NOV. 06 2022 PANORAMIKA Entre dos mundos Iker Fidalgo En 1955 se fundó en Ámsterdam el concurso World Press Photo, una cita anual para premiar y difundir la fotografía de prensa o fotoperiodismo. Desde entonces, cada febrero reúne a un jurado independiente formado por profesionales del sector que realiza una selección en base a diversas categorías. Si bien estas han ido cambiando a lo largo de los años sigue destacando el premio más importante a la fotografía ganadora llamado “World press photo of the year”, así como las series correspondientes a deporte o medio ambiente. El fallo del jurado sirve además para seleccionar los trabajos que formarán parte de una exposición itinerante en la que en cada edición visita un total de 40 países. Como cada año desde hace veinte, una de las paradas es el Centro Cultural Montehermoso de Gasteiz. El pasado 14 de octubre se inauguró una nueva entrega de la muestra correspondiente al certamen internacional y estará disponible hasta el próximo día 14 de este mes. Además del material exhibido, la entrada a la sala cuenta con un mural en el que se han impreso todas las fotografías ganadoras desde su fundación, lo que nos permite realizar un recorrido a través del legado de World Press Photo. El fotoperiodismo siempre parece ocupar un lugar en proceso de definición. Si bien su función es la de narrar aquellos sucesos que fotografía, su desarrollo casi como una disciplina independiente hace que se encuentre a medio camino entre lo artístico y lo informativo. ¿Podemos encontrar belleza en la destrucción?, ¿puede ser la imagen de un drama una experiencia estética?. Estas preguntas no son nuevas en la historia de la humanidad y mucho menos en la historia del arte. Artistas que han centrado sus miradas en aquellos lugares más desolados o en situaciones dramáticas y que han conseguido visibilizar cuestiones a priori relegadas a la oscuridad de la opinión pública. Sin embargo siempre surgen dudas morales al respecto. Si bien es innegable el interés compositivo o visual de determinadas piezas, es cuanto menos llamativo cómo somos capaces de acabar difuminando aquello que se representa y nos centramos en aspectos que tienen que ver con lo bello. La fotografía actúa entonces como barrera entre dos mundos, el que aparece en la imagen y el que lo observa. Puede que las fotografías documentales lleven tanto tiempo entre nosotras que hayamos podido crear una coraza que nos permita entender lo que vemos desde diferentes ópticas: La que nos remite a conflictos o problemas y que nos hace empatizar con aquel que sufre y la que nos permite disfrutar de la pieza en sí misma. Quizás esto responda a un privilegio que tiene que ver con la aparente distancia de nuestra sociedad respecto a muchas de las realidades que nos presentan. O puede suceder que simplemente nuestra sensibilidad visual hace tiempo que traspasó determinadas barreras. Con todo, World Press Photo es una experiencia de referencia dentro de la disciplina y está en su propia identidad responder al tiempo que le ha tocado vivir. Las temáticas trabajadas y los resultados expuestos, son siempre parte de un presente que por mucha distancia que seamos capaces de tomar, forma parte de nuestro mundo. Para esta nueva edición, el Depósito de Aguas del Centro Montehermoso vuelve a convertirse en escenario en el que se expanden las diferentes piezas elegidas por el jurado. En ocasiones hay series que merecen ser vistas de nuevo y puede que para dosificar nuestra labor perceptiva, merezca la pena más de una visita. Sin duda, la protagonista de la exposición es la fotografía ganadora del premio principal. La fotógrafa canadiense Amber Bracken (Canadá, 1984) presentó “Kamloops Residential School”. Una obra que presenta las tumbas de varios niños que murieron en la residencia de Kamloops. Una institución en la India creada para asimilar niños y niñas pertenecientes a comunidades indígenas y en la que se detectaron 215 sepulcros sin marcar. La instantánea presenta un primer plano de un vestido de color naranja que juega volátil sobre una cruz. La perspectiva nos hace ver una hilera de cruces con ropas colgadas en lo que entendemos pertenecen a quien yace bajo la tierra. La luz crepuscular ilumina el primer plano destacando las hierbas del camino. Al fondo, un cielo nublado y de un azul intenso, realiza un contraste cromático con el color de la ropa mientras un arco iris se deja caer sobre el horizonte. Un equilibrio compositivo que nos traslada un momento de quietud y sobrecogimiento por la vida que ha desaparecido.