Miren Artetxe
LITERATURA

Travesura metafísica

Hablar de Percival Everett (Georgia, 1956) es hablar de uno de los autores más audaces, originales e inteligentes de Estados Unidos, de una voz satírica capaz de equilibrar su salvaje sensibilidad cómica con una inconfundible seriedad de propósito: incluso cuando parece que no escribe sobre nada, siempre está tramando algo. Filósofo de formación, ha escrito unos treinta libros y ha recibido importantes galardones; sin embargo, no es profeta en su tierra, quizás porque su obra devuelve a su país una imagen rota, o quizás, y sobre todo, porque la industria ha endiosado a los Jonathan Franzen o Brett Easton Ellis, privando al lector de la genialidad de un autor que, me atrevería a decir, no se parece a ningún otro. Después de la poderosísima, audaz y provocativa “Los árboles”, en la que Everett apunta directamente al racismo y a la violencia policial, llega ahora “Dr. Nø”, una travesura metafísica galardonada con el Pen América 2023, en la que el autor norteamericano vuelve a utilizar el absurdo para hacer una brillante crítica a los valores de la sociedad actual.

El narrador de “Dr. Nø” es Wala Kitu, un brillante y peculiar profesor de matemáticas experto en la Nada. Es esta extraña área de interés la que lleva al multimillonario John Sill a ponerse en contacto con él. Sill quiere convertirse en un villano de Bond para reducir a EEUU a la nada, «para hacer que nunca haya existido». Su objetivo: irrumpir en la cámara donde se guarda el oro nacional y robar, no el oro, sino una caja que contiene una pequeña cantidad de nada, necesaria para consumar su venganza contra América. Por eso necesita a Kitu, para que le asesore en el camino hacia esa nada... A partir de ahí, cualquier cosa que podamos imaginar se queda corta, en una narración cuya trama se desarrolla a través de una singular y mordaz sátira del género de espionaje, y con unos personajes acordes con la locura de la historia: desde el protagonista, que roza el autismo y mantiene largas conversaciones filosóficas con su perro de una sola pata; hasta un cura católico alcohólico que, de hecho, es ateo; pasando por Eigen, una topóloga diferencial, tan superdotada como inocente; Gloria, que lo mismo tripula un submarino que un avión y pregunta mecánicamente a Kitu: «¿Quieres sexo conmigo?» -¿es humana?-; De Markus, el asistente de Sill, que parece un robot pero no es un robot; o un agente del Gobierno que se llama Bill Clinton... Todo es mentira, todo es una ingeniosa locura, pero cada escena nos obliga a ver la realidad. Definitivamente, Everett lo ha vuelto a hacer.