GARA Euskal Herriko egunkaria
iruñeko sanferminak

La txistorra


Zinegotzi vs Karabinagre

 

Tradición sí, pero baja en grasa

Por el cuto divino! ¿Cuándo será posible combinar tradición con modernidad en el almuerzo sanferminero? Porque tengo que confesar que me gusta la txistorra, pero procuro alejarme de ella como de un guiri con chancletas y botella de sangría en la tarde del 5 de julio. Y no porque sea un milindris, sino por una simple cuestión de salud, que es lo primero.

Ya sé que en sanfermines todo vale desde el punto de vista gastronómico y se pueden mezclar txurras con merinas sin miramientos. Pero tampoco vamos a caer en la anarquía y el caos más absoluto. Y más cuando el colesterol está rondando a la vuelta de la esquina, como Hacienda.

Porque tampoco se trata de terminar con 400 de colesterol en sangre y que el médico te mire perplejo por ser capaces de caminar por la faz de la tierra sin habernos extinguido como los dinosaurios. Con mantenerlo a 200 a base de comer pericas y renegar del embutido, bastante tenemos. Y tampoco vamos a dilapidar en nueve días el trabajo de los 356 restantes.

Eso sí, desde esta tribuna animo con fervor a los maestros carniceros a que consigan una txistorra baja en grasa que nos permita almorzar a dos carrillos sin que nos pese la conciencia ni la tripa. ¡Sí se puede!

 

¡Que sin colesterol no sabe a nada!

Por los sabrosos andares del marrano! ¿Txistorra baja en grasa? Hasta ahí podíamos llegar, porque un manjar de esas características, sin una buena ración de colesterol, es que no sabe a nada. Es como un huevo sin yema ni clara. O como el chuletón de la época de las vacas locas, que sin su prión incrustado en el huesico no tenía ni gusto ni ná.

Cómo me gusta coger un trozo de txistorra medio kiskorriada, trincharla y luego sentir cómo al morderla, sale el caldo rojizo, de un color tan sanferminero, que deja un reguero en la comisura del labio como si fuéramos un Conde Drácula foral. Ese regusto que (¡ojo al término chorra!) marida tan bien con unos huevos fritos, unas patatas y demás delicatessen que llenan los platos sanfermineros.

De ponerle un pero, serían los eructos que algunas veces provoca durante una digestión peleona, que vamos dejando un tufo que tumba. Aunque tampoco viene mal para espantar cansos que siempre surgen en el horizonte festivo.

A mí lo único que me preocupa es que se siga usando carne magra para prepararla. Que, por favor, a los artesanos no les dé por adulterar algo tan rico para hacer un mejunje más “modenno” y que le metan bien de grasa. Diossss, ¡qué cosa más buena!