Mariona Borrull
CINE

«A fuego lento»

Fotograma de «A fuego lento», de Tran Anh Hung, considerada Mejor Película por la sección Culinary de Zinemaldia.
Fotograma de «A fuego lento», de Tran Anh Hung, considerada Mejor Película por la sección Culinary de Zinemaldia.

Era Giles Deleuze quien atribuía al cine la capacidad de capturar, retener y transmitir la realidad sin pasar por el peaje de la palabra. Si el cine es untuoso en esencia y solo podemos capturarlo al vuelo, “A fuego lento” resulta entonces puro cine. Durante sus veinte primeros minutos, la película de Tran Anh Hung olvida las altas presiones del argumento y alimenta nuestra atención concentrándola en las texturas, colores y gestos de la preparación -montada con exquisitez- de un menú con entrante, principal y postre. Es una delicia que se vive con los cinco sentidos… Cinco o seis, si consideramos el gusto otro sentido que nutrir y educar.

No parece casualidad que el cineasta de origen vietnamita, que vive en el Estado francés desde los doce años, se refiera a Robert Bresson, Andrey Tarkovsky y Yasujiro Ozu, autores del llamado “cine trascendental” de Paul Schrader en su faceta teórica, como sus grandes referentes. Desde el inicio de su carrera, Tran Anh Hung vuelve una y otra vez a la realidad para desmenuzarla con cariño y, observándola a la distancia justa, atravesarla. Ya lo hizo con “El olor de la papaya verde” (1993), ganadora de la Caméra D’Or a Mejor Ópera Prima en Cannes, con “Cyclo” (1995), León de Oro a la Mejor Película en Venecia y con “Pleno verano” (2000). Al cambio de siglo, el cineasta renuncia a los ritmos de las primeras filas y no vuelve hasta nueve años más tarde, cuando estrena las coproducciones internacionales “Escapando del infierno” y la adaptación japonesa de “Tokio Blues”. En 2016 regresa una vez más dirigiendo y escribiendo “Eternité”, sobre una novela de Alice Ferney, y protagonizada por Mélanie Laurent, Audrey Tautou y Bérénice Bejo.

Verdadero enfant de la patrie, Tran Anh Hung presenta “A fuego lento” en Cannes, donde consigue el galardón a Mejor Dirección. La película entonces aún se llamaba “La passion de Dodin Bouffant” o “Pot-au-feu” (nombre de una suerte de cocido), dos títulos que seguramente hubieran disgustado al famoso gourmet Dodin (Benoît Magimel) y a su partenaire Eugénie (Juliette Binoche), uno por demasiado operístico y ribeteado, el otro por simplón. Dodin y Bouffant entienden la alta cocina desde la complejidad que esconde la aparente sencillez, y sin renunciar al poder de la cultura gastronómica como aceite para la transgresión social. Eugénie es una mujer libre en la cocina, pero ¿cómo? Véanla, si no la descubrieron ya en la sección Culinary de Zinemaldia, donde fue Mejor Película.

Toca saborear “A fuego lento” como los potajes de la abuela: sin esperar giros ni destellos en una fórmula que funciona, abrazando en cambio la riqueza inextricable de un tiempo tranquilo. Mejor verla ahora que entra el invierno, con el declive suave de unos días que nos invitan a recogernos y atesorar lo que ya tenemos. Y eso, que aproveche.