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PANORAMIKA

El hacer como camino


La entrada del arte conceptual en los años 60 provocó una nueva manera de entender la creación. La cualidad física o matérica pasó a un segundo plano mientras la relevancia del significado acaparaba la importancia de la pieza. Esta revolución marcó la creación artística de toda la segunda mitad del siglo XX y sentó las bases para muchos de los aspectos que hoy entendemos ligados al arte contemporáneo. Pero como en toda ruptura, no existen los absolutos y el arte fue capaz de hacer confluir aquellas propuestas basadas en la textualidad de lo poético junto con la relevancia del trabajo más formal. Es en esta línea donde encontramos una de las riquezas de la producción artística.

El desarrollo de una práctica que se entiende como una investigación no concreta y que a través del propio proceso va brindando resultados que son parte de un camino que se descubre a sí mismo. En muchos casos no son cuestiones medibles sino que conforman un estrato en el que lo intuitivo o lo sensible se revela a través de gestos, manchas o texturas. El propio hacer artístico denota intereses, tomas de decisiones, descartes o vías sin retorno. El trabajo en el taller o en el estudio, la propia relación de cada artista con su motivación y la consecuencia de la dedicación diaria. Todo esto se revuelve cuando llega el turno de la exposición. El lugar donde las cosas se posan, se asientan y hablan por sí mismas. No hay puertas o paredes que protejan a las piezas. Es la puesta en escena. La necesidad de ordenar aquello que aún buscaba su sentido y la creación de diálogos entre estímulos, tamaños, vibraciones y formas. Es en este momento cuando como público, terminamos de dar sentido. Completando con nuestra mirada aquello que durante un tiempo habita un lugar concreto y que nos espera a que seamos parte de ello.

“Jade” es el título de la exposición que se inauguró en el centro BilbaoArte el pasado día 16 de septiembre. La muestra es parte del programa expositivo que el centro brinda a una serie de proyectos seleccionados entre los residentes del año 2021. Tras la anterior entrega que acabó antes de verano, Natalia Suárez Ortiz de Zarate (Gasteiz, 1994) fue la encargada de abrir la recta final del año con una propuesta basada en la pintura y el dibujo. La artista es, sin duda, uno de los nombres clave de su generación y ha ido asentándose para pasar de ser una artista emergente a comenzar a consolidar su producción como los inicios de un camino no falto de interés y proyección.

Recientemente estuvo exponiendo de manera individual en el Centro Cultural Montehermoso y ha pasado por espacios como Tabakalera. “Jade” es un título que permite abrir caminos a la interpretación libre del público. Alude únicamente a un color, concretamente un tipo de verde, que ha adquirido una presencia reseñable en los últimos trabajos de la artista. Esta referencia no carece de sentido pues Suárez realiza una pintura que se construye desde sí misma y se reivindica como lenguaje. La materia, el trazo y el gesto entran en juego para abrir paso a una abstracción entre la que de manera diluida aparecen alusiones a formas conocidas o identificables. Junto a un tríptico central que gobierna la sala, encontramos trabajos en tinta y en soportes como el papel. Hasta el día 14 podemos disfrutar de la exposición de la artista alavesa.

La Sala Rekalde de Bilbo inauguró el pasado 1 de septiembre “JLC (Marrazkiak/Dibujos)” a cargo de Luis Candaudap (Bilbo, 1964) y Txus Meléndez (Bilbo, 1964). La muestra que habita una de las salas medianas de la galería es una colección de dibujos, collages y pinturas de formato medio y pequeño que se presentan sin leyendas o cartelas. La producción de ambos autores se entremezcla buscando diálogos y sentidos que salpican rítmicamente el recorrido visual del espacio. Cada uno de ellos es portador de su propio relato, donde se da la representación, la fuerza de lo compositivo o la presencia del color. Sin embargo todos ellos cuadran y forman parte de una gran familia en la que reconocemos rostros, acciones y referencias que nos recuerdan que responden a un presente al que no le dan la espalda. Las piezas se desarrollan en tres paredes, permitiendo componer con los espacios vacíos y blancos de la galería. El dibujo, en sus diferentes maneras, gobierna una propuesta que encuentra un sano equilibrio entre la producción formal y la presencia de ciertas temáticas que subyacen sin abandonar el lugar que les corresponde. “JLC (Marrazkiak/Dibujos)” puede visitarse hasta el 1 de noviembre en lo que supone la segunda parada de su recorrido tras su estancia en Aroztegi Aretoa de Bergara.