Ibai Gandiaga
Arquitecto
ARQUITECTURA

¿Quién paga todo esto?

En muchas ocasiones nos hemos enfrentado a las mismas preguntas: ¿Por qué las viviendas son tan caras? ¿Por qué las casas que se hacen hoy en día son así, como sin “alma”? ¿Qué puede hacer la arquitectura para que la ciudad sea un lugar más habitable, para que podamos tener más espacios de unión y confraternización con el vecindario?

Cada una de esas preguntas podría llenar páginas y páginas, y no llegar a ningún sitio. Al final, pese a todo lo que podamos pensar y repensar, solo hay una pregunta verdaderamente pertinente: “¿Quién paga todo esto?”.

Sin un buen cliente, es imposible que exista buena arquitectura, eso lo sabe todo aquel que haya cogido un lápiz para dibujar una planta en algún momento de su vida. Por eso, porque existe la necesidad de hablar primero de quién paga todo esto, y después de quién lo diseña, vamos a hacer una excepción y hablar primero del cliente, y después de los arquitectos.

El Instituto Municipal de la Vivienda y Rehabilitación, ente dependiente del Ayuntamiento de Barcelona, ha comprendido muy bien que para responder a las preguntas que nos hacíamos al principio debemos de pagar la cuenta entre todos, y con ello fomentar una cultura de una arquitectura más igualitaria. La promoción de 46 viviendas en la Nave G del recinto fabril de Fabra y Coats, en el barrio barcelonés de San Andreu, da cuenta de ello.

Primera pregunta, ¿por qué son tan caras las viviendas? Discúlpenme la huida hacia delante, pero ya basta de elucubrar los motivos, pasemos a la acción: el Instituto Municipal planteó la rehabilitación y creación de 46 viviendas de alquiler público, sacándolas del mercado especulativo y permitiendo realizar una regulación de precios sin artificios ni farándulas. Que teoricen otros.

Segunda pregunta: ¿dónde está el alma de las nuevas construcciones? Parece que hay una querencia por lo nuevo, o mejor dicho, un miedo a rehabilitar lo antiguo, por costoso –lo es, no hay duda, pero a corto plazo–, que nos ha llevado a eliminar edificios con gran valor patrimonial, y en particular aquellos del patrimonio industrial, pese a estar entre los edificios más bellos del siglo XIX, con esas fábricas que mezclaban el ladrillo, el acero y la madera. De nuevo, el Ayuntamiento de Barcelona planteó la recuperación de la Nave G, una alargada pastilla de 100 metros de largo y 9 metros de altura. Sin un apoyo y dirección institucional claro, y unas herramientas de protección a la altura, el patrimonio existente acabará desapareciendo.

Y llegamos a la tercera pregunta, y con ello a los arquitectos: ¿qué puede hacer la arquitectura para que la ciudad sea un lugar más habitable, para que podamos tener más espacios de unión y confraternización con el vecindario? La arquitecta Mercè Berengué, del equipo Roldán & Berenguè, lo tiene claro: «Es una operación sostenible por definición, porque es reciclar un edificio. Recuperamos el patrimonio y producimos el equipamiento más importante, que es la vivienda social».

La solución arquitectónica de los arquitectos catalanes es deliciosa, y totalmente coherente con todo lo anteriormente dicho. «Nosotros hemos hecho un edificio dentro de un edificio», asegura Berengué, y no puede haber mejor resumen el proyecto: sobre dos plantas originales, con mucha altura, se construyen cuatro plantas residenciales, que no “tocan” el edificio original, sino que crean dos pasillos perimetrales a modo de colchón térmico y espacio informal de encuentro.

Los espacios de confraternización están cuidados desde la propia entrada, en la que se rompe la tradicional caja de escaleras para crear un espacio abierto, además de servir para que puedas ver pasar a tus vecinos, según Berengué, «relaciona la planta baja cuando entras hasta la cubierta, hasta que llegas a mirar al cielo y entra la luz». Si esto fuera poco, ese vaciado de la entrada nos permite, como habitantes y espectadores, percatarnos de cómo era la nave original, recuperar su presencia histórica.

La obra, de una delicadeza exquisita, ha sido premiada con los prestigiosos premiso FAD de 2021, y nos pone delante de una situación incómoda; si ellos pudieron, ¿por qué nosotros no?