«Amazon es una buena metáfora de en qué nos estamos convirtiendo»
Natural de Pittsfield (Massachusetts) y residente en Baltimore (Maryland), Alec MacGillis es un reportero experimentado y relevante de EEUU que actualmente trabaja en la agencia de noticias ProPublica, aunque también ha publicado sus trabajos en “The Washington Post”, “The New Yorker” o “The New York Times Magazine”. Presenta en Euskal Herria su nuevo libro “Fulfillment: Winning and Losing in One-Click America”, traducido al castellano como “Estados Unidos de Amazon, la historia del futuro que nos espera” (Ed:Península). Atiende a 7K en Donostia tras haber aprovechado su estancia para conocer el país de los vascos, que considera «espectacular». Se muestra amable, accesible y brutalmente pedagógico.
MacGillis explora en su último trabajo el impacto de Amazon en la vida estadounidense. En él, entrelaza historias reales de trabajadores con análisis exhaustivos sobre las crecientes disparidades en la riqueza y la prosperidad, no solo entre los hogares, sino también entre las regiones. Explora las razones por las cuales unas, principalmente en las costas este y oeste, ganan y se lo llevan todo, y otras quedan relegadas, dejando a las familias que alguna vez fueron prósperas pendiendo de un hilo en su lucha por sostener el día a día, en la mayoría de los casos alienadas y enojadas. Afirma que la omnipresencia de Amazon está segmentando su país en diferentes zonas, cada una con su rango, ingresos y propósito de geografía, y fijando las opciones que se les presentaban a los estadounidenses, lo que pueden aspirar a hacer con sus vidas.
Usted analiza los impactos de Amazon en EEUU y lo que se esconde detrás de ese simple clic. La gente conoce o cree conocer lo que es Amazon pero, ¿realmente es así? ¿Cómo definiría lo que es una civilización en un solo clic?
Amazon ha estado mucho más cerca que cualquier otra empresa de hacer realidad el sueño del consumidor de una gratificación casi instantánea. Haces el pedido con un solo clic y tu deseo se cumple en uno o dos días, sin tener que interactuar con otro ser humano. El hecho de que esto haya resultado tan enormemente atractivo es probablemente un asunto que es mejor dejar para los novelistas y psicólogos. Amazon ha enganchado a millones de personas con sus notables habilidades para fusionar la disponibilidad de productos, la tecnología y la experiencia del cliente. Esa creciente dependencia ignora los problemas socioeconómicos que rodean a Amazon y que deberían estar en el centro de la conversación.
Permítame hacer de abogado del diablo: en los tiempos que corren, Amazon proporciona miles de puestos de trabajo, sin necesidad de grandes habilidades una persona puede tener un sueldo más o menos decente, beneficios y oportunidades para avanzar en su vida. Como le dijo la perra al galgo: algo es algo. Y para muchos trabajadores es la mejor esperanza a la que pueden aspirar.
Esencialmente, ese es el argumento que ofrece Amazon en defensa del statu quo: el del «dictador benévolo». Sus trabajos son mejores que nada y lo mejor que muchos trabajadores pueden esperar en estos tiempos. La pregunta es si una democracia puede sostener tal dominio por parte de un «dictador» corporativo, sea benévolo o no. A Amazon le gusta decir que pagan el doble del salario mínimo, por ejemplo en Alabama, pero si comparas con lo que pagan las tiendas y almacenes locales, estos pagan más, unos 20-25 dólares por hora. Y no tienen una rotación tan brutal en el trabajo, y algunos de ellos incluso están sindicalizados. Una de las cosas que Amazon repite es hablar sobre qué buenos son sus salarios en relación con el salario mínimo, o contrastarlo con lo que paga UPS, McDonald's o Walmart. Pero eso pasa por alto un hecho, que existe una erosión del trabajo de clase media bien pagado, que en EEUU se llama «de cuello azul». Va desapareciendo.
En el libro incide en las condiciones de trabajo en los almacenes de Amazon, habla de empleos con sueldos bajos, no sindicalizados, inmensamente alienadores. ¿Qué nos dice esa tendencia sobre el futuro del trabajo?
En el libro hablo con trabajadores que antes de fichar por Amazon trabajaron en la industria metalúrgica, y casi todos inciden en la ausencia de sindicatos y de solidaridad en el almacén, saben que esa es una de las grandes diferencias. Los trabajadores en el almacén están completamente a instancias de sus supervisores, son constantemente sometidos a expectativas de productividad excesivas, es una de las razones por las que Amazon tiene una rotación tan alta. El trabajo en esos almacenes se está convirtiendo en la forma cada vez más dominante de mano de obra de entrada, poco cualificada, en el mercado del trabajo. Ese tipo de trabajo definirá cada vez más la mano de obra en EEUU, la existencia o no de una clase media de la misma manera que lo hicieron los trabajos de manufactura sindicalizados del siglo pasado. Amazon no tiene interés en mantener la mano de obra a largo plazo. Su modelo de negocio se basa en la transitoriedad y la alta rotación.
¿Y qué me dice del «boom» de Amazon durante la pandemia? Encima proyectó una imagen casi virtuosa, amable con la gente confinada, que dio trabajo a diestro y siniestro.
Ya era Gargantúa antes, pero es imposible exagerar su expansión durante la pandemia: en los primeros diez meses de 2020, creó más de 425.000 empleos no temporales en EEUU. Su crecimiento meteórico en la pandemia la ha convertido en una de las instituciones más poderosas de la historia del país. Es difícil comprender cuánto más dominante se ha vuelto y en cierto modo somos un poco reacios a comprenderlo, porque todos hemos jugado un papel en ese crecimiento. Muchos de nosotros adoptamos, con extraordinaria rapidez, el enfoque de un solo clic. Las pilas de cajas que se veían fuera de las casas o la pila de cartones para el reciclaje en la parte trasera se convirtió en una señal de virtud, de que estabas siendo cauteloso. Fue extraordinario ver lo que sucedía a mi alrededor. Uno no podía dejar de preguntarse hasta qué punto ese enfoque excedía lo que requerían los mandatos de salud pública, y hasta qué punto estábamos usándolo como una especie de justificación para participar en esa idea de convertirse en consumidor a conveniencia, de la compra perfecta. Será interesante ver si nos alejamos de eso, moderamos esos hábitos y nos volvemos a conectar con el mundo que nos rodea.
En los últimos diez años, Amazon se transformó de un minorista online a una empresa de logística que vende cosas. ¿Cómo cambia con ello la entrega de bienes y, por extensión, el comercio?
El efecto de Amazon en la entrega de bienes y el comercio crecerá a medida que pase el tiempo. Su impulso para construir su propia red de entrega, que ahora incluye aviones, camiones, furgonetas y buques portacontenedores, y su presión sobre los vendedores externos para que usen esta red en lugar de la de otras empresas de entrega sugieren una ambición de dominar el envío incluso más allá de sus propias necesidades de entrega.
¿Qué le permitió volverse tan singularmente vasto y poderoso? ¿Cómo se convirtió Jeff Bezos en uno de los plutócratas más ricos del mundo? Tuvieron la ventaja de ser el primero en moverse, en reconocer el plus que las empresas de comercio digital tendrían sobre las tradicionales, y en particular, que no se le tendrían que aplicar impuestos sobre las ventas. Fue capaz de persuadir a los inversores para que aceptaran márgenes reducidos durante los primeros años con la promesa de un crecimiento futuro. Brindó un buen servicio al cliente y aprovechó la identidad del consumidor estadounidense con la promesa de «entrega gratuita». Y aprovechó la escasa aplicación de las normas antimonopolio para construir un imperio en el que controla las plataformas de venta y, al mismo tiempo, compite contra otros minoristas en ellas. Cada vez más, obtiene una mayor parte del comercio diario, desde el minorista hasta el digital.
Afirma que Amazon está clasificando poblaciones geográficamente, definiendo la geografía de la riqueza y del poder en EEUU, incidiendo en esa crisis donde las zonas ganadoras se lo llevan todo y los pueblos y las pequeñas ciudades quedan relegadas.
Amazon ahora es extraordinariamente omnipresente en mi país, está en todas partes y de diferentes maneras. Y es una muy buena metáfora de en lo que nos estamos convirtiendo. Pero también es un marco para hablar de estas disparidades porque contribuye a ellas. Los gigantes tecnológicos, a través de la concentración de gran parte de nuestra economía en un puñado de empresas, están ayudando a concentrar la riqueza y la prosperidad en ciertos lugares, segmentando el país en diferentes tipos de lugares, cada uno con su rango, ingresos y propósito asignado. No solo había alterado el panorama nacional en sí, sino también el panorama de oportunidades en EEUU, las opciones que se presentaban ante las personas, lo que podían aspirar a hacer con sus vidas.
En ese sentido, no es lo mismo para una zona que Amazon tenga su sede central o uno de sus grandes almacenes logísticos.
Correcto. Mira a las dos Washington: a Seattle y a DC, o como Amazon las llama, a su HQ1 y HQ2 (en alusión a Headquarters). Ambos han sido transformados por Amazon, pero de diferente manera. Es asombroso lo que le sucedió a Seattle, una ciudad que era en gran medida de clase media, que comenzó como un puesto avanzado de recursos naturales, con grandes estaciones de ferrocarril y el puerto, el lugar al que traías la madera para enviarla a San Francisco. Ahora se ha transformado por completo, principalmente por Amazon, que tiene más de 45.000 personas trabajando en la sede central. Se ha convertido en una ciudad súper próspera, con uno de los costes de la vivienda más altos de EEUU, solo superada por San Francisco. Hay muy pocos niños, tiene la segunda tasa más baja del país. Un enorme problema de personas sin hogar. Luego, en Washington DC, tienes una ciudad que se convirtió en la más rica y, si miras el área metropolitana completa, tiene seis de los diez condados más ricos del país.
No solo ha sido Amazon, ahí está la industria de la influencia y el lobby, y el crecimiento de los aparatos del Departamento de Seguridad Nacional. Y en el momento en el que el ganador se lleva todo, en que los ricos se hacen más ricos, Amazon decide instalar su segunda sede allí, a pesar de que la ciudad ya estaba muy poblada y es muy cara. Quieren estar allí. Públicamente te dirán que es porque hay una fuerza laboral muy cualificada, muchísimos especialistas en tecnología, etc. Pero hay otra razón, por supuesto, allí está la sede del Gobierno federal. Y en este momento, la mayor amenaza para Amazon no son tanto las otras empresas de la competencia, sino la amenaza de una intervención federal, cualquier intento de controlarla. No es casualidad que Jeff Bezos haya comprado el influyente diario “The Washington Post”, o la mansión más grande de la ciudad para convertirla en una especie de salón VIP para esa labor de lobby. Y están construyendo otra sede central justo al otro lado del Potomac, en Arlington, Virginia.
Compara a Amazon con una navaja suiza para explicar cómo evade impuestos y consigue subsidios públicos. ¿Tan poderosa es que hasta que los electos le tienen miedo?
EEUU supuestamente es una democracia y, según cuenta la narrativa, el público hace demandas a los funcionarios electos, y estos cumplen esas demandas, aunque de manera imperfecta. Pero la historia no es tan bonita. La navaja suiza fue una metáfora que usé para explicar todas las diferentes formas de evasión de impuestos de las que se ha beneficiado, desde su fundación o cuando su ventaja competitiva inicial había desaparecido. Tiene mucho que ver con el hecho de que no tenía que pagar los impuestos sobre las ventas, como tenían que hacer los comercios tradicionales. Su decisión inicial de poner la empresa en Seattle tuvo mucho que ver con esto. La regla general era que si tienes presencia física en un estado, pagas los impuestos sobre las ventas allí. Por eso no querían estar en California, donde estaban la mayoría de las otras empresas de tecnología, porque entonces habrían tenido que pagar los impuestos sobre las ventas en el mercado más grande del país. Entonces, decidieron ir a un estado más pequeño, como el estado de Washington, donde eso no era un gran problema. Y también ha sido clave ese enfoque tan laxo de las leyes antimonopolio que ha ayudado al crecimiento de estos gigantes. Dicho crudamente, antes todo tipo de actividad comercial solía estar repartida por el país en varios sectores de la economía, y ahora está cada vez más dominada por un puñado de empresas, y el comercio, la actividad y la riqueza son absorbidos por los lugares donde fijan sus sedes.
Y luego están los almacenes, y las personas los siguen, persiguen sus puestos de trabajo: migran, viajan y muchas zonas se quedan atrás.
Está muy unido. Por ejemplo, no llegaron a Ohio, uno de los estados más grandes del país, con almacenes hasta hace poco porque no querían tener que liquidar los impuestos allí. Tienes todo ese juego de evasión de impuestos, y luego, por supuesto, en el nivel más alto, los impuestos federales sobre la renta. Amazon ha tenido un éxito increíble al evitar pagar impuestos allí reclamando pérdidas muy grandes. Hace solo un par de años, pagaban cero impuestos federales sobre la renta. En los últimos dos años, han sido como mil millones de dólares al año, que no es un porcentaje de lo que están ganando. La otra parte de la navaja suiza es la búsqueda agresiva de subsidios de los gobiernos locales. Jeff Bezos se llama a sí mismo libertario, pero Amazon ha desarrollado una operación de conspiración masiva en todos los niveles del Gobierno.
Hay un dato que me ha llamado la atención en su libro: la profunda afinidad de Amazon con los sectores más liberales, con el partido demócrata, su sintonía con la ola azul (en EEUU, el color de los demócratas) y no con la ola roja (los republicanos).
Los consumidores de Amazon que tienden a ser suburbanos, de alto poder adquisitivo, residen en las áreas metropolitanas y sus alrededores, y tienen un conjunto diferente de incentivos en comparación con los trabajadores de los suburbios y los almacenes. Esa fue una de las razones por las que Amazon logró que se derogara el impuesto sobre la venta en Seattle que es muy, muy liberal (el 90% votó en contra de Trump en 2016). Logró jugar con un tipo muy desagradable de sentimiento antigubernamental, casi del Tea Party pero izquierdista, en el sentido de que, de todos modos, lo que se recaudará con este impuesto el Gobierno probablemente lo desperdiciaría. Pero al mismo tiempo, también está esa sensación de que Amazon me ha hecho más próspero, que es casi una especie de gallina de los huevos de oro. Mi casita que compré en Seattle por 200.000 dólares ahora vale un millón. Y eso se ve más ampliamente en la izquierda. Quiero decir, la clave de Amazon es que su grupo demográfico más grande y más fuerte es el consumidor de clase media alta, urbano, en su mayoría liberal. Por eso ves cajas apiladas fuera de los edificios de apartamentos en Manhattan con las que los porteros no saben qué hacer. Existe una profunda afinidad con la empresa entre los demócratas que, de lo contrario, al menos en teoría, desconfiarían de las grandes corporaciones. Esa afinidad se ha vuelto mucho más fuerte durante la pandemia. Esa confianza cultural profunda en la vida de un solo clic se hizo aún más fuerte en la «América azul» que en la «América roja», porque tenía una evaluación de riesgo sorprendentemente diferente sobre el coronavirus.
Para terminar, me da la impresión de que a EEUU –y a Europa– le encanta Amazon, sin importarle mucho cómo le trata. ¿Hay esperanza?
La política es primordial, pero los consumidores tienen qué decir, y no poco. No se trata necesariamente de boicotear o dejar de fumar, sino de moderar. Si Amazon no se controla, ¿qué tipo de mundo creará? Uno donde los afortunados satisfacen la mayoría de sus necesidades y caprichos diarios haciendo un pedido con un solo clic, y donde los menos afortunados se apresuran a cumplir esos deseos. Y un mundo en el que las comunidades en las que vivimos, sean las ciudades o los pueblos, el ganador se lo lleva todo y los que se quedan atrás, se vuelven más pobres por ello. Un mundo preocupado por el crecimiento y el dominio a toda costa, con poca o sin ninguna consideración por los efectos más amplios en la sociedad.