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Primero fue Franco


El 19 de junio, 78 aniversario de la invasión de Bilbo por las tropas franquistas, los grupos de la Plataforma Vasca presentes en la Querella Argentina nos concentramos frente al Arriaga para condenar una vez más la impunidad del franquismo. Nos sigue doliendo, como a los sobrevivientes, aquella «liberación», que nos metió en una dictadura de 40 años.

¿Por qué recordamos episodios tan dolorosos? Porque el gobierno central sigue sin condenar el franquismo en cualquiera de sus fases y, lo que es peor, sigue sin reconocer a los centenares de miles de víctimas de todo tipo que provocaron sus autores. He aquí una conclusión del informe del Comité de la ONU: «En España se cometieron graves y masivas violaciones a los Derechos Humanos durante la Guerra Civil (1936-1939) y la dictadura (1939-1975). Según un auto de la Audiencia Nacional, el número de víctimas de desapariciones forzadas del 17 de julio a diciembre de 1951 ascendería de 114.226. En cuanto al secuestro sistemático de niños, se mencionan 30.960 niños», etc.

Alemania pidió perdón por el bombardeo de Gernika, Madrid no lo ha hecho. En vano proclaman los últimos gudaris como Félix Padin o Josu Moreno: «No habrá paz ni reconciliación si no se reconoce a las víctimas del franquismo». Pese a lo evidente del mensaje, el Gobierno central del PP se revuelve contra él y el partido socialista no da un paso adelante.

Para hablar de la Memoria con objetividad y respeto a la historia, hay que arrancar del golpe militar del 36, madre de todas las violencias, con centenares de miles de muertos, desaparecidos, exiliados, represaliados. De hecho, las principales leyes habidas de la Memoria así lo han entendido: la de Zapatero en 2007, la de Ibarretxe en 2006, incluso la más reciente del Parlamento navarro de 2011. Las tres empiezan con las víctimas del franquismo.

Sin embargo, el Gobierno de Urkullu, en 2012, prefirió retomar un proyecto del Gobierno de Patxi López con el PP para relanzar el Plan de Paz y Convivencia actual, consagrando como fecha de arranque la arbitraria de 1960, pasando por alto la guerra y las dos primeras décadas de la dictadura. ¿Qué intenta el recorte? Obviamente, silenciar la historia gruesa del franquismo y remitir la carga de la violencia solo a ETA. Es sencillamente ridículo tomar como fecha de referencia la muerte de la niña Begoña Urroz, cuya autoría no fue de ETA.

En dicho año, más significativo es el ametrallamiento del ciudadano Javier Batarrita y otros dos compañeros en un atentado de las fuerzas policiales, creyendo por error que se trataba de etarras. Quien jugó a matar no fue ETA, sino las fuerzas del orden franquista que todavía perduran a lo largo y ancho de la piel de toro sin apenas cambiar de uniforme. El episodio, incontestable, respondía perfectamente a la operativa del régimen fascista. ETA en esa época tiraba de ciclostil y de banderas, y no de bombas. Surgió como respuesta a la dictadura fascista y tardaría años en estrenar la lucha armada, cuyas consecuencias son muy de lamentar por todos y condenables, como bien se encargan de repetir algunos partidos.

Mucha retórica con lo del suelo ético, para luego mutilar la historia y situar a ETA en el origen del conflicto. Intentan borrar el contexto histórico por el que surgió ETA, que fue el franquismo, para seguir atacando a EH Bildu en las elecciones como el acreedor único de la violencia, intentando anatematizarlo por aquello de que no pidió perdón. ¿Es que lo han pedido los de UPN que no ocultan la borla requeté, el PP continuación de AP que con Fraga a la cabeza no aprobó la Constitución en el 78, incluso el PSOE que ensayó en los 80 el terrorismo de Estado más perverso en Europa? Hacen de ETA el deus ex machina de su particular relato para blanquear sus fechorías y fracasos y se olvidan del resto.

Nadie entendería que la nueva Ley de Víctimas que promete el Gobierno de Urkullu para el otoño no integre estos dos capítulos angulares en la historia de la violencia, la guerra y la dictadura franquistas. El decreto del Instituto de la Memoria sí las toma en cuenta. En ellas tuvo el conflicto vasco la máxima expresión de víctimas. La Ley de Amnistía de 1977 no puede impedir el rememorarlas. Habrá que revisarla a la luz de las doctrinas de Justicia Universal, o mejor abolirla en cuanto punto final de los crímenes franquistas de lesa humanidad.

Tras la muerte de Franco, bien se cuidó el régimen fascista de no abrir una transición democrática cabal. Instauró la monarquía, dictó presidencias y elecciones de traje azul y estableció una Constitución atenta al ruido de los sables. No depuró el estamento militar, ni el judicial, ni los aparatos de represión. Así ocurre que asistimos a una transición que sabemos cuándo empieza pero no cuándo termina. ¿Termina con la Constitución del 78? ¿Con la victoria del PSOE en el 82? ¿Con la entrada en la Comunidad Europea en el 86?

A ver si termina en 2015 con el fin del bipartidismo de PP y PSOE, que han explotado a conveniencia el régimen heredado del franquismo hasta reventarlo por la corrupción y los recortes, provocando la indignación general y la irrupción de los emergentes. La vieja Constitución hace aguas y los dos partidos bastiones del régimen tratan de salvar los muebles. Solo una reforma constitucional a fondo puede concluir la Transición. A ver si alguna vez podemos olvidar a Franco.