Laura Díez
PANORAMIKA

Sospechas

La exposición «Florilegium» de Joan Fontcuberta, en el Museo Universitario de Navarra, se adentra en una naturaleza creada por IA.
La exposición «Florilegium» de Joan Fontcuberta, en el Museo Universitario de Navarra, se adentra en una naturaleza creada por IA. (Manuel Castells Clemente)

Cada día las fronteras entre la realidad y la ficción son menos claras; hace mucho que la fotografía ya no es considerada un documento veraz, sin embargo, la Inteligencia Artificial nos ha permitido ir más allá. Estamos ante una revolución visual que nos hace cuestionarnos dónde están los límites de la impresionante capacidad alucinatoria de las tecnologías generativas. Nuestras ansias de curiosidad se sacian rápidamente dando una serie de órdenes a una de estas herramientas. Muchos artistas entienden la IA como una amenaza para los procesos creativos; por otro lado hay quien se apropia de ellas para reflexionar sobre la capacidad que tienen de generar híbridos adulterados, supliendo los procesos de manufacturación para poder dedicar más tiempo a los aspectos ligados a la imaginación.

En el Museo Universitario de Navarra (Iruñea) se puede visitar hasta el 9 de junio la exposición “Florilegium” de Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955), en la cual podemos ver una serie de imágenes, aparentemente naturales, de especímenes botánicos inexistentes creados por la IA. La naturaleza es una de las principales fuentes de inspiración, no obstante, este herbario fotográfico plantea cómo el ser humano viene transformando y adaptando la naturaleza a sus necesidades y gustos desde hace siglos. En los años 80, en su serie de obras “Herbarium” (1982-85), el artista ya trabajó reinterpretando dibujos de antiguos libros de botánica a través del ensamblaje de piezas donde combinaba datos reales e inventados. Ahora Fontcuberta crea un jardín imaginario donde las flores son entidades híbridas, producto de la manipulación digital y la imaginación del artista. Solamente una persona muy entrenada sería capaz de distinguir la falsedad de estas plantas. El artista define su práctica como «una fotografía de la naturaleza para escudriñar la naturaleza de la fotografía». Estas flores desafían nuestra percepción de lo natural y lo artificial, recordándonos la capacidad de la fotografía para transformar y distorsionar la realidad. Los ritmos de la adaptación evolutiva de las especies pueden verse rápidamente alterados, ya sea físicamente a través de un injerto o realizando un bricolaje de fragmentos orgánicos fotografiados.

A su vez, esta exposición quiere invitarnos a superar nuestra visión antropocéntrica del mundo para hacernos pensar sobre la existencia de una inteligencia vegetal, una perspectiva más inclusiva que plantea cómo los organismos vegetales emplean la señalización eléctrica para aprender a realizar sus cambios conductuales. En este sentido, “Florilegium” no solo es una exploración estética de la naturaleza, sino también una reflexión sobre la naturaleza misma y la representación visual en el siglo XXI. Se trata de un recordatorio de la capacidad del arte para desafiar, cuestionar y transformar nuestra comprensión del mundo y la compleja relación entre el ser humano y el entorno natural.