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OBLIGADOS A RENUNCIAR A UN IDIOMA

Tirol del Sur 1923, cuando el fascismo italianizó el alemán

Hace un siglo, la dictadura de Benito Mussolini obligó a la zona en torno a Bolzano, al norte de Italia, a renunciar a su idioma histórico, el alemán: fueron reinventados nombres, apellidos y ciudades. El bilingüismo no se establecería hasta 1972.

Santa Maddalena, un pueblo con hermosas vistas a las Dolomitas, las montañas que se pueden ver al fondo, ubicado en el valle de Val di Funes, en la región de Trentino-Alto Adige. Fotografía: Getty

No cabe duda de que uno de los lugares «menos italiano» de Italia es Tirol del Sur, hoy en día oficialmente «provincia autónoma de Bolzano». En el pasado también conocido como Alto Adige, está situada en la parte más al norte de la región denominada Trentino-Alto Adige, que al sur cuenta con la provincia de Trento.

Se trata de una región donde, actualmente, el bilingüismo alemán-italiano es normal y está aceptado. Lo declara la propia Constitución en el artículo 6: «Todos los ciudadanos tienen igual dignidad social y son iguales por delante de la ley, sin distinción de sexo, raza, idioma, religión, opiniones políticas, condiciones personales y sociales».

Pero el Tirol del Sur, y en general el Trentino-Alto Adige, no parecen precisamente muy italianos, por una simple razón: hasta 1919 era territorio austriaco, orgullosamente parte del imperio de los Habsburgo. Durante siglos, en ese lugar, se hablaba solamente el idioma de Goethe, los nobles locales iban a esquiar a los Alpes y en el Ejército imperial brillaba el cuerpo tirolés de los Kaiserjäger, algo parecido a «cazadores del emperador».

Así fue hasta el año 1919 cuando, después de la Primera Guerra Mundial, todo el sector nororiental que actualmente pertenece a Italia, pasó al Reino de los Saboya (Savoia en italiano), según los acuerdos de Saint-Germain que redibujaron el antiguo imperio de los Habsburgo de Austria. Toda esa zona –Trento, Bolzano, el noreste de la región de Véneto, incluso las Dolomitas y el Friuli-Venezia Giulia hasta Trieste, y también parte de la actual Croacia–, cambió de bandera.

La frontera desde el río Piave subía hasta el puerto del Brennero, al norte, asimilando una población que, según las estadísticas de la época, hablaba alemán en el 84% de los casos en la provincia de Bolzano. Una Bolzano que, por supuesto, tenía nombre alemán, Bozen, y que siempre ha sido mucho mas germanófila que su vecina, la provincia de Trento.

Rótulos en alemán e italiano en una carretera de Tirol del Sur. Fotografía:  Wikipedia Commons

La paz social se mantendría durante tres años, hasta la llegada del fascismo, que exactamente hace un siglo, y mediante una ley, extirpó el alemán de aquellas aldeas. Hoy en día en la provincia de Bolzano el bilingüismo es la realidad cotidiana, pero antes no fue así. ¿La culpa? Del fascismo, que siempre miró con desconfianza a los idiomas extranjeros, empezando por el francés hasta llegar al inglés, tomado como símbolo las «potencias demo-plutocráticas».

Aun así, estos no eran verdaderos problemas, porque, por ejemplo, el francés constituía la segunda lengua oficial de los Saboya y, por tanto, no se podía erradicar, mientras que el inglés pertenecía a un mundo lejano. En esos casos bastaba traducir o «italianizar» las palabras, a menudo de forma casi cómica, como sciampagnia para el champagne o el mítico guardaraglio para el guardrail (barandilla).

Inglés y francés parecían, por tanto, unos caprichos burgueses fáciles de ocultar o camuflar. Por contra, el alemán resultaba un quebradero de cabeza, porque en la zona de Bozen la gran mayoría de sus habitantes había nacido y crecido con idioma y costumbres germanas. Sin olvidar el ladino, otra memoria lingüística y una lengua retorrománica que todavía hoy está bastante difundida en los valles dolomíticos.

Además de todo ello, Tirol del Sur «no estaba planteado» como nuevo territorio, ya que el eslogan de los irredentistas, los que querían ampliar Italia, era llegar hacia Trento y Trieste. Bozen, que estaba más arriba, terminó siendo un plus.

Bolzano, con su catedral en primer plano. Fotografía: Getty

Ettore Tolomei. La primera reacción por parte del fascismo fue pedir ayuda a un personaje muy controvertido. Su nombre era Ettore Tolomei y había nacido en 1865 en Rovereto, en la actual provincia de Trento, entonces ciudad del Imperio austro-húngaro. Profesor e intelectual, fue director de los institutos italianos en el extranjero, siempre proclamándose nacionalista y, como queda dicho, irredentista.

De hecho, Tolomei pregonaba que Tirol del Sur, encontrándose al sur de los Alpes, debía pertenecer a Italia «porque descendía de los antiguos romanos». Una mentira total, pero lubrificada con mucha propaganda. También sostenía que aquella región tenía que llamarse Alto Adige, para no confundirse con el Tirol del Norte, austriaco, cuya ciudad más importante es Innsbruck. Lo de Alto Adige es porque era la parte más al norte del Adige, el río que luego desciende hasta el Mar Adriático, pasando entre otros lugares a través de Verona.

«De todas formas, Tolomei era simplemente una voz minoritaria en el panorama de los nacionalistas irredentistas», escribe el periodista e historiador Maurizio Ferrandi en su ensayo “Il nazionalista – Ettore Tolomei, l'uomo che inventò l'Alto Adige”. Otros «patriotas» eran mucho más intensos en sus reivindicaciones en Trento o en Trieste, los auténticos frentes «calientes» con sus jóvenes intelectuales que irían a morir en la Primera Guerra Mundial. Entre ellos, Nazario Sauro, ídolo de Giorgia Meloni, o Cesare Battisti, profesor socialista de Geografía, capturado, torturado y ahorcado en 1916 en Trento, acusado de traición a Austria.

Podemos imaginarnos la reacción de Tolomei tras los acuerdos de Saint-Germain: «Lo que parecía imposible se ha concretado», escribió en su diario. De repente, Italia se había extendido hasta sus tierras. Unas tierras donde se seguía hablando sobre todo alemán, eso era incuestionable, pero el bastón de mando ahora estaba en manos del reino de los Saboya. Y a partir de 1922, el fascismo daba un paso adelante con su Marcha sobre Roma.

Imagen y tumba de Ettore Tolomei, militante y luego senador del Partido Fascista. Fue uno de los artífices de la italianización forzosa de los tiroleses del sur. Fotografías: Wikipedia Commons

«El fascismo también mueve montañas». Ya durante la Primera Guerra Mundial, Tolomei había empezado a traducir al italiano muchos de los topónimos de las ciudades de Tirol del Sur: Bolzano por Bozen o Vipiteno por Sterzing. En tiempos de conflicto eso parecía solamente un ejercicio de estilo por parte de un gran experto en geografía y alpinismo, puesto que también era un excelso escalador. Fue suya la idea de llamar Vetta d'Italia al punto más al norte de Italia, el monte Klockerkarkopf (2.912 metros), cuando todavía estaba bajo la bandera austro-húngara.

Ese listado de lugares tiroleses italianizados era inútil, por tanto, hasta que el fascismo decidió oficialmente borrar del mapa cualquier nombre germano el 29 de marzo de 1923. Para ello tuvo como referencia el largo trabajo del profesor de Rovereto, prácticamente el encargado de esa transición en calidad de «comisario para la lengua y la cultura del Alto Adige».

No solo desaparecerían del mapa oficial los topónimos, sino también los nombres y los apellidos. Tolomei, que se había inscrito en el Partido Fascista en 1921 y que en 1923 fue elegido senador, estaba cómodamente instalado entre los pesos pesados de la dictadura. Además, su amistad con el futuro Duce se remontaba a 1906, cuando Mussolini, por aquel entonces periodista anarcosocialista, estaba en Trento estudiando el fenómeno irredentista y escribiendo ensayos. Aquella amistad continuaría hasta la muerte del jefe del Partido Fascista, a pesar de algunas discusiones sobre qué ciudades poner en las dos provincias de la nueva región nacida en la primera posguerra. Tolomei invitaba a Mussolini a seguir el recorrido de los Alpes para distinguir entre las aldeas de Bolzano y Trento, pero la respuesta del Duce, que en privado llamaba a su amigo ‘La suegra’, sería: «El fascismo puede mover las montañas».

Las ideas de la dictadura eran claras: extirpar cualquier residuo alemán de la nueva provincia de Bolzano, incluso en sus escuelas a cualquier nivel, imponer la obligatoriedad de hablar y de escribir en italiano en lugares públicos y suprimir los partidos políticos de identidad y cultura alemanas.

En 1925 llegaría la última directriz: suprimir hasta las clases privadas de alemán en Alto Adige. Como anota en su “Viva la Costituzione” el escritor Andrea Franzoso, «nacieron las Katakombenschulen, es decir, institutos clandestinos donde se aprendía el alemán con profesores que conocían perfectamente sus riesgos y que de hecho serían encarcelados y forzados al exilio».

No fue nada fácil la vida para la población local en aquellos tiempos. Supuso un verdadero infierno empezando por el cambio obligado de apellidos, preparado siempre por Tolomei. En algunos casos se podía elegir, pero siempre con el objetivo de italianizarlo todo. De esta manera, los Messner (como la familia del legendario escalador Reinhold Messner) tuvieron que decidir entre Sagrestani, Dallamessa, Monego y Delmonego, o los Kostner, entre Costa, Dallacosta y Costantini.

Una Katakombenschulen, escuelas clandestinas en alemán, reprimidas en la época. Fotografía:  Wikipedia Commons

Así fue hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando los tiroleses del sur fueron chantajeados: los que no querían perder sus raíces alemanas eran «invitados» a mudarse directamente a Alemania, donde el nazismo estaba buscando trabajadores low cost y soldados. Una verdadera limpieza étnica equiparable a la de Bosnia durante el conflicto en los Balcanes: unas 70.000 personas tomaron los trenes hacia Múnich y mas allá, y solamente unos 40.000 volverían vivos, cuando el fascismo se desplomó. Mientras tanto, habían sido reemplazados por gente de Trento y su provincia, «más italianos».

Tolomei vivió hasta 1952, tuvo funerales de Estado y fue sepultado en un minúsculo cementerio en las afueras de Bolzano. Su tumba mira hacia el Brennero, «como si estuviera mirando al último alemán saliendo de Italia», según algunos estudiosos del tema. Queda el recuerdo de un nacionalista visceral, individualista y extremista, probablemente utilizado por el fascismo para los objetivos de la dictadura.

Veinte años después, en 1972, completando un proceso de dos largas décadas, el bilingüismo se oficializaría en el Alto Adige. Hoy en día la situación se va invirtiendo de nuevo y algunos partidos políticos de idioma alemán querrían volver a las condiciones lingüísticas anteriores. Por ejemplo, el equipo de fútbol de Bolzano, que compite en la Segunda división italiana, se llama Sudtirol.

Desafortunadamente, es una zona donde todavía las heridas están abiertas, en un contexto de diferencia evidente respecto al resto de la península.