«The Beast»
Bertrand Bonello pertenece a este escueto pero chisporroteante legado de djinns de la imagen, oráculos in progress o ecógrafos chungos para cómo se ve y se piensa el mundo de hoy. En “The Beast”, nueva adaptación de la novela de Henry James -nunca la leí, pero imagino que también iría en la vanguardia de lo que se leía y pensaba a principios del siglo XX-, Bonello da un paso más en su búsqueda. Como ya hizo en la paranoia híper-webizada de Coma, el francés sale a la caza de los fantasmas concretos del big data, poniendo a prueba las inquietudes que preconizamos con grandes palabras desde las tarimas de los centros de cultura contemporánea.
“The Beast”-novela miraba a un hombre, John Marcher, que malgasta su existencia bajo el peso innegable de una premonición: aquella “bestia” que siempre está al caer. La versión de Bonello rescata del argumento original solo la inquietud del camino por delante: es 2044 y Gabrielle (Léa Seydoux, acortando distancias entre hieratismo y fragilidad) se somete a una operación que eliminará todo rastro de insatisfacción de su ADN. En el centro conectará con otro joven, Louis (George MacKay, siempre al borde del ataque de nervios), de una forma tan prefabricada y auténtica como todo lo que puede sentirse si ponemos a dormir la parte racional de nuestro fuero interior.
En 2014, Gabrielle (Seydoux) es una actriz de poca monta que trabaja en un estudio de digitalización. Heredera de la desgracia explosiva de Robin Wright en “El congreso” de Ari Folman, la chica se aloja en una de esas casas de ensueño de Los Ángeles, tantas veces asaltadas en la tradición del slasher y también hoy objeto de vigilancia atenta de Louis, un incel siniestro y peligroso a quien también pone cara el mismo George MacKay.
La película de Bonello viajará finalmente a la belle époque parisina para adivinar otro inicio para esta relación. Gabrielle, reconocida pianista, se sonroja ante Louis, un admirador apuesto y atento que afirma haberla conocido ya, cuando le confesó por primera vez su terror hacia la bestia. Si en 1910 París fue inundada por completo y en 2014 el terremoto La Habra zarandeó Los Ángeles… ¿Qué mal nos espera en un futuro donde la satisfacción ha sido erradicada? O mejor: ¿qué forma tomará ese monstruo a la vuelta de la esquina?
No la confundan con “La bestia en la jungla” de Patric Chiha, estrenada poco antes de la premiere de “The Beast” en Venecia. Allí Chiha también saltaba a través del tiempo, mezclando eras en un romance fatídico con el zumbar de un altavoz irrebatible. Pero si aquella era nocturna y táctil, la de Bonello nos enfrenta de forma totalmente cerebral, como una Marina Abramović aprovechando el blanco del museo para invocar a nuestros peores demonios… Desde luego, siento que las dos horas y media de “The Beast” lo consiguen.