Los exiliados, entre la vuelta del control fronterizo y la inacción de los Veintiocho
Los refugiados que llegan por miles a Europa siguen siendo víctimas de la inacción de la UE y del restablecimiento de los controles fronterizos. La división volvió a quedar patente en Bruselas, donde solo se ratificó el reparto de 40.000 exiliados en dos años y se dejó para más adelante la concreción de la distribución de 120.000 adicionales.
Alemania y el Estado francés adelantaron ayer que los ministros europeos de Interior han logrado un acuerdo político de mínimos para repartir en la Unión Europea a 160.000 refugiados en dos años, una cifra que incluye las dos medidas propuestas por Bruselas desde mayo para distribuir a 40.000 y a 120.000 personas. El cambio de actitud de la canciller alemana, Angela Merkel, que unas horas antes de la reunión decidió imponer controles fronterizos «temporales» a los refugiados, agravando la crisis migratoria, no sirvió como medida de presión para forzar un acuerdo.
Sin embargo, los ministros comunitarios de Interior, cuya división volvió a quedar patente tras horas de reunión, solo ratificaron formalmente la primera de las medias para el reparto voluntario pactado en julio de 40.000 personas, mientras que fueron incapaces de acordar la distribución de los 120.0000 adicionales, decisión que pospusieron para la cumbre prevista para el próximo 8 de octubre. Además de Hungría, Dinamarca y Gran Bretaña –por no pertenecer al espacio Schengen– no participaran en ese primer reparto, como tampoco lo hará Austria.
Los países del este de Europa bloquearon cualquier acuerdo sobre cuotas obligatorias y fechas concretas, y el consenso solo fue posible en torno al control de fronteras y a la dotación de más medios a la agenda Frontex para la devolución de inmigrantes en situación irregular.
El titular alemán de Interior, Thomas de Maizière, que compareció con al francés, Bernard Cazeneuve, dijo que para Alemania una condición para aceptar ese acuerdo era que los demandantes de asilo que vayan a ser repartidos provengan de lo que llamaron «centros de registro», es decir, campos de concentración para el registro (identificación y toma de huellas dactilares), clasificación y distribución de esas personas. Cazeneuve indicó que su objetivo es que sirvan para «distinguir» a los refugiados políticos de los refugiados económicos.
Para eso, proponen la construcción de campos de concentración en Grecia e Italia –Hungría se niega–, en base a un «calendario concreto» acordado ayer. Según adelantó el titular alemán, por primera vez Grecia dijo estar dispuesta a establecer «uno o varios» de esos centros, en los que colaborará la agencia de la ONU para los refugiados, Acnur. Atenas recalcó que necesita «apoyo financiero».
También adelantó De Maizière que habrá un apoyo adicional a países en regiones de crisis y a Turquía, aunque de momento sin concretar una dotación económica, así como un respaldo a la creación de una lista de países de origen seguros, que incluya a todos los estados de los Balcanes, pero no a Turquía. «Sobre Turquía habrá que hablar más», afirmó De Maizière.
Los ministros de Interior también darán un «mandato claro» a la Comisión Europea para que cierre acuerdos con los países de origen acerca de la devolución de inmigrantes «sin papeles». Al respecto, el Estado francés pidió más medios para la agencia Frontex de forma que pueda llevar a cabo su retorno, sin que se haya concretado adonde serán repatriados e insistió en que se necesita un control de fronteras exteriores «fuerte y efectivo».
Más controles fronterizos
Precisamente ayer se extendieron por otros estados los controles fronterizos que Alemania impuso el domingo en su frontera con Austria suspendiendo «de facto», aunque sea de forma temporal, el tratado de Schengen.
Convertida hace dos semanas en la tierra prometida para la mayoría de los refugiados que llegan a Europa, Berlín defendió ayer su decisión de suspender la libre circulación de personas ante la «inacción» de la UE que ha llevado a Alemania al borde de su capacidad, según declaró el vicecanciller, el socialdemócrata Sigmar Gabriel.
Gabriel sostuvo que «el problema no es el número de refugiados, sino la velocidad con la que llegan» y auguró que su país podría tener que reubicar hasta un millón de solicitantes de asilo en 2015. Munich, adonde han llegado 63.000 refugiados en dos semanas, se encuentra al borde de la saturación.
No obstante, aseguró que el restablecimiento de controles no significa que Alemania cierre de sus fronteras a los solicitantes de asilo sino que pretende gestionar la situación de forma más ordenada.
La decisión de Merkel, que abogó por acoger sin límite a los refugiados sirios –lo que, según su homólogo húngaro, Viktor Orban, ha provocado un efecto llamada– junto a la avalancha de las últimas semanas que generó problemas logísticos suscitaron el descontento en sus propias filas. Pero las críticas, en el sentido contrario, arreciaron tras su súbito cambio de actitud, con el que no logró mover a los países del este de Europa en la reunión de ayer en Bruselas.
Después de Alemania, ayer Austria –que movilizó al Ejército– y Eslovaquia anunciaron el restablecimiento de los controles para hacer frente a la llegada masiva de refugiados, un paso que también se dispone a dar Países Bajos.
Y Hungría, donde anoche entró en vigor la nueva y más restrictiva legislación migratoria que declara delito el cruce «ilegal» al país, cerró ayer su frontera con Serbia y parte de su espacio aéreo y empezó a impedir la entrada de refugiados. Una especie de portón que solo se abrirá cuando tenga que pasar un convoy ferroviario cerró el último hueco en la valla alambrada por el que pasan las vías del tren que une Serbia y Hungría.
Por su parte, Acnur advirtió de que la confusión sobre las política fronterizas de cada país podría dejar a miles de refugiados en un «limbo legal» e instó a la UE a «poner orden».
Según la ONU, Hungría ha dejado de registrar a miles de personas que llegan desde Serbia y las está llevando directamente a la frontera con Austria.
Y en el país alpino la decisión alemana de controlar su frontera común empezó a notarse con la aglomeración de cerca de 10.000 de personas que esperaban subirse a autobuses o trenes hacia Alemania, adonde ya no pueden seguir con la rapidez de los últimos días. Los controles interrumpieron el tráfico ferroviario y causaron enormes atascos, de hasta 25 kilómetros, en las carreteras de los estados de Alta Austria y Salzburgo.
Confusión y desesperanza en un campamento en Hungría
Una gran confusión reinaba el domingo por la noche en el campo húngaro de refugiados de Röszke, cerca de la frontera serbia, por las informaciones procedentes de Alemania. Los trabajadores del Acnur acababan de conocer que Alemania había reintroducido los controles fronterizos y no sabían qué decir a los refugiados, inquietos por la continuación de su periplo.
«No quiero quedarme en Hungría. Tenemos miedo de vérnoslas con la Policía», decía, preocupado, Yusuf, un sirio de unos 20 años. «Si nos toman las huellas dactilares, ¿tenemos que regresar después aquí?», se preguntaba.
Un miembro del Acnur les explicaba que lo único seguro es que, por el momento, «nadie será enviado de vuelta a Serbia. Nadie quiere que ustedes se queden aquí».
Sin embargo, ante la avalancha de refugiados a Europa, nadie sabe qué pautas seguir. Técnicamente, deben registrarse en el país de entrada a la UE, donde deben seguir hasta que se trate su caso. Pero este reglamento no se ha aplicado en esta crisis.
Noruega y Países Bajos son los dos países más citados por los refugiados como su posible destino. Banghi Saddun, un kurdo que huyó de Kobane con la esperanza de terminar sus estudios de ingeniero, sueña con llegar a Gran Bretaña. «Me encantaría ir a Reino Unido, pero he oído que es muy complicado. Aún no he decidido [el destino], quizás sea Holanda», aseguraba.
Hungría registró el sábado un nuevo récord de llegada, 4.330 personas, según datos oficiales. Los refugiados cruzaron la frontera entre Serbia y Hungría antes de que una valla separe por completo a ambos países. Una única apertura, de entre 30 y 40 metros, se mantiene en esta valla reforzada por una alambrada.
«Tuvimos mucha suerte», estima Shadi Dalati, un hombre de 39 años que huyó junto a su esposa y a dos amigos de Raqa, bastión de Estado Islámico (ISIS) en Siria. «Como sabíamos que iban a cerrar la frontera, no nos hemos detenido desde que abandonamos Turquía hace una semana. Sólo dormimos en los autobuses», contaba.
Los desafortunados que no logren llegar a tiempo se verán obligados a rodear Hungría y pasar por Croacia o Rumanía.
«Hungría se ha convertido en un lugar de humillación y sufrimiento para estos solicitantes de asilo», lamenta Peter Bouckaert, de HRW. «Huyeron de su país en guerra. No es una valla lo que les hará dar la vuelta, y no podemos construir vallas alrededor de toda Europa», subraya.
En el campamento de refugiados, una mujer encogida y a punto de desmayarse es trasladada al hospital de campaña. Durante varias horas, llevó a su hija a su espalda.
Gracias a las donaciones procedentes de toda Europa, el campo funciona con ayuda sanitaria, ropa y alimentación. «La buena voluntad es inmensa y es bienvenida, pero cuando no está coordinada, ¡es un descontrol!», explica Babar Baloch, portavoz de Acnur, mientras señala montones de alimentos caducados, mantas sucias y ropa mojada, recuerdo de las lluvias torrenciales de la semana pasada.
Uno de los principales desafíos ha sido el de mantener a las familias reunidas. Una pareja, al borde de una crisis nerviosa, llora y grita el nombre de su hijo: «¡Ahmed, Ahmed!». Ambos se hallan a las puertas de la UE, pero volverán a Serbia, ya que su hijo se extravió por el camino y quieren encontrarlo.GARA