FEB. 04 2024 PANORAMIKA Desbordar Vista general de “Meteora”, nueva exposición individual de la bilbaina Susana Tayalero que lleva a la galería Carreras Múgica una serie de pinturas realizadas en los últimos dos años. (Galería Carreras Múgica) Iker Fidalgo Definir es poner límites. Es acotar los márgenes y señalar los puntos entre los que algo se encuentra. Tendemos siempre a buscar esa exactitud, como si fuera un camino previo a entender todo a lo que nos enfrentamos. Si somos capaces de identificar algo, será mucho más fácil leer lo que acontece a su alrededor. Sin embargo, este camino puede acarrear ciertos riesgos. Encerrar algo bajo una descripción precisa, delimita unas fronteras que no permitirán nunca ser rebasadas. Si todo se enuncia mediante la necesidad de lo concreto, perdemos oportunidades de entender otras visiones que quedan perdidas en aquello que se escapa a lo hegemónico. Un ejemplo de eso es la división disciplinar que aún hoy sucede en la creación artística. A la hora de disfrutar de una pieza como público, parece imprescindible ubicarla dentro de un área que podamos reconocer, escultura, pintura, fotografía, etc., y que automáticamente despliega una manera de entender la producción artística bajo unos cánones y unos estereotipos que la limitan y la constriñen. Nuestro deseo de controlar los significados y las narrativas nos fuerzan a situar todo en un lugar que nos brinde la seguridad necesaria para nuestra comprensión. Pero si esto es así, puede que perdamos todo lo que nos ofrece la riqueza de lo inexacto, de lo que desborda y de lo que huye de lo establecido. Lo importante sucede allí donde aparece lo inconexo, lo instintivo y lo difuminado, pues la verdadera potencia del arte es no asumir ninguna de las normas que le son impuestas. Desde esta posición se presenta “Meteora” en la galería Carreras Múgica de Bilbo. La nueva exposición individual de Susana Tayalero (Bilbo, 1961) inaugurada a mediados del pasado diciembre, es una vía de entrada a un mundo donde la disciplina pictórica se ve rebosada. La sala se ve poblada de un conjunto de pinturas realizadas en los últimos dos años pero que nos fuerzan a preguntarnos sobre la propia naturaleza de las mismas. Grandes telas cuelgan de las vigas, rompen la disposición paralela de la arquitectura y se posan sobre el suelo. Desde la abstracción, explota una riqueza cromática plagada de texturas que en ocasiones parecen convertirse en rostros o muecas. Potentes masas de color rojas y negras junto con telas y plásticos transparentes, crean juegos de luces que resitúan constantemente nuestra mirada. Una pintura con un anhelo de desarrollo espacial y en la que se intuyen los gestos de goteos y desgarros de papel. Las paredes reivindican su función y presentan piezas de formato más pequeño e incluso una suerte de mural creado en un papel contínuo. Entre todo, destaca una pared diferenciada del resto. En ella, dos pequeñas piezas, un óleo y un dibujo en papel, emiten su propia voz. Como si fuera un prólogo a la vista o un epílogo que encontramos a la despedida. Un momento de quietud entre la energía de “Meteora”.