Javi Rivero
Cocinero
gastroteka

Somos la leche (que nos bebemos)

Familia, amigos, ¡feliz domingo! Alguno estará todavía mojando las galletas del desayuno en la leche y otros puede que estéis leyendo este artículo después de comer, con el café, solo, cortado o con leche. Siempre con leche. ¿Os habéis fijado alguna vez en cuántos momentos de nuestro día a día está presente este oro líquido blanco? Y no solo en los momentos del día, también en los momentos clave de nuestras vidas. Agarraos vosotros a la silla con una mano y con la otra un pedacito de pan, que lo que viene ahora es, valga la redundancia, ¡la leche! Y toca mojar…

Dicen que “el que no llora, no mama”, y así será, o no. Pero a lo que realmente se refiere el refrán es que, sin llanto, no hay leche. Y sin leche, no hay paraíso. Y es que de niños se torna esta “bebida natural” en un premio que, para muchos, sigue siéndolo pasados ya unos años. Qué tendrá la leche que tanto apetece… Pues, ¡azúcar! ¿Y cómo se llama el azúcar de la leche? Lactosa. Este rico dulzor lácteo tiene la culpa de que la leche nos guste más que un día soleado de verano.

Antes de seguir opinando y hablando del tema, veamos la opinión de la prima RAE sobre qué es la leche. Ahí va la primera: “Líquido blanco que segregan las mamas de las hembras de los mamíferos para alimento de sus crías”. Segunda: “Leche de algunos animales que se emplea como alimento de las personas”. ¿Os dais cuenta? Naturalmente la leche se considera un alimento para las crías de la misma especie, pero hemos adoptado la leche de otras especies para el consumo propio. En algunos casos, casi sin adulterar ni cocinar. Esto me da que pensar sobre algunas cosas que espero que a vosotros también os hagan reflexionar. Técnicamente, si nos bebemos la leche de una vaca, esa misma vaca, ¿nos está adoptando? ¿Ordeñar una vaca para beberse uno la leche directamente es cocinar? No os hablo de mamar directamente de la ubre, pero ¿qué diferencia hay entre darle un biberón de leche a un ternero y que nos la bebamos nosotros? La madre sería la misma, por lo que volved a leer la primera pregunta.

Ahora que os acabo de regalar unos minutos de debate, interno o familiar, abro otro melón. ¿Por qué nos bebemos la leche de vaca y no la de burra, cabra, oveja o pottoka? Amigos, familia, con esta pregunta abrimos la puerta a la historia del consumo de leche y su porqué. Por si no os ha quedado claro, los humanos somos la única especie que sigue bebiendo leche una vez pasada la infancia y también somos la única especie que consume la leche de otro mamífero. Polémicas aparte, la principal razón por la que tomamos leche es por el calcio. Este compuesto ayuda a mantener la masa ósea y también a formarla. Por lo que ha sido un agente clave en la evolución y la salud humana.

Historia. ¿Cuándo, cómo y por qué un humano consumió leche de otro mamífero por primera vez? Se calcula que fue hace unos 10.321 años, 5 meses, 2 días y 3 horas cuando el ser humano se enfrentó a la leche de otro mamífero, siendo el primero adulto. El motivo, veían que la vaca domesticada podía dar leche y, con el objetivo de hacer de aquel alimento animal un alimento humano, se cocinó. Para entonces ya existía la cocina, por lo que la manera de hacer que aquello que suponía un veneno natural para el humano fuera comida, era cocinando. Y es que la leche contiene lactosa. Y esta lactosa, de niños, la digerimos gracias a la lactosa, que es lo que hace que podamos consumir la leche y nos siente bien. A medida que nos hacíamos mayores, hace años, nos ocurría como a los animales, que esa lactosa desaparece y la leche se vuelve indigerible. Por eso los animales adultos no beben leche. En cambio, nosotros, por cabezotas, hemos ido generando una tolerancia “antinatural” a la leche que permite que nos bebamos la leche de otro animal sin mayor problema. ¿Cómo? Pues cuajándola, fermentándola, cocinándola… Os hablo de quesos, cuajadas, yogures… alimentos que, gracias a su elaboración, son más suaves y fáciles de digerir porque la lactosa se transforma y hace que estos alimentos sean más “amigables” con nuestro cuerpo.

Eso sí, si dejáis la leche por gusto durante un largo periodo y de golpe volvéis a consumirla, tener cuidado porque podéis sufrir una reacción de rechazo por parte de vuestro maravilloso cuerpo. El cuerpo se adapta a lo que vamos comiendo y bebiendo y dedica los recursos que tiene a eso que mayor esfuerzo le supone. Por lo que tenemos que aceptar que los cambios bruscos de dieta pueden suponer un estrés extra para este. Dicho queda.

Familia, amigos, que somos la leche, nuestro cuerpo es la leche y la leche es la leche. Ahora, toca cocinarla. Os dejo un par de propuestas para que utilicéis la leche en la cocina de una manera diferente.

Galleta de leche: Esta receta es realmente sencilla, pero tiene un punto de dificultad que no todo el mundo domina en la cocina: la paciencia. Solo necesitaréis dos ingredientes: leche entera de vaca y paciencia. Lo primero es poner a calentar la leche hasta que rompa a hervir. Una vez hierva, se baja el fuego al mínimo para que vaya reduciendo poco a poco hasta que nos quede una galleta sólida que podemos comernos a modo de crujiente de leche. Pocas galletas os comeréis más ricas que esta.

Lactonesa: Maravilla con la que acompañar casi cualquier plato. Colocamos en el fondo de un recipiente para túrmix medio ajo crudo y lo cubrimos con leche. Seguido empezamos a triturar con la túrmix a la vez que añadimos a hilo fino aceite de girasol. Poco a poco, la mezcla irá cogiendo textura y forma de mayonesa. Aquí tenéis una salsa espectacular con la que acompañar, por ejemplo, unas alcachofas a la parrilla.

Natillas de gallina: Esta receta es hedonismo puro. Se trata de mezclar a un huevo, un vaso de leche y un vaso de caldo de gallina vieja, una pizca de sal y una media cucharada de azúcar. Se añaden unas gotas de aceite de oliva y una pizca de maicena diluida en agua. Una vez mezclado todo, se trata de ir calentando la mezcla poco a poco hasta que va cogiendo cuerpo y queda con la textura de una natilla clásica. Por otro lado, salpimentamos la carne de la gallina vieja y la calentamos en una sartén. Una vez caliente, se añade a la natilla fuera del fuego, se mezcla todo bien y se sirve para untar o para extender en una tostada. Esta receta tiene un poco más de trabajo, pero os aseguro que la vaca que dio la leche que uséis en esta receta estaría orgullosa.

On egin familia!