SEP. 16 2015 CRISIS DE LOS REFUGIADOS Un trayecto en zodiac al margen de los vetos europeos Los botes con refugiados sirios, iraquíes y afganos siguen llegando a las costas griegas. Ayer atracaron al menos 14. En lugares clave como la isla de Lesbos, los grupos de voluntarios son los que organizan la ayuda tras los momentos de euforia al pisar tierra. Alberto PRADILLA Lesbos Dónde está mi móvil?». Apenas han pasado cinco minutos desde que un pequeño bote neumático ha cruzado los siete kilómetros que separan Turquía de la isla de Lesbos (Grecia) y Mohamed, que a duras penas alcanza los 20 años, busca entre las piedras su teléfono. Entre la euforia y el caos de la llegada se le ha desprendido de la bolsa con la que lo protegía del agua y ahora no puede cumplir con su primer deber nada más pisar tierra: llamar a sus familiares. Junto a él otras 40 personas, la mayoría de ellas hombres, se reponen de la travesía y celebran el éxito. Es apenas una hora de camino. De hecho, ambas orillas se ven desde su opuesta. Sin embargo, el viaje implica más que los 7.000 metros a través del mar en una precaria embarcación. Es el primer paso de una larga marcha que comenzó en Siria, Irak o Afganistán y que todos los que la emprenden anhelan concluir en Europa. «Gracias, gracias, gracias», repite Mohamed. No acierta a decir nada más. Se quiebra, deja caer algunas lágrimas y sigue buscando su teléfono hasta que lo encuentra, desmontado pero todavía operativo. Todavía tiene por delante mucho camino pero ahora no quiere ni pensar en ello. Las noticias sobre el cierre de fronteras o la implantación de controles entre los estados europeos están presentes entre los refugiados. Pero eso no impide que se lancen al mar cada día. Solo ayer, al menos 14 embarcaciones arribaron a Lesbos, tanto por el norte como en la zona cercana al aeropuerto de Mytiline, la capital. Ellos tuvieron suerte. En Kos, otra isla, 26 exiliados se dejaron la vida tratando de alcanzar Europa. El éxodo no cesa. El momento de alcanzar la costa es una explosión de emociones. Mohamed lanza con furia su chaleco salvavidas contra el suelo, como queriendo arrancarse una parte muy pesada de sí mismo. A su alrededor, muchos se abrazan mientras intentan hacer acopio de todo el equipaje lo antes posible. Su posesiones más preciadas (papeles, dinero, teléfono) van en bolsas impermeables atadas al cuello. El resto, en mochilas que han intentado proteger del agua todo lo posible, aunque no siempre lo consigan. Mantas térmicas, agua y fruta Entre el grupo destaca Adnan, un pequeño de apenas un año que va pasando de uno a otro hasta que llega a brazos de su padre. Una joven llora, con gesto desencajado, tratando de reponerse sentada en las piedras. Otro chaval, jovencísimo, intenta encontrar un papel para poder secar su teléfono y contactar con su familia. Mientras, los voluntarios desplazados hasta el terreno, que no llevan el distintivo de ninguna organización, tratan de ordenar el momento, conscientes de que los recién llegados necesitan calma. La mayor parte de ellos ha pagado unos 1.200 euros para subirse a alguna de las precarias embarcaciones que diariamente llegan a Lesbos. Primero tienen que esconderse durante un par de días en la costa turca, evadir a los policías, que según cuentan están ahora más vigilantes, y saltar a la zodiac en cuanto los traficantes les dan el aviso. En el mar nadie lleva el timón, así que tienen que improvisar. «Hemos pasado mucho miedo. Nadie se encargaba de dirigir el motor y, como había olas, ha comenzado a entrar agua», explica Firas, que todavía no ha terminado de coger aliento. Este hombretón bigotudo intenta mantener la calma mientras se abraza a dos amigos. «Gracias a dios», repiten los tres, como si aún no fuesen verdaderamente conscientes haber llegado. No es difícil detectar las barcas que diariamente zarpan desde Turquía hacia las costas griegas. Tampoco saber en qué puntos atracan. Basta con seguir el interminable rastro de gomas negras, chalecos salvavidas naranjas y bolsas de basura que salpican las orillas. Están por todo el norte de la isla, en sus playas pedregosas, señalando el lugar que tiene que alcanzar el próximo bote. La zodiac que transporta a Mohamed pisa la costa poco antes de las 11 de la mañana. Lo que en un principio era un punto anaranjado va tomando forma a medida que se acerca a la playa. Allí, un grupo de voluntarios aguarda a los exiliados con un kit de primeros auxilios: mantas térmicas (escasas, así que se reparten entre mujeres y niños), botellas de agua y algo de fruta. «Thank you», responden, con gesto eufórico, los recién llegados. En realidad no son los primeros en tomar tierra. Minutos antes, otra zodiac había encallado en la costa. Sus ocupantes, exhaustos pero sonrientes, haciendo el gesto de la victoria, emprenden a pie la marcha. Durante mucho tiempo, los refugiados tenían problemas para completar los 70 kilómetros que separan el extremo norte de Lesbos con Mytiline, donde se registran para poder llegar a Atenas. Sin facilidades para tomar un vehículo y con el riesgo de que cualquier indeseable pudiese aprovecharse de su precariedad, no era difícil verles haciendo la gran caminata. Ayer, sin embargo, se habían organizado autobuses. Toda una mejora. «Miedo a la guerra, no al futuro» Ya más calmados, las referencias a las próximas etapas son inevitables. Todos saben que habrá problemas a lo largo del trayecto y se indignan cuando hablan de Hungría. No han puesto un pie en aquel país, pero ya saben que no son bien recibidos. Sin embargo, no tienen ninguna duda sobre su decisión. «Tengo miedo de morir, de la guerra, no de lo que pueda encontrarme en el futuro», afirma Haidar, un iraquí de 23 años que, como otros compatriotas, asegura ser sirio para tener más facilidades a la hora de lograr papeles. Aunque esa es otra historia. «Espero que me acepten en Alemania», insiste, remarcando que su objetivo es trabajar y, sobre todo, «vivir tranquilo». «Quiero ir a Suecia. En mi país hay guerra y no hay trabajo. ¿Qué futuro me espera ahí?». Zeyad es originario de Hama, 200 kilómetros al norte de Damasco. No quiere dar más detalles sobre sí mismo. La lógica desconfianza es uno de los comunes denominadores de todos los refugiados. Miden cada palabra propia y controlan las de sus compañeros. Por lo que dejan atrás y por las posibles consecuencias en los destinos. Saben que no se pueden fiar. Los recelos hacia Hungría y la incertidumbre ante unas condiciones cambiantes marcan las conversaciones. Por ahora, el próximo paso es tomar el ferry de camino a Atenas. Después de alcanzar la costa europea ya les queda menos. AL menos 26 ahogados al intentar alcanzar la isla de kos Al menos 26 refugiados, entre ellos cuatro niños y once mujeres, fallecieron ayer en el mar Egeo al hundirse dos embarcaciones en las que intentaban alcanzar la isla griega de Kos, según varios medios turcos. Un barco de madera de 20 metros de eslora, que partió de la ciudad turca de Datça (en la provincia de Mugla) en dirección a Kos, naufragó hacia las 5.00 de la mañana (hora de Euskal Herria), cuando estaba ya en aguas internacionales. Cinco embarcaciones de la guardia costera acudieron al lugar y rescataron a 211 personas, así como los cuerpos sin vida de cuatro menores y veinte adultos. Unas horas antes, otros dos refugiados, ambos de nacionalidad siria, murieron al hundirse la lancha neumática con la que intentaban llegar a suelo griego en aguas turcas cercanas a Seferihisar, en la provincia de Izmir, también en la costa del mar Egeo. Once personas pudieron ser rescatadas. Cientos de refugiados trataban ayer de cruzar por tierra de Turquía a Grecia para evitar así la peligrosa ruta marítima para entrar en territorio heleno.GARA Alemania pide penalizar a los países «insolidarios» con los refugiados Alemania instó a la Unión Europea a considerar la imposición de multas a los países que rechacen asumir su parte de demandantes de asilo, en un momento en el que la llegada de refugiados no da muestras de reducirse pese a los nuevos controles fronterizos y legislaciones restrictivas como la húngara. En base a esta ayer fueron procesados 45 refugiados acusados de entrar ilegalmente en el país y dañar la valla, por lo que se enfrentan a hasta cinco años de cárcel. En una velada amenaza que generó una airada respuesta de los países del este de Europa, el ministro alemán de Interior, Thomas de Maizi´&bs;ère, recordó que son precisamente esos países que reciben grandes cantidades de los fondos estructurales. Tras el fracaso de la víspera de los ministros comunitarios de romper el punto muerto sobre la responsabilidad compartida de aceptar a los cientos de miles de solicitantes de asilo que llegan a Europa, De Maizière, consideró necesario comenzar a hablar de «medidas de presión» contra quienes se niegan a ese reparto equitativo. Después de admitir que «estamos lejos de una cuota de reparto permanente», se sumó a la propuesta del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, quien se refirió a la posibilidad de responder a estos países con un recorte de los medios que reciben de los fondos estructurales comunitarios. Alemania y Austria demandaron ayuda al no poder hacer atender a la cantidad de refugiados que están recibiendo y exigieron una cumbre extraordinaria la próxima semana. Criticaron que se intente dejar todo el peso de la situación sobre los países de destino de la inmensa mayoría: Alemania, Austria y Suecia. La Presidencia de turno de la UE, que ocupa Luxemburgo, ha convocado un nuevo Consejo de ministros de Interior el día 22 en busca un acuerdo sobre el reparto de 120.000 personas con necesidad de protección internacional, mientra tratará de seguir acercando posturas entre los Veintiocho. La UE vive un momento crítico en el que se juega su credibilidad internacional después de que sus miembros hayan demostrado ser incapaces de superar su división interna y afrontar esta crisis.GARA 1.200 EUROS Los refugiados suelen pagar unos 1.200 euros para realizar un tránsito de entre siete y diez kilómetros para llegar a la isla de Lesbos. Lo hacen sin patrón en el bote y en condiciones precarias. VOLUNTARIOS Los voluntarios cumplen una función fundamental. Reciben a los refugiados nada más poner en pie en tierra, les acompañan a los campos y les asesoran en el papeleo antes de emprender la marcha.