joseba SALBADOR
MOTOR

De Manchester a Bilbo, pasando por Lasarte

Dentro de las actividades programadas este año para celebrar su 25 aniversario, el Museo Guggenheim de Bilbo ha reunido 38 automóviles diseñados con un fuerte componente artístico, y que han sido seleccionados por el arquitecto británico Norman Foster, quien ha prestado once de los vehículos que se exhiben en el museo vizcaino desde el pasado día 8 hasta el 18 de setiembre. Entre ellos se encuentra nada menos que uno de los Bugatti que participó en los años 30 en las carreras del mítico circuito guipuzcoano de Lasarte.

Con una espectacular puesta en escena, la muestra “Motion. Autos, Art, Architecture” expone 38 automóviles emblemáticos y raramente vistos, además de otras 300 obras de arte correspondientes a las épocas en que fueron creados los vehículos. El comisario de la exposición, Norman Foster –diseñador de las bocas de Metro Bilbao– explicó en el acto de inauguración que el criterio que le ha guiado a la hora de realizar la selección de estas «joyas» de coleccionista fue el de aunar «belleza y tecnología» y buscar un equilibrio para presentar un recorrido por la historia de la evolución del automóvil desde 1886, cuando empieza a sustituir a la tracción animal en las ciudades, hasta nuestros días.

Para ello, Foster ha dividido la exposición en siete salas: la que muestra el automóvil en sus principios, bautizada “Beginnings”; otra dedicada a los diseños más bellos y depurados, denominada “Sculpture”; la dedicada a los coches más modestos, los utilitarios; la destinada a mostrar los vehículos de competición; y la dedicada a los diseños «visionarios», las aportaciones más innovadoras y futuristas del automóvil. La muestra se cierra con las salas que acogen los vehículos que simbolizaron el «sueño americano» entre los años 30 y 60 del siglo pasado, y la que analiza el futuro del automóvil a través de algunas de las mejores escuelas de diseño del mundo.

Entre los vehículos expuestos figura un Porsche System Lohner, de 1900 que ya apostaba por la propulsión híbrida en los albores del siglo XX, al igual que el Elerktrischer Phaeton, autos que perdieron la batalla frente a la apuesta de la industria de la época por los motores de combustión.

La sala dedicada a los visionarios muestra varios prototipos que nunca fueron comercializados como los Firebird I, II y III desarrollados para batir récords de velocidad; el Lancia Stratos Zero, de 1970; y un Dymaxión Car, propiedad de Foster, un vehículo futurista de tres ruedas y gran eficiencia energética diseñado en 1930 por el inventor y arquitecto estadounidense Buckminster Fuller.

La dedicada a los utilitarios muestra algunos de los modelos que han marcado la historia reciente de la movilidad urbana como los ya clásicos Citroën 2CV, Renault 4L, Volkswagen Escarabajo, Fiat 500, Mini, un BMW 600 y los menos conocidos Voiture Minimum y Missima.

La sala dedicada a los coches de carreras acoge un Ferrari 250 GTO, de 1962, diseñado por Giotto Bizarrini, un modelo muy escaso del que solo se diseñaron 36 unidades, por uno de los cuales recientemente se han llegado a pagar 80 millones de euros en una subasta.

Pero la mayor atracción de esta sala la constituye un ejemplar impecable del Bugatti Type 35 de 1924, vehículo que sentó las bases de los coches de competición modernos y que ganó cientos de carreras en la década de los años 30. Este modelo, que lucía un aspecto minimalista, montaba un propulsor de dos litros y ocho cilindros en línea, con el que rendía una potencia de 100 caballos; aunque sus principales características eran la fiabilidad mecánica y las soluciones introducidas para reducir peso, como las espectaculares llantas de aluminio que, además, optimizaban la refrigeración del sistema de frenos.

A los mandos de pilotos míticos como Tazio Nuvolari o Louis Chiron, el Bugatti Type 35 dominó los circuitos en todos los frentes, tanto en las carreras urbanas como el GP de Mónaco, como en las grandes carreras de resistencia del estilo de las 24 horas de Le Mans. Uno de los primeros éxitos que consiguió fue precisamente en el Gran Premio de San Sebastián, en el circuito de Lasarte, que acogió Grandes Premios, algunos puntuables para el Campeonato del Mundo de Automóviles y el Campeonato de Europa de Grand Prix, entre 1923 y 1935, antes de que la Guerra del 36 borrara cualquier vestigio del automovilismo. Hay incluso quien equipara este circuito con el legendario trazado alemán de Nürburgring (inaugurado en 1927), por su perfil muy rutero y exigente.

Una elección «totalmente subjetiva». En la muestra del Guggenheim, podemos encontrar también modelos como un espectacular Rolls Royce 40/50 Alpine Eagle, de 1914; un imponente Cadillac El Dorado, de 1959; y el Ford Mustang PRJCT 50, de 1965. En el acto de inauguración, Foster, un apasionado de los coches, como él mismo reconoció, indicó que puede haber aficionados que echen en falta la presencia de algún otro modelo mítico, pero precisó que se ha tratado de «una elección totalmente subjetiva, muy, muy personal, en la que he tenido total libertad para diseñarla».

Destacó que exposiciones de coches se han hecho muchas, pero que esta es la primera que relaciona al automóvil con el arte y la arquitectura, y que analiza el futuro de la movilidad en la ciudades. En este sentido, apuntó que «los automóviles han transformado el planeta desde su aparición y seguirán transformándolo en el futuro. Soy optimista respecto al futuro del automóvil», concluyó.