APR. 23 2015 EDITORIALA Inmovilismo sinónimo de atropello constante EDITORIALA Raro es el día en el que no se tiene noticia de un atropello contra ciudadanos vascos en prisión, huidos o familiares de esos colectivos. Ayer se supo del accidente que familiares y amigos de tres presos vascos sufrieron el pasado sábado cuando volvían de la cárcel de Villena. El último de una larga lista que ha dejado muertos, heridos e incontables daños, pero que según los gobiernos francés y español no supone vulneración de derechos alguna. La misma respuesta ha recibido el recurso de urgencia interpuesto por el expreso vasco Oier Oa contra su asignación en Saint-Germain-en-Laye, a 800 kilómetros de Euskal Herria, donde residen su compañera y sus dos hijos de corta edad y donde cuenta con las condiciones necesarias para llevar una vida normal. Los jueces no ven vulneración de derechos ni urgencia alguna para resolver una situación de desamparo total, de la que el Estado, tras haber rechazado la aplicación a Oa de la euroorden, se desentiende prohibiéndole vivir en Euskal Herria con su familia y a la vez negándose a facilitarle los medios mínimos para vivir, hasta el punto de que los gastos de su residencia corren a cuenta de su familia, además de obligarle a acudir a comisaría tres veces al día. La actitud de esos gobiernos, resumida en el inmovilismo represivo, es una muestra de la debilidad de quien teme a las situaciones nuevas, aunque estas sean objetivamente mejores para todas las partes. Es muestra de pobreza política y falta de valentía para avanzar hacia un estadio en el que la sociedad adquiera el protagonismo, algo que siempre han evitado justificando su negación a escucharla con la existencia de amenazas internas o externas. En lo referente a Euskal Herria, cualquier medida excepcional, legal o ilegal, era justificada con la «amenaza terrorista», y continúan aferrándose con uñas y dientes a esa amenaza ahora inexistente, incapaces de reaccionar ante otra «amenaza» que no quieren reconocer y menos afrontar: el debate en el que la sociedad ha de ser protagonista de principio a fin, y sus conclusiones respetadas.