A la imagen de su propia voz inimitable
Los últimos segundos de “Voces”, el más reciente espectáculo de Sara Baras, fueron muy significativos. Habían pasado ya más de dos horas de cante y baile, en un crescendo de intensidad inagotable que hacia la última media hora hizo ya rozar el histrionismo a algunos de los músicos y bailaores. Llegados al número final, una espectacular bulería con el cuerpo de baile al completo, un golpe de efecto vino a coronarlo todo: se apagaron súbitamente las luces y seis focos, potentísimos, apuntaron directamente a Baras, sola en la corbata del escenario, de rodillas, con los brazos abiertos en un gesto de agradecimiento al público.
La imagen resumió a la perfección lo que es este “Voces”, en el que la bailaora gaditana rinde homenaje a las personalidades de grandes artistas del mundo del flamenco como Camarón, Enrique Morente, Paco de Lucía, Moraíto o Antonio Gades. Pero lo que se anuncia como homenaje no parece serlo tanto: aquí Camarón o Morente son básicamente una presencia testimonial, sus figuras se estampan sobre unos paneles y se les recuerda a través de fragmentos de entrevistas en las que hablan de la técnica, la emoción y la renovación del flamenco. Los genios están ahí, pero los focos apuntan exclusivamente a Sara Baras: hasta el último detalle del espectáculo gira en torno a su manera de entender el flamenco, de bailar y hacer música con su cuerpo, de su extraordinario talento para el zapateado. Un trabajo de pies que no es solo componente visual de su expresividad corporal, sino instrumento principal y base sobre la que se construye la música del espectáculo. Hasta los guitarristas y el saxofonista adoptaron formas percutivas de emitir el sonido para fundirse con los zapatos de Baras, en numerosos pasajes impactantes que eran todo un éxtasis del ruido.
A diferencia de otros espectáculos de la gaditana, con escenografía y coreografía más elaboradas, “Voces” es algo así como un tablao flamenco de lujo. En formato concierto se van sucediendo las seguirillas, tarantas, farrucas, tientos y soleás, siempre introduciendo componentes escénicos sencillos pero efectivos que enriquecen su desarrollo. Y aunque a veces se haga acompañar de su pareja José Serrano, Baras es extraordinariamente generosa, exponiéndose sin cesar en solitario, improvisando, arriesgando y dando lo mejor de sí misma para un público que nunca parecía saciarse de su arte inimitable.