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El negocio de la hemodiálisis


Comienzo presentándome: mi nombre es Alesander Elosegi Mendizabal y he sido nefrólogo del Hospital Donostia hasta la fecha de mi jubilación anticipada.

Desde hace mucho tiempo, a nivel del estado español, se da el hecho de que un cierto número, más o menos importante, de pacientes a cargo de la Seguridad Social que siguen tratamiento de hemodiálisis son remitidos a centros privados para seguir dicho tratamiento. La razón que se da, probablemente muy discutible, es que a la Seguridad Social le resulta más económico dializar a dichos pacientes en centros privados que en centros de la red pública; este argumento tiene un valor dudoso, y lo que queda claro es que el nefrólogo titular de dicho centro privado obtiene pingües beneficios económicos de dicha situación. Por otro lado, y este es un tema muy serio, es muy frecuente que dicho nefrólogo titular del centro de diálisis privado sea asimismo el jefe de servicio de nefrología del hospital de referencia de la Seguridad Social; ello crea un conflicto de intereses, moralmente inaceptable, que lleva a situaciones en las que el jefe de servicio no está interesado en favorecer el aumento del número de plazas de diálisis en su hospital de la Seguridad Social, y ello por motivos económicos personales.

Esta situación se ha dado en concreto durante muchos años a nivel de Gipuzkoa, permitida/alentada por el antiguo Instituto Nacional de la Salud y, posteriormente, por Osakidetza.

Además de lo antes comentado, hay que insistir en el hecho, importantísimo, de que la calidad de la asistencia a los pacientes de hemodiálisis es peor que la que se puede ofrecer en un hospital de la Seguridad Social; en el caso concreto de Gipuzkoa, se ha dado el caso de que algunos médicos subcontratados en algunos de dichos centros concertados, médicos a menudo remunerados de forma muy deficiente, no estaban de forma clara capacitados para ejercer dicho puesto de trabajo.

Hace aproximadamente 15 años, por un descenso transitorio de la demanda de plazas de hemodiálisis, Osakidetza planteó retirar uno de los tunos de diálisis, o del Hospital Donostia, o de uno de los centro concertados; se hizo un simulacro de referéndum dentro del servicio de nefrología del hospital para decidir qué turno retirar; teniendo en cuenta que el jefe de servicio de entonces era el titular del puesto de diálisis en el centro concertado en cuestión y que una buena parte de los nefrólogos del hospital habían trabajado o trabajaban entonces en centros concertados, el resultado era claro y fue el de suprimir uno de los turnos de diálisis de nuestro hospital.

Yo fui el único médico que se opuso y lo hice por cuatro razones que, por falta de espacio, no puedo concretar aquí. A raíz de todo ello, y con el agravante de la difusión de una insidia injuriosa contra mi persona de carácter muy grave y que no creo que merezca la pena detallar ahora, empecé a ser un marginado dentro de nefrología; se nombró para la sucesión de la jefatura del servicio a cierta persona, que no se había opuesto a los intereses del anterior jefe, con el presumible acuerdo de dicho jefe y de la Dirección Médica del hospital (se supone que también con el de Osakidetza), cuando había personal más veterano y, sobre todo, más cualificado; con el cambio de jefatura se mantuvieron errores asistenciales que ya venían de antes; los denuncié repetidas veces, no obteniendo ningún tipo de respuesta (curiosamente el más significativo de dichos errores parece que se subsanó justo en el momento en que yo dejé el servicio, por lo que cabe pensar que había habido previamente una actitud de mantener el principio de autoridad, en contra de toda justificación, mientras yo estuviese presente). En resumen, sufrí de forma mantenida un trato de mobbing perfectamente estructurado, con ataques totalmente injustificados a mi forma de trabajar y con actitud de ignorar completamente mi labor en el servicio.

Por todo lo referido, ruego a quién competa una vigilancia extrema en la gestión de las diálisis extra-hospitalarias, para limitarlas únicamente a los casos en que no haya plazas hospitalarias disponibles; asimismo, insisto en la necesidad de que los nefrólogos del hospital no pueden ser los mismos que los que llevan las diálisis de los centros concertados; por último, es absolutamente necesario un control adecuado del nivel asistencial en dichos centros, con un personal nefrológico preparado.

Con todo ello, podremos garantizar una mejor calidad asistencial a nuestros pacientes, evitaremos situaciones cercanas a las prácticas corruptas por parte del personal médico y evitaremos, asimismo el sufrimiento personal que algunos hemos tenido que padecer. Con esta carta, no pretendo ir contra nadie, solo quiero que se eviten situaciones como las comentadas.