BERTA GARCIA
CONSUMO

Menos sal en el pan

Desde primeros de abril el pan ha bajado el contenido máximo de sal que puede llevar y, con esta medida, todos y todas ganamos. Eso sí, el precio del pan ha subido sea de la calidad que fuere y, tal y como están las importaciones con el desastre en Ucrania, ya nada será igual. El decreto sobre la limitación del contenido en sal deviene de la norma sobre la calidad del pan (2019) que fija en 1,66 gramos por cada 100 gramos de producto acabado cuando el análisis se realice en base al sodio total, y de 1,31 gramos por 100 gramos si es en base a la determinación de cloruros.

La reducción de la sal era necesaria, al menos para rebajar en parte la cantidad de sodio diario que tomamos sin darnos cuenta, ya que nuestros hábitos de alimentación han ido dejando en segundo plano la comida casera a favor de los alimentos ultraprocesados y, ya se sabe, estos productos contienen cantidades importantes de sodio amén de aditivos saborizantes como el glutamato de sodio.

Los cambios los vamos a notar, y no solo con la reducción de sal, pues tengamos en cuenta la escasez de grano y cereales en estos momentos y que tiene visos de alargarse. El ejemplo lo tenemos con el aceite y la picaresca de darnos gato por liebre con mezclas de productos más baratos. Claro que el proceso de detección pasando por la denuncia para acabar con la retirada del mercado suele jugar a favor del abusón y, si el producto no mata, pues se queda en recomendación de retirada. Es la historia que se repite en épocas de crisis, que siempre hay gente con pocos escrúpulos que “saca tajada”.

En términos de salud nos viene muy bien la reducción de sal porque, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), consumimos el doble y más al día, lo que origina un aumento de riesgo cardiovascular enorme, pues nos aumenta la tensión y nos disminuye los niveles de absorción de potasio y el mercado saca ventaja creando nuevos nichos de consumidores con los inventos tan lucrativos de los llamados complementos alimenticios. Es lo que tiene el haber inventado un personaje colectivo como es el consumidor.