Igor Fernández
Psicólogo
PSICOLOGÍA

Dentro y fuera

Uno de los rasgos de temperamento que viene determinado de serie es el continuo entre ser introvertidos y extrovertidos. En esa línea nos colocamos ya desde el momento en que venimos a este mundo. Si nos fijamos en los niños jugando, veremos a algunos que tienden a la expresión, al movimiento, a la interacción; y otros que tienden a la observación, al juego más íntimo, a la quietud. Estos extremos contienen después al resto, que van oscilando entre ese ‘dentro y fuera’, entre sus pensamientos y mundo simbólico, y el encuentro y la exploración.

Como cualquier otro rasgo, este no es determinante ni excluyente de su extremo complementario, sino que es un continuo por el que nos movemos; eso sí, con una tendencia personal particular.

La salud mental tiene mucho que ver con la flexibilidad para movernos en este vaivén no solo con respecto a ser introvertidos o extrovertidas sino en ese contacto con el mundo de dentro y el mundo de fuera. El mundo de dentro hace referencia a los estímulos que recibimos y emitimos desde nuestro cuerpo y nuestra mente para nuestra propia consideración (pensamientos, emociones, fantasías, recuerdos, obsesiones, planes, dialogo interno…); mientras que el mundo externo se refiere a los estímulos que recibimos y emitimos al entorno, diferente a nosotros, a nosotras (encuentros con otras personas, acciones, movimientos, diálogos externos, exploraciones…).

Evidentemente estos mundos están conectados, como lo está físicamente el cuerpo y el ambiente en el que vive a través de la piel y los órganos de los sentidos. Sin esa comunicación nuestra adaptación se vería comprometida, como sucede de hecho si falla la vista o el olfato, por ejemplo.

Psicológicamente, esa ‘piel’ es nuestra personalidad, nuestra manera de dar forma a lo que percibimos de fuera, para luego manipularlo en la mente y adaptarnos con algún tipo de acción. Esta ‘piel’ está formada por nuestra historia, por nuestros aprendizajes y nuestro temperamento, que se vuelve carácter más adelante. Y es nuestra, no es de nadie más. La piel nos contiene, igual que otros tejidos conjuntivos por dentro, para que no nos desparramemos en el entorno.

En cierto modo nuestra personalidad nos aísla del mundo para tomar en consideración solo los aspectos que nos resultan relevantes a nosotros, a nosotras; pero la piel también es sensible y vulnerable y tiene que serlo para notar qué pasa fuera, para que el mundo no nos pille desprevenidos y podamos adaptarnos y disfrutar de él. Nuestra personalidad en este sentido también es sensible a ciertos aspectos de ese mundo, y probablemente excluya otros. En definitiva, nuestra manera de ser nos conecta con el mundo exterior y nos aísla de él para digerirlo y comprenderlo de una forma única. Mantener la energía psíquica solo dentro o solo fuera, dificulta nuestra adaptación.