NOV. 05 2023 PSICOLOGÍA Un plan Igor Fernández Pensar de más requiere energía. «¿Conseguiré ese trabajo? ¿Vendrá mi hija a tiempo a casa esta noche? ¿Y si no encuentro el vestido que quiero para la boda?», ese tipo de preguntas pueden desencadenar todo un torrente de pensamientos consecutivos que generalmente terminan recorriendo los escenarios más temidos. Igual que abrir un grifo y no cerrarlo puede generar un desastre en casa, en nuestra mente cerrar el flujo de pensamiento también es necesario para prevenir la inundación de la mente: la obsesión. Las veces que pensamos en frases que empiezan por «¿Y si…?», casi como un juego de posibilidades, de escenarios imaginarios, solemos jugar fuerte, solemos ir en busca de lo que puede salir mal; esto puede ser necesario o imprescindible para explorar una situación compleja que nos asusta, pero es una herramienta poderosa que requiere un manejo consciente y vigoroso. Domar la imaginación es domar un animal salvaje. Para empezar, tenemos que recordarnos que en justicia también tenemos que imaginar escenarios favorables, lo que coloca el problema -si lo hubiera- en un entorno donde también existen soluciones posibles. Para seguir, los escenarios que imaginemos requerirán probablemente una acción, una respuesta para acercarnos a lo que deseamos, o alejarnos de lo que nos viene mal. Un plan. Ese es el momento de cerrar el grifo de la imaginación. Cuando el ‘¿y si…?’ empieza a coger velocidad, cuando empezamos a llenarnos de posibilidades, podemos cerrar el grifo pasando a plantearnos «¿Qué haría?». Al hacer esto ponemos en marcha otra faceta, una resolutiva que requiere de nuestros recursos previos y por tanto nos activa hacia la acción. Nos imaginamos actuando más que recibiendo los efectos de una situación desbocada, y por tanto, teniendo algo más de control. Si pudiéramos jugar a imaginarnos diferentes acciones por nuestra parte en la misma dimensión en que a veces imaginamos los resultados terribles, tendríamos una amplia gama de posibles respuestas, de posibles adaptaciones a lo que en inicio es una situación temida y compleja, y esto nos da vitalidad, lo cual, ahuyenta el miedo. Y es que, si finalmente se diera esa situación en la vida real quién sabe lo que terminaríamos haciendo pero, mientras tanto, tenemos un plan en el que confiar, si nos lo hemos tomado en serio al plantearlo. Puede que necesitemos pensar en voz alta con alguien querido o involucrado y que ese ‘¿qué haría?’ se convierta en ‘¿qué haríamos?’. También imaginar juntos posibles acciones nos da fuerza, limita el temor porque, al fin y al cabo, sea lo que sea no lo tendremos que afrontar a solas. Sobre todo porque la otra persona, la real, no cabe en la estrechez de nuestros temores, tenemos que salir de ellos forzosamente para comunicarlos y compartirlos, y eso ya nos cambia. Al fin y al cabo, cerrar el grifo de la obsesión es cerrar el grifo del miedo.