JUN. 18 2023 PANORAMIKA Bajar la velocidad Iker Fidalgo La relación entre el capitalismo y la velocidad es obvia. Desde la necesidad de la industria que avanza para producir más cantidad en menos tiempo, a los transportes que nos prometen llegar cuanto antes a nuestros destinos. Construimos nuestra valoración sobre el progreso social, analizando la capacidad de ejecutar una acción lo más rápido posible. No tenemos que desplazarnos ni esperar largas colas para comprar, pues a golpe de pulgar llegamos a todos los productos. Tenemos que resolver nuestras dudas, problemas y curiosidades de manera inmediata a través de buscadores que poco a poco van creando un perfil con nuestros gustos para ofrecernos las mejores opciones. Nuestra conexión a internet nos permite acceder automáticamente a todos los contenidos del mundo y comunicarnos con personas que, a miles de kilómetros, son capaces de ver nuestros rostros y oír nuestras voces en tiempo real. A finales de los años noventa, se publicó un texto titulado “El Cibermundo, la política de lo peor”. El volumen tiene como protagonista a Paul Virilio, teórico cultural y urbanista ya desaparecido. En una conversación con el filósofo Philippe Petit, se ponen sobre la mesa ciertos análisis que no distan mucho de la realidad que vivimos veinte años después. Ambos autores analizan los riesgos de entender la conectividad global como una expresión de la democracia, así como las consecuencias de una vida acelerada en nuestro tiempo mundial. En un momento del texto, Virilio incide en que la conexión constante hace que el tiempo y el espacio se alteren, provocando otro marco para habitarlos. La posibilidad de estar en cualquier momento del día en comunicación con cualquier parte del mundo, retuerce los equilibrios vitales y nos convertimos en cuerpos sin tiempo. Sin una posibilidad de parar, acabamos cediendo nuestra existencia a la posibilidad de la productividad constante. La reseña de hoy se centra precisamente en la creación contemporánea como una posibilidad para repensar aquellas sendas que conducen nuestras rutinas sobre unos raíles ya marcados. A principios de mes se inauguró una nueva edición del Festival Internacional de Imagen Getxophoto. Un encuentro en el que la localidad de Getxo se empapa de la práctica fotográfica contemporánea desde hace ya diecisiete entregas. Detrás de este evento se encuentra una asociación, Begihandi, que de manera independiente sobrevive a las dificultades del panorama cultural y asume la responsabilidad de sacar adelante este proyecto. Desde hace algún tiempo, el festival propone figuras comisariales que durante tres años lideran la iniciativa. Tras el turno de Jon Uriarte, es María Ptqk (Bilbo, 1976) quien se hará cargo de esta labor en las ediciones de 2023, 2024 y 2025. Para esta primera experiencia el título elegido es “PAUSA!”, una reflexión en torno a nuestra forma de vida, permanentemente productiva, en la que incluso el ocio se ha visto contaminado por la necesidad de actividad. A través de una mirada a las narrativas de la imagen y a la creación artística, se nos invita a valorar poner en pausa nuestros ritmos diarios. Pero cuidado, no como una manera de bajar los brazos, sino como una estrategia desde la que volver a dar importancia a aquellas cuestiones que realmente necesitamos para cuidar la calidad de nuestra existencia. Para este objetivo de re-enfocar nuestro paso por el mundo, el festival ha organizado un programa en el que las actividades, visitas guiadas y opciones para diferentes tipos de público podrán disfrutarse hasta el próximo día 25. Entre ellas podremos acercarnos a trabajos como “Lapsus”, de Susana Blasco (Zaragoza, 1972), que trabaja desde la imagen de archivo y el collage, los rostros somnolientos de los viajeros del metro de Tokio en “REM”, de Miguel Leache (Iruñea, 1959), o las composiciones de corte casi pictórico de Tatiana López (Ecuador, 1990) que, desde la cianotipia y el bordado, nos presenta un trabajo de investigación etnográfica realizado junto a las mujeres sapara de la Amazonía ecuatoriana.