Javi Rivero
Cocinero
GASTROTEKA

El pisto vasco

Familia, va pregunta: ¿Cuál es la mejor película sobre la cocina que se haya rodado o creado hasta el momento? Os voy a responder a lo Andrés Montes: “Ra ta ta ta ta ta ta ta toullie!”. Lo de este señor era pasión por el baloncesto, igual que lo que se transmite por la cocina en este peliculón en el que una rata muy simpática se maneja por los fogones de un restaurante mejor que mi abuela en su cocina. Tal cual.

La pasión que transmite esta película es la parte que más me gusta. Aparte, también se ven y se cuentan decenas de situaciones reales a las que se enfrenta uno cuando entra por primera vez a cocinar en una casa que no es la suya. De repente, todo son dudas. Seguro que os ha pasado en algún momento de vuestras vidas. Hasta para atarse los cordones de los zapatos uno duda de sí mismo. Pues ese nivel de novato e inseguridad se refleja a las mil maravillas en la peli. Imaginaos la tensión de tener que realizar una tarea concreta, en un tiempo muy concreto, para que después, seguido, otra persona lo valore y nos dé su opinión. Y, además, hay que realizar estas tareas según el criterio de otra persona (el jefe de cocina). Si a todo esto se le suman los nervios mencionados, el desastre está servido.

Pues esto es lo que ocurre en la película. Se cuenta lo duro que puede llegar a ser entrar en una cocina que no es la tuya, los desastres que se pueden generar y demás, pero también se le da la vuelta y termina siendo un ejemplo de lo que debería ser. De verdad que el film mola y mucho. Diréis, hoy toca hablar de películas gastronómicas, pero no, vamos hablar del pisto. Una versión del plato ratatouille, plato sobre el que gira la temática de la película “Ratatouille”, valga la redundancia.

Al lío, podemos hablar de ratatouille, del pisto o de la samfaina sin modificar prácticamente el carro de la compra. Son recetas primas hermanas con algunas diferencias y, por supuesto, infinitas variantes. Ya os he contado alguna vez cómo va esto, llamarlo de una manera u otra según dónde estéis. Si hacéis esto siempre saltará algún lugareño que os regañará por incultos y os explicará refunfuñante cuáles son las diferencias de la receta de su tierra con respecto a las otras que se le parecen, por lo que prefiero que os ahorréis el mal trago y vayáis donde vayáis, sepáis lo que os vais a topar.

Pisto. Enciendo la polémica. El pisto manchego es la versión más extendida de la península, la más popular y, para mí, la mejor de todas. Solo se elabora con tomate y pimiento verde. ¡Sí! Solo con tomate y pimiento verde. Si eso, algo de calabacín, verdura que también goza de su propia versión, “el pisto de calabacín”. Esta receta es ideal para todos a los que os ha dado por poner una huerta y no sabéis qué hacer con el ejército de calabacines que la tierra os ha regalado. Si no os gustan, o no sabéis qué hacer luego, no los plantéis solo por diversión. “Es que han salido muchísimos”, “Yo ya no sé qué más hacer con calabacín” y frases del estilo, abundan en cuanto es temporada. Amigos, familia, ¡embotando pisto de calabacín que es gerundio!

La berenjena, a la que muchos ya estáis echando de menos, es lo que diferencia al pisto manchego de la samfaina y el ratatouille. El auténtico pisto manchego, el bueno, el de verdad, el que mi tía Mari borda, es uno de los mayores regalos de la gastronomía. Si probarais una tostada de pan con un poco de este manjar que solo lleva tomate y pimiento, dejaríais de creer en el dios de las verduras y le rezaríais solo a mi santa tía Mari. Que quede claro, solo tomate y pimiento. El resto de las recetas o variantes se erigen sobre estos dos ingredientes y de ahí se extienden por toda la península distintas variantes.

Samfaina. La preparación se asimila más al pisto que todos conocemos. Tomate, pimiento verde, calabacín, berenjena, pimiento rojo, aceite de oliva y sal. Pues eso, el pisto que todos conocemos, pero en su versión catalana.

Ratatouille. Los ingredientes son los mismos, pero la apariencia cambia. En lugar de cortar las verduras en pequeños dados, se hacen medias rodajas y se asan todas juntas al horno. En el caso del pisto y la samfaina, se cocinan en aceite de oliva todas las verduras por separado y después se juntan. Esta sería la versión más “pija” de todas y por la que seguro nos tocará pagar un poco más.

Piperrada. Por si a alguno todavía no se le había pasado por la cabeza la posibilidad de que la piperrada que conocemos tuviera o tuviese algo que ver en todo esto, solo me queda deciros que os tenéis que empezar a acostar un poco antes los sábados. Tomate y pimientos con, si eso, algo de cebolla. ¡Pues claro que la piperrada es el pisto vasco!

Son, después de todo, recetas que nacen de la huerta, de la primera importación de las verduras que se trajeron de América y con las que hemos creado toda una cultura. El caso del pisto es un claro ejemplo de cómo con los mismos ingredientes, mil comunidades distintas pueden defender mil elaboraciones distintas, pero a la vez, similares. Esto es un ejemplo de cómo con solo tomates y pimientos se puede llegar a generar una cultura gastronómica imparable. Una cultura de la que nacen un millón de maneras de consumir una receta de mil caras que nace de la utilización de tan solo dos ingredientes: con huevo, tortilla, con guisos de carne, con bacalao, frío, caliente, de guarnición, de plato principal, aperitivo… infinitas maneras de disfrutar de un plato que nos une y hace que hablemos el mismo idioma. El pisto es un idioma en la cocina y, por si no os ha quedado claro, el pisto de mi tía Mari es, con diferencia, el mejor.

Os dejo pensando, dadle un par de vueltas y disfrutad de la película que os he recomendado al inicio de este artículo. Después, haced el plan para visitar esta semana que entra un mercado y comprad los ingredientes que consideréis para elaborar vuestro propio pisto. Estamos en la mejor temporada para disfrutar de todos los ingredientes que se necesitan, por lo que ahí os dejo un par de propuestas.

El pisto de mi tía según ella misma. Pelar los tomates, cortarlos en trozos menudos, despepitar y descorazonar los pimientos verdes y cortarlos en dados pequeños. Añadir abundante aceite de oliva virgen extra en una cazuela y cocinar todo junto hasta que reduzca el conjunto y quede el tomate prácticamente crema. Poner a punto de sal. Sí, lo sé, suena a broma, pero es así como me lo describe ella. Así que desperezaos y dadle caña.

Pisto pijo. Pelar los tomates, la berenjena y los pimientos. Si es necesario asarlos en papel albal en el horno para facilitar este paso. Cortarlo todo en tiras alargadas añadiendo a la receta también uno de los calabacines que el vecino con huerta os ha regalado. La proporción tiene que ser 4-5 partes de tomate, 1 de pimiento, 0,5 de calabacín otros 0,5 de berenjena. Colocarlo todo, guisarlo todo con una pizca de aceite, dejando que se pegue de vez en cuando y rascándolo con un poco de vino fino. Y así hasta obtener un “pisto” tostado. Probad a coméroslo en un talo con el mejor ingrediente del mundo, con un huevo. Si es frito, mejor.

On egin!