Mariona Borrull
CINE

«El chico y la garza»

Imagen de “El chico y la garza”, de Hayao Miyazaki, último trabajo del cineasta japonés que inauguró hace un mes la 71ª edición de Zinemaldia.
Imagen de “El chico y la garza”, de Hayao Miyazaki, último trabajo del cineasta japonés que inauguró hace un mes la 71ª edición de Zinemaldia.

El joven Mahito Maki (Soma Santoki) se traga el dolor por la muerte absurda de su madre en un incendio, y sabemos que sin lágrimas se cerrarán también las puertas del goce y la pena. Herméticamente protegido tras una coraza de una buena educación propia de psicópata, Mahito se convierte en el hijo perfecto que no se ha ganado su padre, rico propietario de una fábrica de piezas para avionetas. Sin rechistar, se trasladará con él a vivir al campo junto con su nueva prometida -un enlace demasiado reciente, intuimos-. Quizás el peso de su mochila emocional se aliviará con la entrada súbita a un mundo mágico, uno de aquellos que ahuyenta las penas y enseña en el edificante cine de Pixar, pero crecer nunca fue un camino lineal ni evidente en el cine de Ghibli.

Y, así, Mahito entra en la madriguera guiado por una garza inquietante y sin red de seguridad. En el universo de fantasía, igual que en la vida real, las cosas pasan porque sí y a trompicones, los enemigos se descubren valiosos compañeros de viaje y el tiempo es el que deshilvana los mayores conflictos.

De la novela original de Genzaburo Yoshino, “Kimitachi wa Dou Ikiru ka”/ “How Do You Live?” (en japonés e inglés, “¿Cómo vivís?”), prácticamente solo quedan las vértebras de una historia de pérdida y superación. No esperábamos menos de Hayao Miyazaki, director y guionista que lleva décadas superando con sus libérrimas adaptaciones la popularidad de las novelas que escoge (es el caso de “El castillo ambulante” de Diana Wynne Jones o “Nicky”, la aprendiz de bruja, de Eiko Kadono). Tampoco sabíamos a qué atenernos cuando en 2020 el productor Toshio Suzuki anunció el proyecto, anticipando que sería el más ambicioso de toda la carrera del cineasta: «Cuando preparamos “Mi vecino Totoro” en 1988, solo teníamos a ocho animadores e hicimos la película en ocho meses. En esta nueva película, tenemos trabajando a sesenta animadores, y solo hemos podido sacar un minuto de metraje en un mes de trabajo». Tanto esfuerzo se vería oculto hasta casi la première internacional de la película, en el Festival de Toronto, poco después del estreno en salas comerciales japonesas, sin un solo tráiler o imagen publicitaria para respaldarlo.

El lanzamiento fue igualmente todo un éxito, llegando con facilidad a los 55 millones de euros en recaudación de la taquilla japonesa. Miyazaki, reconocido emblema del anime, ha considerado esta última cinta una carta póstuma a su nieto, asegurando que por fin se retiraría al terminarla… Sin embargo, al haber atestiguado constantes falsas retiradas del cineasta desde 1997, tras “La princesa Mononoke”, lo dudamos mucho. Más, cuando el portavoz Junichi Nishioka admitió que el maestro lleva semanas acudiendo diariamente al estudio Ghibli con nuevas ideas para desarrollar otro largometraje… No lloraremos de pena.