DESDE SIRIA Y GAZA A DONOSTIA: VIDAS MARCADAS POR LA GUERRA
Sami al-Hajin y Siham Hamad, madre de tres niños, uno de ellos recién nacido, acaban de llegar a Donostia. Sus vidas están marcadas por la ocupación israelí y la guerra en Siria. Su única esperanza es la solidaridad. Su único deseo, «vivir en paz» y lejos de las bombas.
Sami al-Hajin es palestino e ingeniero geólogo de profesión. Tiene 49 años y proviene del campo de refugiados de Jabalia, en la Franja de Gaza, donde residen sus ocho hijos, de edades comprendidas entre los 26 y 7 años. Tanques israelíes destrozaron su vivienda en agosto de 2002. En el ataque murieron su hermana y tres sobrinos. Él mismo resultó herido en la pierna derecha.
A través del paso de Rafah, llegó a Egipto y de ahí se dirigió en avión a Marruecos, donde vivió cinco años «sin papeles y sin ningún derecho» pese a tener la tarjeta de refugiado que le expidió la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA). «Al haber viajado con un visado falso, me denegaron los papeles y el asilo político que pedí. Y al no tener seguridad social, no podía acceder a los servicios sanitarios marroquíes ni tratarme la herida en la pierna. El coste del tratamiento en Marruecos equivalía a 2.000 euros. Todos mis trabajos fueron en el mercado negro, con la Policía marroquí siempre detrás. De nada me sirvió la tarjeta de la UNRWA, ni para regularizar mi situación ni para que me concedieran el asilo», relata a GARA con la ayuda de un traductor.
Tras pagar a unos traficantes cerca de 500 euros, consiguió entrar en Ceuta. Estuvo tres meses en el centro de internamiento para inmigrantes. Al cabo de este tiempo, fue trasladado a Madrid, donde permaneció una semana en un centro de acogida. Allí conoció a Siham Hamad, una joven siria de 22 años con tres menores a su cargo, uno de ellos de tan solo dos semanas de edad.
El periplo de Al-Hajin siguió en Córdoba. «Me dijeron que estaría ahí seis meses. ¿Y después qué? ¿Volver al punto de partida? En Córdoba no veía futuro de nada, así que opté por venir a Donostia por mi cuenta. Contacté con la comunidad palestina en Euskal Herria –agrupada desde el verano pasado en la asociación Watan– y, ante la precaria situación de Siham en Madrid, la animé a venirse con sus hijos, porque siempre hemos oído de la solidaridad de la sociedad vasca hacia los palestinos», afirma, mientras Siham da el biberón a su bebé. Aunque ella tiene la nacionalidad siria, sus padres son palestinos. Vivía en Damasco, cerca del devastado campo de refugiados palestinos de Yarmuk. «Cada quince metros había un puesto de control, bombardeos continuos, los gases me impedían respirar... la vida allí era imposible. Mi marido desapareció. Lo busqué durante mes y medio hasta que me dijeron que estaba preso en una cárcel del régimen... Decidí huir de Siria». Lo hizo a finales de noviembre de 2011 con su primer hijo y embarazada. Su segundo hijo, que en febrero cumplirá cuatro años, nació en Marruecos. Su nacimiento solo consta en un documento que le facilitaron en el hospital, pero no está registrado y, por tanto, carece de nacionalidad. Es uno de los diez millones de niños apátridas que ACNUR contabilizó en 2015. «Ningún niño debería ser apátrida. Todos deberían pertenecer a algún sitio», remarcó en la presentación del informe el alto comisionado de la ONU para los Refugiados.
En Marruecos supo de la muerte de su marido en prisión. Hamad intentó entonces rehacer su vida casándose con un ciudadano marroquí, pero el matrimonio fracasó y se quedó en la calle sola, con sus dos hijos y el tercero en camino, que nació en el Hospital La Paz de Madrid. «Durante mes y medio dormí en la calle embarazada y con mis dos hijos a las puertas de la verja de Melilla hasta que un funcionario hizo la vista gorda y me dejó entrar. Yo no pido nada para mí. Mi futuro ya está perdido. Solo quiero que mis hijos tengan un futuro», afirma con voz pausada esta joven madre de 22 años.
Si nadie lo remedia, mañana tendrá que abandonar el albergue municipal de acogida social «inmediata o de urgencia» Abegi Etxea de Donostia, donde se aloja desde que llegó en autobús a la capital donostiarra el 31 de diciembre. Saim al-Hajin tiene de plazo hasta el próximo día 11 para dejarlo. Ese día tiene cita en la comisaría de la Policía española para tramitar la petición de asilo político.
«Apelamos a todos aquellos que, a raíz de la muerte del niño Aylan, expresaron su deseo de acoger a los refugiados sirios o, al menos, de ayudarlos, a que se solidaricen con Sami y Siham, porque los refugiados ya están aquí, están entre nosotros», subraya Fadi Hassan, miembro de Watan. Critica la gestión burocrática de organismos encargados de ayudar a los refugiados, que «incluso llegaron a coaccionar a Siham para que se quedase en un piso de acogida de Madrid compartido con otros hombres y que no reunía las condiciones necesarias para ella y sus hijos».
«Hemos llegado en busca de paz y de seguridad. Esperamos poder encontrarlas aquí, en Donostia», manifiestan Sami y Siham.