De lo generacional y el legado
El paso del tiempo marca el devenir de la vida. Puede que sea el único elemento con el que convivimos y con cuya seguridad contamos en todo lo que nos sucede. Avanza implacable, sin detenerse y, lo que es peor, sin posibilidad de repetirse. Nos empuja, sin remedio, hacia el paso siguiente, la próxima etapa. En la cultura occidental los dichos latinos “memento mori” (recuerda que morirás) y “carpe diem” (aprovecha el día), han sido fuentes recurrentes de inspiración en todos los ámbitos creativos y en diferentes momentos históricos. Es inherente a nuestra herencia cultural la importancia de nuestra presencia tras nuestro paso por el mundo. Un anhelo de permanencia que sea capaz de hacernos resonar en el eco de un futuro al que ya no perteneceremos. En el arte, la historiografía asume gran parte de esta labor, marcando el camino de los espacios que serán tenidos en cuenta para el estudio y comprensión de lo anterior. Además, las maneras de difusión del arte contemporáneo son capaces de traer a nuestro presente obras que, si bien pertenecen a otros contextos, son puestas en primera línea trazando nuevas lecturas que les dotan de nuevas posibilidades de interpretación. La creación contemporánea está permanentemente sumida en un constante relevo generacional. Si bien esta expresión puede sonar excluyente, intenta hacer hincapié justamente en lo contrario.
Podemos asistir a propuestas expositivas de creadoras separadas por muchos años pero que, sin embargo, pertenecen a un tiempo concreto y a un momento exacto, a un aquí y a un ahora. Todas ellas abarcan lenguajes, sensaciones, certezas y preguntas tan válidas como necesarias. Quizás una batalla contra el paso del tiempo sea entender que frente a los relevos existe la convivencia. Diferentes edades que conforman un presente, compartiendo un momento exacto. El tiempo es un continuo y todo sucede de forma consecutiva. El legado es toda aquella memoria que va pasando de mano en mano y que se adapta a cada nueva situación para no desaparecer nunca.
“De rerum natura” es el título de la exposición retrospectiva que la Sala Kubo Kutxa de Donostia dedica a José Antonio Sistiaga (Donostia, 1932), uno de los artistas más prolíficos de nuestro contexto. Pintor y cineasta experimental que fundó en el año 1965 el grupo GAUR junto a Chillida, Oteiza, Arias, Balerdi, Basterretxea, Mendiburu y Zumeta. Inaugurada a finales del pasado enero y hasta el 22 de mayo, recorre gran parte del camino desarrollado por el artista donostiarra a través de casi 80 años de dedicación.
Más de un centenar de trabajos entre películas, pintura y obra gráfica, para dar cuenta de un camino plagado de puntos de interés. La exposición cuenta con seis salas que ordenan cronológicamente la producción de Sistiaga. Esto nos ayuda no solo a ordenar las fechas de realización de cada una de las piezas, sino a entender la evolución, las búsquedas, los intereses conceptuales y materiales, así como las diferentes resoluciones formales asumidas por el artista. Desde las primeras pinturas hasta las últimas series iniciadas en el 2011-2012, pasando por su obra gráfica y por la que quizás sea su obra más reconocida “…ere erera baleibu izic subua aruaren”, el primer largometraje de la historia del cine pintado directamente sobre el negativo de la película.
Javier Arbizu (Lizarra, 1984) fue el nombre elegido en la pasada convocatoria de Komisario Berriak para desarrollar un proyecto en la Alhóndiga de Bilbo. “Talud mediodía” es el título del proyecto en el que le acompañan David Bestué, Julian Pacomio y Claudia Lorenzo como artistas participantes. El proceso de la labor comisarial entendido como un generador de relaciones y caminos entre todas las partes, asume el protagonismo de la muestra. Dos marcos: las ruinas del parque de atracciones de Artxanda y el sol del mediodía como momento intermedio del día, sirven como espacio de relación para una muestra que podremos visitar hasta el próximo 27 de febrero.