Mikel Insausti
Crítico cinematográfico
CINE

«La hija»

En Donostia la nueva realización de Manuel Martín Cuenca pasó un tanto desapercibida, debido a que se presentaba fuera de concurso. No faltaron voces que apuntaron que “La hija” (2021) merecía entrar a competición por su calidad, pero nunca se sabe a ciencia cierta si los festivales y sus premios son propicios para determinados productos. El cineasta almeriense es un habitual de la cita donostiarra, donde ha conocido todo tipo de reacciones. Lleva participando desde sus comienzos, y ya estuvo con su ópera prima “La flaqueza del bolchevique” (2003), basada en la novela de Lorenzo Silva, y que luego le valió a María Valverde el Goya a la Actriz Revelación. Cuenca ha de ser un buen director de actrices, porque fue Nathalie Poza la que con su segundo largometraje de ficción “Malas temporadas” (2005) se hizo con el Goya de Mejor Actriz. Pero tal vez sea “La mitad de Óscar” (2010) su obra más personal y la que mejor le define estilísticamente, mientras que en lo temático “Caníbal” (2010) confirmaba su tendencia a mostrar el lado oscuro del ser humano, sin que faltaran los ambientes desolados marca de la casa en su tramo final. Pero los mayores reconocimientos le iban a llegar con “El autor” (2017), lograda adaptación de una novela de Javier Cercas, que supuso para el estelar Javier Gutiérrez el Goya y el premio Feroz al Mejor Actor, junto con la obtención en Toronto del FIPRESCI de la crítica internacional.

Javier Gutiérrez repite con Cuenca en “La hija” (2021) en un tipo de personaje cortado por el mismo patrón. Estamos hablando del ser de apariencia corriente, en principio ni mejor ni peor que el resto de los mortales, pero que en un momento dado saca a relucir el animal depredador que lleva dentro. El almeriense parece plantearlo siempre como una cuestión de puro instinto, una reacción espontánea ante cualquier clase de presión externa o social. En el caso de “El autor” (2017) al protagonista todo le estaba permitido con tal de superar su complejo de novelista primerizo, ya que su obsesión por conseguir inspiración real para su libro le volvía incluso peligroso para las demás personas de su entorno.

En “La hija” (2021) vuelve a hacer una caracterización muy similar, pero con la diferencia de que esta vez no está solo, sino que actúa en pareja, dentro del matrimonio que completa Patricia López Arnaiz, ganadora del Goya de Mejor Actriz por su extraordinario trabajo en la ópera prima de David Pérez Sañudo “Ane” (2020). La gasteiztarra encarna a una mujer dotada de un gran, por no decir exagerado, instinto maternal, que le hace desear descendencia por cualquier medio a su alcance, ya que biológicamente no ha podido.

El trío de la película se completa con la debutante Irene Virguez, que está muy bien dirigida como no podía ser de otra forma, pero no responde a la idea preconcebida de una adolescente que procede de un centro de menores con problemas de adaptación. Por motivos internos de guion, se ha preferido buscar en el casting a una chica de aspecto dulce, abrumada por el peso de la responsabilidad que supone ser madre a su tierna edad, y más teniéndose que enfrentar al fuerte dilema que le plantean sus anfitriones.

Él es cuidador en el centro de menores y, bajo el pretexto de protegerla y ayudarla con su embarazo, la acoge en su casa de la sierra para que allí pueda ocuparse de la gestación con mayor reposo y en medio de la naturaleza. Sin embargo, el matrimonio pretende quedarse con el bebé, en un intercambio que no convence a la joven madre, a medida que va tomando consciencia de su conexión íntima con la criatura que va dar a luz.

El suspense y la tensión atmosférica gravitan en torno a la pareja madura, la cual se sirve del aislamiento en la montaña para ocultar su plan, escondiendo la presencia de la joven embarazada a la que en realidad tienen secuestrada. El agreste paisaje jienense marca el tono de unos comportamientos muy primarios.