You”, “Break on Through”, “When the Music is Over”, “People Are Strange”… Como escribió el crítico Gene Younblood: «Los Beatles y los Stones te hacen volar la mente; los Doors son para después, cuando ya no tienes mente… Más que rock, es un ritual de exorcismo físico-sexual».
The Doors en su primer LP de 1967.
Hechicero lagarto. Jim contempló a los cuatro años un accidente de tráfico con varios nativos malheridos. Dijo que uno murió y su alma le poseyó porque era un hechicero que se convirtió en su guía espiritual. «Fue el momento más importante de mi vida», subrayó sobre aquel hecho que inspiró la canción “Newborn Awakening” y su actitud escénica. Comparaba su “teatro rock” con las sesiones chamánicas (“Shaman’s Blues”) sobre las que escribió: «Un pánico sensorial, provocado por drogas, cánticos y danzas les lanzaba al trance. Esos histéricos profesionales mediaban entre el hombre y el mundo de los espíritus. Sus viajes mentales establecían el punto crucial de la vida religiosa en la tribu».
Cultivó además su amor por los reptiles en poemas como “The Lizard King” y en su magnético serpenteo escénico. «El lagarto y la serpiente se identifican con el subconsciente y con las fuerzas del mal. Hemos evolucionado a partir de ellos. Veo el universo como una descomunal serpiente peristáltica. El peristáltico es el movimiento básico vital y las estructuras unicelulares básicas tienen ese movimiento: engullición, digestión, los ritmos del acto sexual».
Más polémico resultó su interés por lo edípico, reflejado sobre todo en los recitados de “The End”: «El asesino despertó antes del amanecer. Se calzó sus botas. Cogió una careta… Cruzó el pasillo. Entró en la habitación de su hermana. Después hizo una visita a su hermano. Y cruzó el pasillo. Y llegó a una puerta… «¿Padre?». «Sí, hijo». «Quiero matarte». «¿Madre? ¡Quiero follarte!».
Enemigo público, Morrison fue contestón y provocador contra toda autoridad: «Me interesa todo lo que sea rebeldía, desorden, caos… El único modo de conseguir la libertad interior es la libertad exterior». Sus problemas mayores fueron con la policía, ayudados por el abuso de todo tipo de excitantes, sobre todo alcohol. «Me gusta beber. No leche, agua o Coca-Cola. Emborrachándote estás en control total hasta cierto punto. Es la diferencia entre suicidio y lenta capitulación». Su biógrafo Jerry Hopkins escribió: «Jim se mamó tres botellas de whisky en el transcurso de una comida y se lanzó a dirigir el tráfico con su chaqueta como si los coches fueran toros de Pamplona».
En 1962 tuvo ya un altercado al robar el casco a un policía y fue detenido y fichado. El encontronazo más público llegó en diciembre de 1967 en New Haven (Connecticut) y fue el primer cantante de rock detenido en un escenario. “Mr. Mojo Risin” provocó problemas con un colega en un avión y en mayo de 1970 fue juzgado y absuelto en Phoenix. Pero el conflicto mayor había sido en Miami en marzo de 1969. La policía lo detuvo de nuevo en escena acusándolo de escándalo público y otros motivos. El grupo fue perseguido y prohibido y Jim convenientemente investigado por la CIA; unas víctimas más del aparato represivo para desprestigiar la contestación juvenil contra el conservadurismo y la invasión militar en Vietnam. En plena persecución política, y hastiado de su rol de estrella, Morrison había intentado romper con la imagen sexy y destroy dejándose una espesa barba y presentándose más estático en concierto.
En un concierto de Nueva Orleans, en diciembre de 1970, su energía se fue apagando hasta acabar desplomándose ante su público. Fue su último recital. El largo proceso ante un corrupto juez de Miami y sus consecuencias penales habían agravado su distanciamiento con The Doors y los escenarios.
Finalizado el contrato discográfico del grupo, en primavera de 1971 el cantante viajó a París, donde le esperaba ya su “compañera cósmica” Pamela Courson, con quien llevaba años compartiendo una unión que había aguantado todo tipo de relaciones paralelas por parte de ambos.
Jim Morrison en una de sus interpretaciones de «teatro-rock» en Frankfurt, en el año 1968. Fotografía: Michael Monfort
Alma cansada. Con «el cuerpo envejecido y el alma cansada», borracho de continuo y deprimido, tenía problemas respiratorios, se quejó de dolores pectorales, escupió sangre y visitó un médico. En la madrugada del 3 de julio Pamela lo encontró muerto en la bañera. La defunción fue certificada como natural tras paro cardíaco. Su novia prefirió que no hubiera autopsia y no se filtró la noticia para evitar a la prensa y la curiosidad pública. Fue inevitable que surgieran teorías y fantasías. La cantante británica Marianne Faithfull añadiría morbo en su autobiografía de 1994 escribiendo que su colega traficante de heroína Jean de Breteuil fue «culpable accidental».
Morrison había solido bromear macabramente con quienes le acompañaban de juerga que «estaban con el número tres» en referencia a sus colegas de oficio Jimi Hendrix y Janis Joplin fallecidos el año anterior. Habían coincidido en morir a la misma edad, circunstancia que los agrupó en el llamado “club de los 27”, junto al Rolling Stone Brian Jones, fallecido en 1969. Con el tiempo se les añadirían el suicida Kurt Cobain (Nirvana) o la británica Amy Winehouse.
La intensa existencia de Jim Morrison se había interrumpido de golpe y prematuramente en su romántico París, donde planeaba buscar una iglesia vieja para rehabilitarla como vivienda y dedicarse a la poesía y el cine. Enterrado en la intimidad en el cementerio Père-Lachaise, su tumba se convirtió pronto en centro de peregrinaje.
Portada del LP «Absolutely Live» (1970), portada de la biografía de Alberto Manzano publicada este mes y portada del LP «An American Prayer» (1978).
Legado. Pamela volvió a América, tuvo varios intentos de suicidio y murió, también a los 27 años, por sobredosis de heroína. Tras la desaparición de su cantante, el resto de Doors publicó ese mismo año el LP “Other Voices” y en 1972 “Full Circle”, con Manzarek y Krieger de vocalistas. Se disolvieron un año después. En 1978 salió “An American Prayer”, recitados que Morrison grabó en 1970, con música Doors.
En el vigésimo año de su fallecimiento, el director Oliver Stone presentó la biografía “The Doors”, con Val Kilmer como Morrison. Tuvo abundantes críticas que la consideraron poco seria y hasta manipuladora. En 2009, casi otros veinte años después, se estrenó el documental “When You’re Strange” de Tom DiCilio. Manzarek lo recibió como «la auténtica historia de los Doors» y la «anti-Oliver Stone».
El crítico parisino Hervé Muller, que tuvo relación con Morrison en sus últimos días, fue uno de los primeros en redactar un libro en 1973: “Jim Morrison et les Doors”, publicado en castellano en 1975 por Ediciones Júcar. Desde entonces las biografías y estudios han sido numerosos, destacando “No One Here Gets Out Alive” (1980), de Jerry Hopkins-Danny Sugerman. Ediciones Celeste lo tradujo en 1996 como “De aquí nadie sale vivo” y ha sido una referencia central para este reportaje.
Con motivo del 50 aniversario ha aparecido este mes en Cúpula-Planeta “Jim Morrison. Cuando la música acabe apaga las luces”, del especialista Alberto Manzano, traductor de numerosos libros y canciones, incluida la obra del propio cantante. El pasado día 8 Harper Collins editó “The collected works of Jim Morrison: Poetry, journals, transcripts and lyrics”, casi 600 páginas de poesía, diarios y letras de canciones, con material inédito como letras de canciones no grabadas, poesía, cuadernos de notas, dibujos o fotos.
Portada del LP «Strange Days» (1967), libro recopilatorio de diferentes documentos publicado este mes y portada del LP «L.A.Woman», de 1971.
Doors del siglo XXI. En 2002 Manzarek y Krieger intentaron volver a escena como The Doors of the 21st Century. Pero el batería John Densmore y los herederos de Morrison reclamaron que no se utilizara el nombre y la pareja volvió como Riders on the Storm, título de la última canción grabada por Jim que vio la luz antes de su muerte. En enero de 2007 actuaron en el donostiarra polideportivo Anoeta con el cantante británico Ian Astbury (The Cult) reconvertido en un Morrison a quien se parecía hasta en el aspecto físico. Un año después tocaron en el BEC de Barakaldo. Manzarek murió en 2013.
En el 40 aniversario del nacimiento del grupo se editó la caja de seis CDs-DVDs “Perception” y hubo retrospectivas, homenajes, nuevas biografías o un Grammy honorífico a su andadura musical. En 2016 apareció el grupo español The Risin Doors (Tributo The Doors) que actuó, por ejemplo, en el Doka donostiarra.
«Queremos el mundo y lo queremos ya» era el grito un tanto infantil de Jim Morrison. El mundo, que sigue dando vueltas en manos de una minoría, recibió de aquel gran rapsoda y cantante, y complicado ser humano, un hermoso testimonio de lucidez poética.
Su tumba en el cementerio parisino de Père-Lachaise. Fotografía: WikiCommons