JUL. 03 2016 Interview MORENA SOLEDAD HERRERA Y ROSALINA TUYUC ACTIVISTAS DE DERECHOS HUMANOS EN EL SALVADOR Y GUATEMALA «No nos limitamos a denunciar las violencias; planteamos soluciones» Morena Soledad Herrera y Rosalina Tuyuc, activistas por los derechos humanos y de la mujer, han viajado a Donostia desde El Salvador y Guatemala, respectivamente, para exponer el papel de las mujeres en la construcción de la paz tras conflictos armados. Last update: SEP. 06 2016 - 18:56h Ainara LERTXUNDI DONOSTIA Morena Soledad Herrera fue guerrillera en El Salvador. El padre y el marido de Rosalina Tuyuc, exdiputada e indígena guatemalteca, fueron detenidos y desaparecidos. Ambas conocen las huellas que dejan los conflictos armados y, por ello, alzan sus voces contra el olvido y, sobre todo, por un «nunca más». Han visitado Euskal Herria para exponer su experiencia en la construcción de la paz. «Las mujeres somos las que más sufrimos la pobreza, el desempleo, el trabajo forzado, la esclavitud laboral o la violencia sexual. Para luchar contra todas esas manifestaciones, es muy importante la participación de las mujeres y que tengamos incidencia sobre las políticas públicas y los medios de comunicación, porque estos juegan un papel fundamental en la promoción de los derechos individuales y colectivos. No nos limitamos a denunciar, planteamos soluciones a las problemáticas políticas, económicas, culturales y sociales. Buscamos justicia para que nunca más vuelvan a violar nuestros derechos», subraya Tuyuc en entrevista con GARA. Una de esas violencias, la sexual, ha marcado los conflictos recientes en Guatemala, El Salvador y Colombia, países en los que el cuerpo de la mujer ha sido una arma de guerra más. Herrera asegura que ello está ligado a «la forma en la que están estructuradas nuestras sociedades, en las que, por la desigualdad entre hombres y mujeres, estas pasan a ser patrimonio de uno de los bandos. Los procesos de paz pueden ser oportunidades para establecer otras formas de convivencia en la sociedad, con menos subordinación de las mujeres hacia los hombres y menos desigualdad entre géneros». «La mayoría de víctimas directas en nuestros conflictos fueron hombres, mientras que las mujeres somos mayoría entre los supervivientes. En El Salvador, según el informe presentado por la comisión de la verdad, muchas más mujeres que hombres afectados por el conflicto lograron sobrevivir, por lo que el peso emocional sobre ellas ha sido mayor», sostiene Herrera. «En nuestras sociedades han quedado profundas heridas que se deben de reparar a través de procesos de sanación, que implican no solo terapias individuales, sino también trabajos colectivos. Creo que, por el papel que se nos asigna a las mujeres de mayor permisividad para la sensibilidad y la emotividad, tenemos la oportunidad de impulsar procesos de cuidado emocional que ayuden a reparar a las víctimas. En El Salvador, impulsamos procesos de duelo y enterramiento simbólicos como una forma de reparación». Esclavitud doméstica y sexual Herrera incide en que las mujeres desempeñan «un rol importante en la transmisión de la memoria colectiva. Lo ocurrido no se olvida, pero se imponen capas de cemento y toneladas de silencio para que no se hable de ello. Y esos procesos sin resolver resurgen de manera más dolorosa», advierte. Tuyuc sufrió en carne propia la doctrina de «tierra arrasada» del Ejército guatemalteco. A día de hoy, sigue sin saber dónde fue enterrado su padre. Solo sabe por testimonios de campesinos detenidos junto a él que lo mantuvieron con vida tres días. «Es cierto que muchas de las mujeres que sobrevivimos a estos genocidios nos quedamos muy lastimadas, pero no nos quedamos a esperar la muerte. Con nuestros propios medios empezamos a superar el trauma, el miedo y el terror. Ese mismo dolor nos enseñó a vivir y a mirar al futuro. En Guatemala, entre 60.000 y 70.000 mujeres fueron víctimas de violencia sexual y de esclavitud doméstica. Muchas de estas mujeres fueron obligadas a cocinar para los militares, a lavarles la ropa, a llevarles alimentos a cambio de darles información sobre el paradero del esposo, aunque los militares jamás admitieron responsabilidad en ello. Esta situación de esclavitud se prolongó durante décadas, mientras hubo un destacamento militar en las comunidades. Por medio de esa presión lograban dominar la mente de las mujeres para que se sintieran propiedad de los militares, quienes por medio de esa lógica perversa buscaban evitar la procreación de las comunidades indígenas». «La violencia sexual fue un delito continuado que incluso fue perpetrado contra niñas y madres embarazadas, pero, principalmente, fue contra señoritas y adolescentes. Antes de llevarse secuestrado al padre, violaban ante sus ojos a sus hijas, así estas fueran niñas. Esto marcó profundamente a las mujeres. Las pocas que logramos superar todas esas formas de violencia, ya no nos decimos víctimas, sino que nos erigimos en protagonistas de los procesos de construcción de paz, así como de la lucha por la justicia y por un ‘nunca más’. No pedimos venganza, sino que se cumplan las leyes y se respete la vida para que ni nuestras hijas ni nuestras nietas sufran algo así». Celebra que cuatro organizaciones de mujeres hayan logrado que se condene a sus agresores. «Veinte años después de la firma de la paz, hay una conciencia social sobre nuestros derechos; hay un empoderamiento para denunciar. Durante la guerra jamás se denunció la violencia intrafamiliar; sin embargo, ahora muchas mujeres la denuncian. En cualquier sociedad hay un sistema de machismo, ver a las mujeres como sujetos sin derecho. En todo tipo de sociedades es necesario que las mujeres tengan oportunidades de vida y seamos respetadas tal y como somos». Oposición y total rechazo «La experiencia en El Salvador nos mostró que hubo comunidades que obligaron a las mujeres excombatientes a retomar el papel tradicional asignado a la mujer y a que cerraran con un paréntesis su paso por la guerrilla. Las guerrilleras propusimos a la dirección del FMLN la apertura de una reflexión sobre el papel que habíamos jugado tantos hombres como mujeres y la necesidad de aprovechar esa experiencia en otros ámbitos de la vida, por ejemplo, en materia de derechos reproductivos y sexuales. Durante el conflicto, las mujeres gozamos de más libertades en algunos aspectos. Pedimos debatir sobre cómo impedir que esas libertades acabaran siendo un mero paréntesis y sobre cómo convertirlas en una oportunidad para crear sociedades más progresistas, con modelos de vida más abiertos. No tuvimos una respuesta satisfactoria por parte de la dirigencia del FMLN», recuerda Herrera. Preguntada sobre cómo ve el proceso con las FARC-EP y la subcomisión de género creada en la mesa de conversaciones de La Habana, espera que «las colombianas, con la amplia experiencia en Guatemala, El Salvador y otras sociedades, tengan espacios para reflexionar sobre lo que ha significado para ellas la guerra, que es una situación límite». «Tanto el Gobierno como la guerrilla deben asegurar medidas que faciliten los procesos de reencuentro de las mujeres guerrilleras con sus familias, la reconstrucción de los tejidos afectivos con sus hijos y que esa experiencia que les colocó en un papel no tradicional, porque ser guerrillera no es el mandato, sirva de base para establecer nuevas formas de participación donde se reconozca el protagonismo de las mujeres». Desde su experiencia, sostiene que, ya en ausencia de conflicto armado, «debemos aprender a vivir de distinta forma, porque en el contexto de la guerra se crean otros códigos de comportamiento, más en clave conspirativa, de falta de confianza, de mirar al otro como si fuera un enemigo. Es necesario aprender a superar eso, pero no se consigue vía decreto, sino de mucha reflexión». «Nunca nos damos por vencidas. Seguimos buscando a nuestros familiares y esperamos algún día obtener una respuesta sobre su paradero. Nuestros muertos tuvieron nombre y apellido y una historia de vida; por ello queremos desenterrar la verdad. La verdad hará libres a nuestros muertos y a nosotros mismos», exclama Tuyuc. «La paz en nuestros países no tiene una única receta, tan solo podemos aprender de las buenas experiencias para poder caminar hacia el futuro. Cada país y momento tiene su historia y oportunidades», concluye. REPARACIÓN «Impulsamos procesos de duelo y enterramientos simbólicos como forma de reparación» REENCUENTRO «El Gobierno y las FARC-EP deben asegurar medidas que faciliten el reencuentro de las guerrilleras con sus familias y la reconstrucción de los tejidos afectivos con sus hijos» NUEVA VIDA «Debemos aprender a vivir de distinta forma. En la guerra se crean códigos de comportamiento en clave conspirativa, de desconfianza, de mirar al otro como a un enemigo» VERDAD «Nuestros muertos tuvieron nombre y apellido; por ello queremos desenterrar la verdad» PROTAGONISTAS «Las pocas que logramos superar todas esas formas de violencia, ya no nos vemos como víctimas, sino que nos erigimos en protagonistas de los procesos de construcción de paz y de la lucha por un ‘nunca más’» CONCIENCIA «Veinte años después de la firma de la paz, hay una conciencia social sobre nuestros derechos»