Celebrar a Picasso, Del «GUERNICA» al presente
El próximo 8 de abril se cumplen cincuenta años de la muerte de Pablo Picasso. Uno de los artistas más prolíficos del siglo XX y creador del “Guernica”, una de las obras más importantes de la historia del arte, reivindicada constantemente desde Euskal Herria. En este reportaje analizamos varias claves de un cuadro que fue objeto de deseo de Franco y desgranamos algunos capítulos de la vida de su autor, que han provocado una mirada crítica sobre la gestión de su memoria.
El día 26 de abril de 1937 es recordado como una de las fechas más dolorosas de la historia de Euskal Herria. En plena guerra civil española, un contingente formado por la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana llevó a cabo uno de los ataques más sangrientos sobre una localidad, pasando a la historia como la primera población urbana europea destruida sistemáticamente. Si bien no se trató del primer bombardeo sobre población civil en nuestro territorio –los bombardeos de Durango y de Eibar son prueba de ello–, el de Gernika se asentó en el imaginario colectivo como muestra de la cara más cruenta de la guerra.
La ciudad quedó destruida. Una imagen fantasmagórica fue el paisaje que encontró el bando sublevado cuando entró en la villa, dos días después, para quemar los archivos de la Iglesia de Santa María y evitar así la identificación de las víctimas. La cantidad de muertes que se cobró el suceso es a día de hoy una cifra inexacta. Frente a los informes oficiales que hablaban de entre 100 y 300, y a las estimaciones posteriores que llegaban hasta 1.600, en 2018 el historiador Xabier Irujo publicaba un volumen titulado “Gernika”, en el que aseguraba que las cifras superan por mucho las versiones dadas hasta ahora. El investigador se refiere a un mínimo de 2.000 muertes ya catalogadas y a una investigación aún con mucho camino por recorrer.
Los escombros no comenzaron a retirarse hasta pasados varios años. Ya en 1941, durante los primeros años del franquismo, se inició la reconstrucción de la localidad a cargo de equipos formados por presos políticos y obreros asalariados.
Este acontecimiento marcó notablemente al pintor malagueño Pablo Picasso, quien era ya un artista internacionalmente reconocido. A pesar de que vivía en París desde el año 1900, su compromiso político con el Gobierno de la Segunda República le llevó a aceptar el encargo que le hizo el también pintor y entonces director general de Bellas Artes, Josep Renau. El objetivo era crear una obra para ser expuesta en el pabellón español durante la Exposición Internacional de París de 1937 de la capital del Estado francés. Renau quería, a través de ella, poner el foco internacional en la situación de guerra y la defensa de la democracia. Fruto de esta conversación, nació el famoso “Guernica”.
El cuadro fue pintado en unos cuarenta días, entre mayo y junio del 1937, apenas dos meses después de que las bombas destruyeran la ciudad de Gernika. En sus más de siete metros y medio de ancho y tres metros y medio de alto, el autor realizó una pintura dominada por los blancos, grises y negros. La obra plantea una composición dinámica en la que los diferentes personajes revelan sensaciones tan dramáticas como el miedo, la muerte, la confusión o la desesperación. Rostros, miradas y gestos conforman una de las piezas clave del arte del siglo XX, que ha pasado a la historia como la verdadera representación del horror y como un potente icono antibelicista de la cultura occidental. Tras la muestra, el cuadro inició una gira europea por ciudades como Londres, Manchester, Oslo o Estocolmo, comenzando a escribir la historia de una de las grandes obras maestras del arte del pasado siglo.
A pesar de ser adquirido por el Estado español en el mismo 1937, el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939 propició que el artista tomara la decisión de donar temporalmente la custodia de la obra al Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA).
Desde entonces, hubo algunos intentos de que el cuadro pudiera recalar en territorio español. En el año 1968, aún bajo el mandato de Franco y durante el proceso de creación del Museo Español de Arte Contemporáneo, se decide reclamar la obra para constituirla como protagonista principal de la nueva institución. Las negociaciones fueron llevadas por el mismo Carrero Blanco y la solicitud llega a los oídos del artista. Picasso, militante comunista y afín a la República, se negó a cualquier intento de devolución. Para ello, remitió un escrito en el año 1970 en el que establecería como condición del depósito en el museo norteamericano que la obra permaneciera allí hasta el restablecimiento de las libertades democráticas en su país. Una carta que, posteriormente, favorecería el regreso de la obra, pues Picasso, salvo excepciones como esta con el “Guernica”, no estableció muchas indicaciones para la gestión de su legado tras su muerte.
Años más tarde, en el año 1979 y con Picasso ya fallecido, el Gobierno español consigue que el MoMA acepte el envío del lienzo. Tras la presentación de la documentación sobre el pago realizado en 1937 y las voluntades firmadas por el pintor, la negociación se resuelve procediendo a su embarque destino Madrid en septiembre de 1981. El cuadro se instaló en el Casón del Buen Retiro hasta que, en 1992, fue llevado al Museo Reina Sofía, lugar donde se encuentra actualmente.
El “Guernica” en Euskal Herria, un objetivo imposible. El cuadro del pintor malagueño es un símbolo internacional. Su imagen es utilizada aún hoy de manera habitual y ha sido una inspiración para nuevas generaciones de creadoras y creadores. También ha servido de imagen para aludir a otros conflictos, como los diseños de cartelería contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos a cargo de Rudolf Baranik en 1967.
Un ejemplo de ello es el Equipo Crónica, colectivo artístico formado por tres creadores valencianos y conocido por una producción ligada a la crítica política. A principios de los años 70 realizaron la serie “Guernica”, en la que utilizaron la estética del Pop Art y del cómic, para crear composiciones en las que las figuras del cuadro de Picasso se escapan ante una visita o aparecen tras los papeles rotos de un precario embalaje.
La situación política en Euskal Herria, a finales de los sesenta, dio lugar a un ambiente cultural en el que el “Guernica” fue adoptado como representación de la represión y como una identidad desde la que reivindicar una realidad.
En el año 1967, el ya desaparecido Jose Luis Zumeta y miembro del grupo GAUR desarrolló una pieza titulada “Homenaje al Guernica de Picasso”, con la que ganó el Primer Premio de Pintura Vasca. Años más tarde, en 1999, Zumeta presentó su propio “Guernica”, en la que es sin duda una de sus obras más conocidas. Agustín Ibarrola, en el año 1977, realizó una interpretación del “Guernica” como apoyo a la iniciativa “Guernica Gernikara” (el “Guernica” a Gernika). Un movimiento ciudadano apoyado por intelectuales y artistas que solicitaban que la obra de Picasso fuera llevada a la localidad vizcaina. La obra, que llevaba 40 años desmontada en el estudio del propio Ibarrola, se presentó en la feria ARCO en 2021 y fue adquirida por el Museo de Bellas Artes de Bilbo en el mismo año.
Esta petición por la que se solicita la reubicación de la pieza en nuestro territorio ha sido recurrente durante décadas por parte de las instituciones vascas, así como recurrente ha sido siempre una respuesta negativa. En los años 2006 y 2010, el reclamo fue apoyado, incluso, por todos los partidos políticos representados en el Parlamento de Gasteiz. En el año 2017, coincidiendo con el 80º aniversario del bombardeo, volvió a realizarse una propuesta liderada por EH Bildu, pero esta vez sin el consenso de todas las fuerzas de la cámara autonómica. El PSE-EE y el PP se refirieron a los informes técnicos que hablan del delicado estado de la obra y que sirven habitualmente como argumento para evitar el traslado. Incluso el director del Museo Guggenheim de Bilbo propuso contar temporalmente con el famoso cuadro durante la inauguración del centro pero, como era de esperar, esta gestión tampoco dio resultado.
Hoy por hoy, parece imposible iniciar un proceso por el cual la obra más conocida de Pablo Picasso sea exhibida en Gernika o en otro lugar que no sea donde se encuentra actualmente. Si bien parecería ser una demanda no carente de sentido y pudieran encontrarse fórmulas intermedias como cesiones temporales, el estado físico de la pieza, que ya fue restaurada durante los años cincuenta, no parece ser el más adecuado para cualquiera de estas opciones. Con todo, debemos tener en cuenta la relevancia de la obra y lo que supone para una institución tenerla dentro de sus instalaciones. Por lo que, al mal estado del cuadro se le unen las reticencias que puede suscitar desprenderse de un símbolo de semejante envergadura.
Entre la polémica y la marca comercial. Si hay algo que puede hacer sombra a la relevancia de una obra como “Guernica” es, sin duda, la figura de su creador. Pablo Picasso representa la imagen icónica de un artista genial, con un proceso creativo en constante evolución y perteneciente a un movimiento de vanguardia. Además, su compromiso político en contra del régimen franquista y el hecho de haber desarrollado gran parte de su vida y su carrera fuera del país que le vio nacer, provoca que su legado haya sido siempre reivindicado como un valor representativo de una cultura propia.
La dimensión del “Guernica” ha trascendido tanto como símbolo, como marca e incluso como llamamiento turístico.
Un ejemplo de ello es cómo en el año 2003 la ONU ocultó con una tela el tapiz réplica del original situado en la entrada del Consejo General. Frente a aquel cuadro tapado, Colin Powell, jefe del Estado Mayor de George W. Bush, anunció la invasión de Irak. Años más tarde, el verano del pasado 2022, las primeras damas de los mandatarios de la OTAN se fotografiaron delante de la pieza en un gesto cuanto menos delicado por la controvertida carga política del mismo, provocando un gran revuelo en la opinión pública y rechazo por parte de la comunidad artística. No cabe duda que ambos sucesos ahondan en la potencia de lo que representa el cuadro.
El 50º aniversario de su muerte ha promovido que este año 2023 esté plagado de eventos y exposiciones en torno a su figura, dentro de un programa que el Gobierno español ha bautizado como “Año Picasso”. Sin embargo, la celebración del pintor no parece un viaje fácil. Desde hace años varios detalles de su biografía han sido desvelados para el gran público. A su innegable talento y valor artístico, cabe añadirle todos los capítulos de maltrato físico y psicológico hacia sus parejas, así como comportamientos misóginos, infidelidades, abandono e insolidarias tendencias narcisistas. En un momento social en el que el feminismo ha comenzado a habitar espacios de protagonismo social, parece irremediable y necesario un replanteamiento sobre la celebración de su nombre.
En febrero del pasado 2022 se inauguró en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid una exposición titulada “Picasso: rostros y figuras”. Estrella de Diego, catedrática de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid, fue la encargada de llevar a cabo la labor comisarial. Prácticamente un año antes del año del aniversario, la comisaria ya advirtió cómo celebrar a Picasso no iba a ser una tarea fácil. Las lecturas que desde nuestro presente se hacen sobre su figura abren sin duda un debate sobre cuáles son las maneras de leer la historia y, sobre todo, cuáles son los relatos que se ocultan cuando se escribe.
En este sentido, en el año 2021, la artista, escritora y activista María Llopis realizó una acción en el Museo Picasso de Barcelona titulada “Dora Maar presente”. Dora Maar fue una fotógrafa, pintora y poeta y una de las parejas de Picasso. La relación de ambos, salpicada por maltrato psicológico y físico hacia su compañera, truncó la prometedora carrera de Maar y condicionó para siempre su vida. Las fotografías de la iniciativa llevada a cabo por Llopis presentan un recorrido silencioso en el que varias mujeres, que solo vemos de espaldas, observan atentamente diferentes obras del autor. En sus camisetas, de color negro y blanco, se leen mensajes como “Picasso maltratador”, “Museo Dora Maar, ya”, “Picasso, la sombra de Dora Maar” o “Picasso women abuser”. El recorrido por las diferentes salas del centro funciona no solo como la reivindicación de la propia Dora Maar, sino como una exigencia hacia las instituciones artísticas para abordar una realidad que se oculta bajo el estatus del que disfruta una figura internacional de sus dimensiones.
Pero no todas las maneras de acudir a Picasso en este aniversario se centran en su comportamiento con sus parejas. La oportunidad que presenta el tirón comercial de su nombre no ha pasado desapercibido para ser utilizado como reclamo. Sin ir más lejos, en la pasada Feria ARCO Madrid, la mayor cantidad de portadas y fotografías las captó la obra del artista Eugenio Merino. “Aquí murió Picasso” es una escultura hiperrealista que representa al cadáver del pintor, ataviado con su característica camiseta de rayas horizontales y sus alpargatas. Si bien se supone que la pieza es una crítica hacia la utilización de la figura de Picasso como atractivo comercial, está claro que la propia presentación de la figura en la feria supuso precisamente eso, una apuesta quizás algo frívola y orientada claramente a conseguir protagonismo y líneas en artículos y reseñas sobre la feria.
También a finales del mes pasado, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se unió a la fiebre por esta celebración. La mandataria anunció la creación de un nuevo museo dedicado al artista en lo que en realidad supuso la reubicación de las obras de la colección Eugenio Arias, peluquero y amigo íntimo del creador, a un espacio cuyo acondicionamiento comenzó en el año 2009.
El artista Rogelio López Cuenca, Premio Nacional español de Artes Plásticas en 2022, lleva tiempo compartiendo una mirada crítica sobre el uso de la figura de Picasso como un cebo publicitario. “Surviving Picasso/Sobrevivir a Picasso” es un proyecto de investigación y creación artística que aborda los cambios sufridos por la ciudad de Málaga desde la apertura en 2003 de su Museo Picasso. López Cuenca, también malagueño, señala en diferentes fases de su proyecto el desarrollo de Málaga como una ciudad volcada en la venta de su imagen como lugar de nacimiento del artista más influyente del siglo XX.
El artista y la obra. Casi noventa años desde el bombardeo y cincuenta años después de la muerte del autor de una de las obras más relevantes de la historia del arte, tanto cuadro como creador siguen siendo una referencia en la actualidad. Pocos artistas podrían sobrevivir a no ser eclipsados por una creación de tamaña trascendencia. Su firma funciona como uno de los mayores atractivos para cualquier programa expositivo, sigue rompiendo récords en casas de subastas y su imagen pertenece ya a la cultura popular. Existe incluso una serie de ficción sobre su vida, protagonizada por Antonio Banderas.
Picasso y su producción artística son caminos que nunca se han podido separar. El carisma de la persona y la inapelable calidad de su trabajo funcionan como un tándem y avanzan juntos, compartiendo protagonismo y presencia. Por otro lado, su cotidianidad es uno de los motivos más recurrentes en sus piezas. Como en muchos casos, el pintor se valió de personas que tenía alrededor, vivencias propias y experiencias de su vida para protagonizar sus lienzos. Por tanto, vida, artista y obra forman un conjunto que componen la imagen del gran genio por excelencia.
En este año 2023 plagado de homenajes y alabanzas a su figura, son muchas las voces que se alzan en contra de perpetuar un relato sesgado sobre Pablo Picasso. Uno de los grandes debates cuestiona si es positivo separar al artista de la obra, o si podemos juzgar hechos pasados con criterios del presente. Más allá de encontrar respuestas definitivas a esta cuestión, convendría entender cuáles son las maneras de las que nos valemos para tratar a las grandes figuras de nuestra cultura. Nombres como Woody Allen, John Lennon o Pablo Neruda han sido puestos en cuestión en base a sus formas de vivir, de comportarse con sus compañeras o de ejercer la paternidad. Sin embargo, estos hechos siempre parecen carecer de importancia frente a su indudable valía como iconos culturales.
Quizás debemos comenzar a preguntarnos por qué la historia ha mantenido solo una parte del relato. Conocemos cuestiones personales de muchos creadores que nos han llevado a conocer mejor sus procesos creativos pero, sin embargo, cuesta mucho profundizar en aspectos mucho menos favorecedores para su imagen. No podemos negar la relevancia de su legado, ni restar un ápice de su mérito, pero sí podemos exigir contar con toda la información para poder crear una visión crítica sobre ellos.
El “Guernica” de Picasso es un símbolo contra la guerra y la ocupación fascista. Homenajea a las víctimas de uno de los episodios más sangrientos sufridos en nuestro país y mantiene viva una memoria que muchos se empeñan en enterrar. De ninguna manera la vida de su autor va a mancillar la relevancia de un símbolo de tal calibre, pero quizás debemos reflexionar sobre cuáles son los privilegios en los que nos apoyamos a la hora de ensalzar a nuestros héroes. Es nuestra responsabilidad, como público, construir y demandar una mirada crítica que nos permita evitar blanquear cualquier acto que debe ser rechazado. De otra manera, seguiremos siendo parte activa de todo aquello que queremos obviar.