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PSICOLOGÍA

Sistema inmune psicológico


En 2005, Daniel Gilbert y Tim Wilson, dos psicólogos, popularizaron este término para hacer una analogía con el sistema inmune del cuerpo, un mecanismo autoprotector que activa nuestro cerebro para enfrentar las adversidades. Una vez que estas nos impactan, este sistema tratará de darle un sentido a las mismas, evaluar la importancia que tienen y finalmente dotarle de aspectos positivos a futuro.

Podemos repentinamente perder una relación sin entender muy bien por qué, o estar inmersos en un proceso de jubilación que cambia el mundo entero. Cualquiera de estas situaciones puede volverse estresante al punto de mantenernos en tensión y, eventualmente, dañar nuestra salud global. Pues bien, ser capaces de colocar esos eventos en un marco más amplio de ‘avatares de la vida’, entender lo mejor que podamos por qué ha sucedido y colocar el evento en relación con otros aspectos de la vida que sí que funcionan, mitigará sin duda el impacto.

Curiosamente, estos dos psicólogos han estudiado durante mucho tiempo la percepción de los eventos negativos para llegar a la conclusión de que sobrestimamos la duración de nuestras emociones negativas (las relacionadas con un malestar y una sensación de descontrol), mientras que subestimamos lo rápidamente que nuestras emociones pueden cambiar a la luz de estímulos positivos -si bien esto de referirnos a las emociones como positivas o negativas es reduccionista e impreciso, pero válgannos las valoraciones como metáforas de su impacto-. Esto implica que una llamada de teléfono con un buen amigo, o una actividad lúdica con sentido personal pueden de facto cambiar las tornas en un momento dado. El sistema se fortalecerá, por tanto, a través de la resiliencia, las relaciones o las actividades con sentido personal, como decíamos y entre otras, y cuanto más fuerte sea este, más dispuestos estaremos a confiar en nosotros, en nosotras ante las adversidades, tendremos mayor confianza en que las aguas volverán a su cauce y estaremos más dispuestos a asumir riesgos para conseguirlo.

Para ello, ante situaciones desafiantes podemos cambiar lo que nos contamos al respecto, porque la narrativa interna es uno de los factores principales para pasar de una vivencia negativa a otra, al menos, neutra; simplemente apreciando cómo la situación determinada no ha tenido impacto en ciertos aspectos de la vida. En contraposición, pensar que lo hemos perdido todo, que no hay futuro o que somos incapaces de ser felices, puede convertirse en una sentencia que, gracias a la potencia de nuestra mente, somos muy capaces de hacer realidad desde la desesperación. Aislando la experiencia desafiante podemos conectar con nuestro cuerpo y su disfrute, con el motivo por el que hacemos las cosas o la vida familiar, cercando la mala experiencia como harían los própios glóbulos blancos.