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CONSUMO

Contracción de producto


Reducir el tamaño de un producto mientras se mantiene su precio igual, a veces se llama contracción o “reduflación”, una combinación de las palabras contracción e inflación. Es en tiempos de crisis económica cuando se pone en práctica por las empresas (sobre todo las grandes multinacionales) que, al tener que enfrentarse a una subida de precios de sus suministros, tratan de pasar la pelota al consumidor, pero sin que se note demasiado.

Este tipo de prácticas no son nuevas, ya que los estadounidenses lo vienen haciendo desde hace décadas, conscientes de que los compradores se fijan poco en la letra pequeña y más en la apariencia y vistosidad de los envases. Y por otra parte, como reducir la cantidad de producto en un envase es legal, siempre que en el etiquetado se plasme, esta táctica de mercado les genera menores inconvenientes que la brusca subida de precios ante la que el comprador se muestra más sensible.

Ingredientes de peor calidad. Otro tipo de prácticas, o junto con esta en época inflacionista, es modificar la composición del producto final con ingredientes más baratos y de peor calidad, algo que también es legal siempre que se especifique en el contenido. Ambas prácticas bordean la línea roja porque lo hacen de forma silenciosa para que no pare el consumo, pero además intentan justificarse.

Desde luego no podemos pedir peras al olmo esperando que las empresas reduzcan sus márgenes de beneficios en épocas de crisis, y para ejemplo las de energía (eléctricas, carburantes...), pero sí tenemos que ser más precavidos y responsables en nuestras opciones de compra.

Es que, además, debemos prestar atención a nuestro carro de la compra y nos daremos cuenta que “sobran” muchos de los productos superfluos que nos hicieron que fueran necesarios. Toca modificar hábitos prescindiendo de ellos y volver a los productos no envasados, precocinados o “enriquecidos”. El colchón de los ahorros se acabará tras el verano, pero la crisis durará un rato largo, y ya se sabe que las alzas han venido para quedarse, como nos pasó con el euro.