7K - zazpika astekaria
PSICOLOGÍA

Libertad


Probablemente uno de los signos principales de la salud física sea la funcionalidad, la capacidad para hacer lo que sea que queramos hacer con nuestro cuerpo, sin tener que prestar especial atención a dolores o restricciones que hacen que los sistemas sufran y nos limiten. Quizá, psicológicamente podríamos pensar en algo similar al hablar de salud. Quizá nuestra salud mental viene caracterizada por algo similar a la libertad.

Sin meternos en disquisiciones filosóficas, la autonomía, la espontaneidad y la intimidad son signos de salud mental, lo que nos lleva a la idea de que, a menor número de obstáculos internos, mayor libertad; al menos, libres en nuestro propio ecosistema interno. Libres para crear el tipo de vida que mejor puede cubrir nuestras necesidades y deseos en relación con el mundo en el que vivimos de facto. Ese diálogo entre lo imaginado y las condiciones reales, entre lo posible dentro de lo real y lo real dentro de lo posible, nos lleva a desplegar nuestro potencial dentro de ciertos límites. Probablemente, esa ausencia de obstáculos internos que nos restrinjan haga referencia a la necesidad de conocer y controlar ciertas dinámicas que nos abocan a vivir con miedo; por ejemplo, las lealtades con conflictos o creencias heredadas de nuestro contexto concreto (familiar o social) que nos coloca sin decidirlo en una facción de ese conflicto y nos pone a ejercer un papel que lo mantiene activo.

También la obsesión, la búsqueda yerma y solitaria de soluciones a problemas que se repiten en la cabeza en ausencia de algún tipo de acción. Esta obsesión y esta lealtad a veces conlleva la devaluación del propio lugar en el mundo -“¿cómo haría yo las cosas si no tuviera que seguir con tal o cual conflicto, si no tuviera que representar tal o cual papel?”-, y por ende, la cesión de la responsabilidad, la curiosidad y la creatividad a una supuesta autoridad superior -a menudo proyectada en familiares mayores, en instituciones o entidades elevadas-.

Poder preservar nuestra responsabilidad para crear el mundo y el disfrute del juego con esa responsabilidad, partiendo de nuestra percepción, nuestro pensamiento crítico y divergente, poder cuidar nuestra capacidad para sorprendernos e incluso asombrarnos por todo lo que desconocemos, limita la noción de destino, esa que nos hace decirnos frases que nos condenan a un solo camino y nada más. Ser libres psicológicamente es poder imaginar y vincularse, al menos por un tiempo, con aquella opción que nos acerque al escenario que deseamos, sea el que sea, y experimentarnos a nosotros mismos, a nosotras mismas, “como si” ya fuera real… Y después, poder cambiarlo sin que las consecuencias destruyan nuestra identidad, preservando un núcleo suficientemente estable desde el que salir a jugar al “como sí”.