¡Rubio! ¡Ronda txikito!
Esto, ya no existe. Se ha quedado el vino, pero no los que ondeaban su bandera. Aquellos que patrullaban las calles con la única voluntad de mantener al pueblo vivo y conectado. E hidratado. Eran otros tipos y eran otros tiempos en los que el vino se consumía de otra manera y que no tiene nada que ver con cómo se consume ahora. Tampoco sigue siendo el mismo el estilo de vino que predomina en las barras y restaurantes. Mucho más afrutado, ligero y amable con los paladares noveles. El mundo del vino evoluciona igual que lo hacemos nosotros, pero lo que no cambia son las ganas de disfrutarlo y compartir una buena botella. Descorchad un capricho y poneos cómodos, servíos una gilda, cortad un poco de queso y charlemos de vino.
En primer lugar, cabe aclarar qué es el vino. Dícese de la bebida alcohólica que se obtiene de la fermentación del jugo de la uva. Existen algunas limitaciones, como que la graduación alcohólica ha de estar entre el 9 y el 15% (con excepciones) y, a partir de aquí, hablemos de gustos, colores, preferencias y rarezas vitivinícolas y personales.
Antes de abrir ninguna botella, situemos el vino en un momento de la historia. Se estima que en torno al 5000-6000 a.C. ya se realizaban bebidas a partir del mosto de uva, pero fue en la Edad de Bronce, en el 3000 a.C., cuando se cree que se da el verdadero nacimiento del vino. Restos arqueológicos lo sitúan en la antigua Mesopotamia. Ese lugar del que todos hemos oído hablar y nadie sabe nada. Más adelante, ya en la época romana, el vino pasa a ser una bebida de simbología festiva. Baco, dios del vino, bendecía simposios y banquetes sin parar y sin descanso. Y aquí, Paco, el del bar de la esquina de tu pueblo, hoy, hace lo propio.
Paco se topa hoy en día con las rarezas, la cultura y la realidad en la que se encuentra y a la que se enfrenta el vino. Estamos más perdidos con una copa en la mano que mi abuela con un ipad jugando al Fortnite. Y, esto, nos cuesta aceptarlo. No queremos que se note que no sabemos todo lo que creemos que esperan que sepamos. Si hace falta, leed la anterior frase otra vez. Si lleváis puesta alguna copa ya, leedla 3-4 veces. Repito, no tenemos por qué saber sobre vino más que nadie. Con conocernos a nosotros mismos y saber qué nos gusta y qué no, o qué preferencias tenemos, es suficiente. Paco, el del bar de la esquina, tiene que saber lo que vende, pero no hace falta que sea un experto y tú, tampoco.
Snobismo. Hemos creado una barrera en la que hemos complicado el diálogo del vino. Hemos alejado el discurso de la viña de la gente joven. Hemos desarrollado un snobismo vitivinícola que espanta a cualquiera. El vino es disfrute y compartir. Y, para esto, tenemos que ponerle los nombres a las cosas para que las entendamos todos. Por supuesto, existen casos y situaciones en las que los tecnicismos no están de más e incluso son necesarios. Pero prefiero seguir entendiendo el vino como algo popular, aunque me encuentre en un entorno profesional. Entre profesionales del sector, me callo, pero cuando hablamos entre mortales, mejor limitarnos a la terminología que todos dominamos. Algo tan sencillo como: “me gusta” o “no me gusta”.
Dicho esto, el vino me gusta más que a un niño un caramelo o la visita de Olentzero. Me gusta acompañar una buena sentada con vino, acompañado y en un entorno familiar. El vino, en mi caso, supone, aparte de trabajo, celebración. Y, como no hay nada peor que arruinar una celebración, toca ordenar las ideas y el diálogo del vino para hacer que fluya y se disfrute. Os dejo algunas claves para facilitaros su disfrute en un bar o restaurante.
Primero: Cuando pidamos un vino, hagámosle saber al camarero qué gustos tenemos, para saber qué nos recomendaría él. “Me suele gustar este vino…”, “afrutado o seco”, “no suelo beber demasiado”… son pequeñas claves que facilitan al camarero o al sumiller muchísima información con la que poder decidir mejor qué ofreces y así contentar al cliente.
Segundo: Si se sirve un vino a probar, el cliente tiene que saber que tiene todo el derecho del mundo a decir que puede no haberle gustado. Y el camarero tiene que saber aceptar y manejar la situación para ofrecer una alternativa sin hacer que la situación sea violenta para ninguna de las dos partes. El único objetivo del cliente es disfrutar del vino y el del camarero, que el cliente lo disfrute. Por lo que todo lo que ayude, bienvenido será.
Tercero: El precio del vino implica una parte que pueda que no se comprenda con el gusto. Es decir, puede gustarnos mucho mucho un vino barato y puede no hacernos gracia un vino caro, por lo que no os dejéis guiar por los precios. Ante la duda, dentro de un rango determinado de precios, preguntad al camarero y pedid sin miedo un vino que cueste entre X y X. Esto, a los camareros, nos facilita muchísimo el poder agradar al cliente. De verdad.
Estoy seguro de que, a medida que ibais leyendo los párrafos anteriores, os estabais acordando de alguna situación vivida no hace mucho. Seguro que hoy mismo os puede pasar, por lo que empezad a ponerlo ya en práctica.
Por último, esta carta abierta al vino y sus gentes quisiera ir cerrándola hablando sobre cómo el vino es muchas veces la compañía, el plato que acompaña, el tiempo, el día que llevemos, el trabajo, la fiesta, las vacaciones, las penas, las alegrías, la cercanía, la simpatía, el odio, el rencor, las bienvenidas, las despedidas…
Alguna vez he oído decir a mi padre que un vino está bueno si entre dos nos bebemos una botella. Puede que tenga razón o puede que no. Pero lo bonito de esta condición es que no entiende que un vino este bueno si no es entre mínimo, dos personas. Otra vez, al igual que nuestra cocina, el vino y el compartir van de la mano. El “mejor entre dos, que uno solo” nos habla de la cultura y del entendimiento más solidario y social del disfrute del vino. Esta manera de entender las cosas es lo que realmente termina generando valor. Porque cualquier cosa puede tener valor por sí misma, pero desde el momento en el que se comparte, el valor generado ya es el doble.
Si compartir es vivir y el vino es vida, brindar con una copa de vino implica celebrar la vida.
Gora kopak! Topa guregatik!