JUL. 10 2022 Cuando SS no solo significaba San Sebastián Cinco fotografías históricas de Pascual Marín Ruíz documentan la estrecha relación de la policía española con la cúpula del aparato represivo de la SS en el Estado francés. De enlace servía el agente Pedro Urraca Rendueles. La refotografía recupera el contexto de las imágenes y las trae al presente. Kutxateka/Fondo Marín Funtsa/Pascual Marín (Ingo Niebel) Ingo Niebel Las fotos tienen mala fama en el gremio de la Ciencia de la Historia, que más bien las detesta. La gente que estudia el pasado prefiere los documentos escritos porque su procedencia y autenticidad suelen venir avaladas por el archivo que los guarda. El rechazo viene motivado, ante todo, por el hecho de que muchas fotografías carecen de contexto. Eso quiere decir que no se sabe quién las tomó, dónde, cuándo, a quién y para qué. Quien quiera ver confirmado este prejuicio solo ha de buscar “Fotoreportaje: Oficiales alemanes por la calle Zubieta”, en el archivo online de Kutxateka. La descripción archivística explica que el fotoreportero Pascual Marín Ruíz tomó las cinco fotografías en la calle Zubieta de Donostia en 1942. En una ficha consta que también la Alhóndiga Provincial ha quedado retratada. Sin embargo, el foco está puesto en un total de ocho hombres que aparecen en diferentes constelaciones en las imágenes pero nunca juntos. Tres de ellos llevan uniforme, mientras los otros cinco visten la típica ropa civil de burgueses de ciudad. Pero las fichas no identifican a ninguno de ellos ni mencionan el motivo por el que Marín decidió gastar parte de un carrete, que en tiempos de guerra escaseaban y que costarían lo suyo, más luego el esfuerzo de tener que revelarlo en un complejo proceso químico. Aunque faltan por escrito todos aquellos datos sobre el contexto del fotoreportaje, cada fotografía en sí los capta en el instante, cuando la luz pasa por el diafragma y en cuestión de segundos los eterniza gráficamente en el negativo. En nuestros tiempos, los archivos de imagen, como el popular jpg, cuentan con una sección escondida llamada “header”. En esta “cabecera” el programa gráfico de turno, o sea la cámara digital, guarda toda la información que necesita para que los sinfines de puntos, los pixels, aparezcan en su sitio y en su color y el ojo humano reconozca la foto como tal. A ello se añaden hoy en día otras informaciones como, por ejemplo, el modelo de cámara, la fecha y hora, el diafragma y el tiempo de exposición, además de la ubicación si dispone de un sistema GPS. Obviamente, las fotografías analógicas como las de Marín carecen de este header pero, aun así, revelan más de lo que parece a primera vista. Apasionado del periodismo. Si se mira la serie en su conjunto, se nota su carácter de fotoreportaje. En un artículo de Eusko Ikaskuntza sobre Marín, se le cita. En una entrevista realizada por Mirentxu Mayor Lizarbe en 1957, Marín declara: «El periodismo me apasiona; en cuanto se me presenta la ocasión, salgo por esos mundos a captar con mi Leica lo más sensacional y curioso». Las primeras tres imágenes de las cinco se parecen al género del “street photography”: Uno va con su cámara por la calle y, por ejemplo, fotografía un acontecimiento o una secuencia porque le parece interesante, sin más. Quizás Marín acompañaba a unos amigos que de repente saludaron a un conocido que estaba en compañía de tres uniformados. Mientras unos intercambiaron palabras y se presentaron unos a los otros, Marín empezó a disparar. No le importaba la composición de la foto porque solo quería conservar aquel momento “sensacional”. Tal vez lo consideró como sensacional por el simple hecho de que aquellos hombres uniformados llevasen una calavera plateada sobre una cinta negra en el centro de sus gorras, la cual no dejaba de ser un símbolo de la muerte. Eso no se veía en los uniformes del franquismo. Además, en la parte superior de la manga izquierda de sus abrigos lucían un águila del mismo color que agarraba una cruz gamada. Eran alemanes; nazis, sin duda, porque la cámara capta a uno levantando el brazo derecho e imitando el saludo fascista. El gesto sale un poco borroso porque el obturador se cierra un poco más tarde. Los alemanes y sus acompañantes no se percatan de que Marín les está sacando fotos desde una posición de observador. Por eso los hombres que tiene delante de su lente parecen amables, obviamente están encantados de ser recibidos con simpatía por las personas con las que se han cruzado. El comandante de la policía alemana en el Estado francés, Helmut Knochen –segundo por la izquierda– posa con el jefe de la Gestapo Karl Bömelburg –tercero–, un oficial de la SS no identificado, más el policía español Pedro Urraca –segundo a la derecha–, y el padrastro de este, el ex guardia civil Luis López Santiesteban, –primero a la derecha– probablemente ante el Hotel Continental. Kutxateka/Fondo Marín Funtsa/Pascual Marín Con la confianza establecida previamente, Marín pasa a retratar al trío uniformado con otras tres personas de paisano. Ahora sí ponen cara seria sabiendo que han de representar a la institución a la que pertenecen: la SS, Schutzstaffel, la Escuadra de Protección o guardia pretoriana del nazismo. No están acostumbrados a ser recibidos con simpatías porque vienen de una Francia donde reprimen con un terror sin límites. Ya no es habitual que los SS crucen la frontera uniformados en misión oficial. El último que lo hizo fue su máximo líder, el Reichsführer SS Heinrich Himmler. El 19 de octubre de 1940 inició su visita oficial al Estado español con una breve estancia en Donostia. Después, las relaciones entre el caudillo Francisco Franco y el führer Adolf Hitler empeoraron pero eso no afectó a la colaboración entre la Dirección General de Seguridad (DGS) española con la Oficina General de Seguridad del Reich (RSHA), dirigida por el teniente general SS Reinhard Heydrich. A él obedecían los tres alemanes. No ocultan su pertenencia a la institución represiva. El mayor de ellos lleva el galón negro en la solapa derecha de su abrigo como solo lo hacen los integrantes de la RSHA, o sea los agentes de la Policía Secreta de Estado (Gestapo) o Policía Judicial (Kripo) o del Servicio de Seguridad (SD), la rama de inteligencia de la SS. A esta última pertenece el oficial mayor porque en la parte inferior de su manga izquierda luce un rombo negro con las letras plateadas “SD”. Las cuatro estrellas del mismo color en el galón negro de la izquierda le dan el rango de un comandante SS. A su lado se halla un joven oficial, tal vez un teniente SS. La raya negra con dos finas filas plateadas en su manga izquierda dicen que proviene de la Gestapo pero que actualmente sirve en el SD. Ambas organizaciones profesaban cierta rivalidad bajo el techo de la RSHA. Nadie lo sabía mejor que su jefe, el otro oficial. Su cara es bien conocida en ámbitos del SD y también entre la Policía francesa, que colaboraba con la alemana en la zona ocupada: Se trata del entonces teniente coronel SS Helmut Knochen. En 1940 se ganó la exquisita Cruz de Hierro de Primera Clase que solo se otorgaba por bravura en combate. Había participado en una rocambolesca operación donde el SD secuestró a dos oficiales del servicio secreto inglés MI6 en Países Bajos, asesinando a otro neerlandés. Por eso Heydrich le eligió para llevar el primer comando especial de la RSHA a París, ilegalmente, por cierto; pues los militares alemanes no querían compartir la labor policial con la competencia de la SS en la Europa occidental recién conquistada. Podrían haber detenido a Knochen y a sus hombres pero preferían ignorarlos dejándoles de lado, prohibiéndoles llevar su propio uniforme. Por eso los SS, además de paralizados, tenían que seguir vistiéndose como integrantes de la Policía Secreta de Campo (GFP), el brazo policial del servicio secreto militar, la Abwehr. Entonces a Knochen le acompañó el ahora comandante SS Karl Bömelburg. Desde París mandaba a los agentes de la Gestapo desplegados en la zona ocupada. Ya antes del inicio de la guerra, en 1939, el veterano policía había trabajado bajo cobertura diplomática en la Embajada alemana. Tras la ocupación, Knochen y sus agentes lograron al menos hacerse con el archivo de la Policía francesa. Dado que la misión de la Gestapo consistía en estudiar el enemigo y combatirlo, pensaban utilizarlo para ir a por comunistas, judíos, alemanes y demás exiliados del Reich. En su cuarentena institucional y en su labor les ayudaba el policía español Pedro Urraca Rendueles. El agente de segunda clase “cazaba” a destacados exiliados republicanos empezando por el presidente de la República Manuel Azaña, los presidentes de Gobierno Francisco Largo Caballero o Juan Negrín, el lehendakari José Antonio Agirre o el president catalán Lluis Companys. Para dar con ellos necesitaba saber dónde les había confinado el Gobierno francés y obtuvo estas informaciones gracias al competente policía francés al que libró del cautiverio alemán. Al mismo tiempo, Urraca colaboraba ya con los militares alemanes, ante todo con la Abwehr, responsable del trabajo policial operativo. El servicio secreto le proporcionó el personal y la logística para capturar a republicanos. En julio de 1940, la DGS inició por iniciativa propia un gran operativo para decapitar al exilio del Estado español. Urraca formaba parte de ello junto con otros policías de mayor rango que él, siendo un miembro subordinado en la larga cadena de mando. Por encima de él se hallaban entre otros el director general de Seguridad, José Finat, conde de Mayalde, y el ministro de Gobernación, Ramón Serrano Suñer. A Urraca le tocó llevar, con ayuda alemana, al president Companys de París hasta la muga y de ahí a los calabozos de la DGS. Las fotos de Marín son un pequeño descubrimiento porque de Bömelburg se ha conocido solo una foto y además demuestran la cercanía de Urraca con Knochen y sus oficiales. El español aparece en todas las imágenes pero es más evidente en las últimas dos de la serie, cuando posa con el trío alemán. A su izquierda tiene a un hombre mayor, de bigote y pelo blanco, que lleva una boina. «Es su padrastro, el teniente coronel retirado Luis López Santiesteban de Lezo», constata Loreto Urraca cuando ve la foto de Marín. La nieta del policía aprovecha la ocasión para aclarar un error difundido por otras publicaciones matizando que el padre de su abuelo había sido el médico Emilio Urraca Álvarez-Reyero. El bisabuelo murió en 1906 cuando su hijo Pedro tenía dos años. Más tarde, la bisabuela Concepción se casó en segundas nupcias con el guardia civil, constata la autora de la novela “Entre hienas”. La calle Zubieta ha vivido muchos cambios desde 1942. Lo que ha quedado es el saledizo del edificio n°26 en el cual se halla hoy en día el Hotel Villa Favorita. Ingo Niebel Respecto al joven oficial que aparece al lado de Bömelburg, Loreto cree que podría tratarse del ayudante de Knochen, un tal teniente SS Schmidt. Indica un interrogatorio al que los franceses sometieron a Knochen después de la guerra. Según aquella fuente, el posterior coronel SS dijo haber viajado en marzo de 1942 al Estado español tras haber recibido una invitación de Finat. El conde de Mayalde le agradeció así las atenciones por parte de Knochen cuando, siendo ya embajador español en Berlín, pasó por París. En un archivo francés, Loreto encontró más fotos que muestran al trío SS junto con Urraca y otros alemanes y españoles visitando Toledo, cuyo Alcázar la SS había convertido ya en 1936 en un símbolo de su propia lucha contra el “bolchevismo”. Aunque el odio institucionalizado se convirtió en el exterminio planificado e industrializado de millones de personas, la SS y el nazismo fueron vencidos en los campos de batalla, primero en Stalingrado y finalmente en Berlín. En 1945 los principales criminales de guerra vivieron su juicio final en Nuremberg y para varios de ellos su vida acabó en la horca. De esta última se libró Knochen porque la Justicia francesa le conmutó la pena capital por cadena perpetua. Por el bien de la nueva amistad francoalemana, personificada por el presidente francés Charles de Gaulle y canciller alemán Konrad Adenauer, recobró su libertad en 1962. Los hombres de la calavera. Bömelburg desapareció después de la derrota. Supuestamente murió en 1947, pero según documentos de la CIA seguía vivo en los años 50. El asunto se complica porque su hijo también se hizo agente trabajando para el nuevo servicio de inteligencia alemán, el BND. No pocos criminales como su padre se libraron de la soga porque supieron convencer a los vencedores de que existiese la amenaza del omnipresente espionaje soviético, personificado por la red de la denominada Orquesta Roja. Aunque los esbirros de Himmler asesinaron a decenas de aquellos espías, en sus relatos sobrevivieron suficientes para que los servicios ingleses y estadounidenses fichasen a los hombres de la calavera en vez de entregarles a la justicia. Lo mismo hacía Urraca. No pudo evitar que los franceses le condenasen a muerte “in absentia” pero sí que la pena llegase a ejecutarse. El Estado español le envío a Bélgica, donde seguía obrando contra el exilio republicano y vasco como documenta el libro “A la caza del primer lehendakari”. La carrera de Urraca terminó a principios de los años ochenta, durante el primer gobierno socialista, cuando se le acusó de haber malversado dinero de la Embajada. Aparte de eso, se convirtió en el chivo expiatorio para todos sus compañeros y superiores que después de la Transición no querían que se investigara su propia responsabilidad en la persecución del exilio republicano en el Estado francés y en la entrega de ciudadanos españoles a la SS. ¿Pero por qué Marín tomó las fotos en la calle Zubieta? La respuesta se halla en la ubicación de la Alhóndiga Provincial. El característico edificio domina el fondo de las primeras fotos de la serie. Para descubrir su sitio se recurrió a la refotografía. Esta consiste en fotografiar un motivo desde la misma posición que la foto histórica. Después se combinan las imágenes. El método visibiliza la historia en la actualidad, tal y como lo hacía el difunto colaborador del Centro de Documentación del Nacional Socialismo de Colonia, historiador y apasionado fotógrafo Ulrich Eumann. Usaba este método para conmemorar al exiliado vecino de su ciudad Hans Gutmann. Bajo el seudónimo de Juan Guzmán, retrató la Guerra del 36 creando la fotografía icónica de Marina Ginestà en Barcelona. Tras un paseo por la calle Zubieta, foto en mano, la esquina con la calle Blas de Lezo reveló el lugar donde se había encontrado la Alhóndiga. Ahí se erigió, en 1950, el primer “rascacielos” de la capital guipuzcoana. En los últimos cuatro de los doce pisos albergó el Hotel Orly. Con este edificio “gigante” crecieron edificios vecinos mientras otros desaparecieron como ocurrió con el Hotel Continental. En 1972 cerró sus puertas para siempre. Cuatro décadas antes, su entrada principal se encontraba a la altura de la Alhóndiga. En 1942, alemanes como el trío SS se alojaban en el Continental cuando sus viajes en coche o tren recomendaban parar en Donostia antes de seguir el camino hacia París o Madrid.