Kepa Arbizu
LITERATURA

La mística de la catástrofe

Uno de los rasgos que hacen del sistema capitalista un ente en constante adaptación es su capacidad para encontrar la manera de obtener rentabilidad, siempre en su propio provecho, a través de las diversas pulsiones humanas, sea cual sea la naturaleza de estas. La -casi siempre- malsana adicción que nuestros instintos sienten por la tragedia no está exenta tampoco de ser transformada en un objeto de consumo más. Un concepto sobre el que se construye la primera novela traducida al castellano de esta premiada autora coreana. Todo un “tour de force” que se desarrolla bajo un muy ágil pulso narrativo que le confiere la facultad para crear todo un itinerario que se despliega por igual, desmenuzando con trazo cáustico la alienación laboral como tejiendo un espectral thriller en torno al voraz afán turístico.

Estructurado alrededor de un personaje protagonista que desempeña en una siniestra agencia la labor de rastrear recónditos “paraísos de la tragedia” con el fin de convertirlos en destinos apetecibles para viajeros ávidos de experiencias extremas, la obra no solo actúa de ácida e hiriente parábola sobre esa desmedida ambición por adoptar la amoral figura de espectadores frente al sufrimiento ajeno, sino sobre todo un deformado -pero malévolamente atinado- espejo de la caníbal dialéctica mercantil que vampiriza todos los estratos de nuestra vida cotidiana.

Igual de cerca del imaginario “kafkiano”, en la caracterización de ese entramado de intereses ocultos, que de esa omnímoda e inquietante presencia del poder expuesto por Ismail Kadaré, o incluso hermanada con el trasfondo que esconden películas como “El gran carnaval”, de Billy Wilder, no obstante su articulación se alimenta de una perfectamente literaturizada inspiración fílmica, la intriga argumental va acaparando mayores cotas de tensión en paralelo al progresivo desmoronamiento ético colectivo, retroalimentándose ambos aspectos hasta originar un espacio de fantasmagórica pero verosímil puesta en escena.

El gran engaño al que son sometidos, incluso asumido de forma consciente, la mayoría de los personajes que pueblan -o invaden sería más correcto decir- esta novela es la creencia de que desempeñar y asimilar las inhumanas reglas de una partida en la que ejercen de meros figurantes puede desembocar en la conquista de un papel principal. Y es que nada hay más efectivo que mantenernos ensimismados en la búsqueda exclusiva de nuestro propio beneficio para apretar con más firmeza los grilletes que nos maniatan y esclavizan.