Saber inglés, para ser español
Pensaban que mataban un pueblo destruyendo su lengua», afirmaba Victor Moreno hace unos días en su artículo. ¿A caso no es así? ¿Donde están las decenas y decenas de pueblos indígenas con lengua propia de América Latina o de África que existían antes de la llegada de los colonizadores europeos? Y es que los colonizadores de ayer –y de hoy–, no se limitan a prohibir el uso de las lenguas autóctonas, sino que sobre todo imponían la suya. De hecho, ninguna ex-colonia se ha quedado muda, sino que casi todas han terminado adoptando y convirtiendo en lenguas oficiales de sus estados independientes, las lenguas propias de sus colonizadores. “Lingüística y colonialismo”. L. J. Calvet. Los conquistadores sabían muy bien, y el tiempo les ha dado la razón, que a través de la colonización lingüística, perennizaban la colonización económica incluso después de la independencia de las colonias.
Por lo tanto, el problema fundamental no reside tanto en el papel de la lengua en la identidad del “yo” individual, sino en la identidad del “nosotros” colectivo, del “gu” euskaldun. Es verdad que las lenguas no unifican o predeterminan conductas, pensamientos e incluso sentimientos personales, pero si indudablemente concretan concepciones y realidades concretas colectivas, sociales o comunitarias de las que los hablan, porque las lenguas nunca van solas sino siempre fuertemente acompañadas.
Por ejemplo, ¿qué pasa cuando en un territorio, especialmente en un estado, se habla más de una lengua, situación, por lo demás, más habitual en el planeta? Que la mayoría habla y vive en la lengua mayoritaria, la minoría intenta vivir en la otra lengua y algunos –pueden ser muchos o pocos, en función del estado del proceso de substitución lingüística– saben hablar las dos lenguas, pero normalmente viven sobre todo en una de ellas. ¿Pero esa elección es libre y depende de las características lingüísticas de las lenguas utilizadas? Nunca jamás. Que se lo pregunten a la ciudadanía de Euskal Herria que, dependiendo del lugar de residencia, puede vivir oficialmente solo en castellano, solo en francés, en algunos sitios en euskara y castellano, pero en ningún sitio en francés y euskara, o solo en euskara. Evidentemente, todo esto no es una cuestión lingüística, pero si es una cuestión de lo que acompaña a las lenguas, que nunca van solas.
Por todo ello, afirmamos que efectivamente, y por supuesto, los conflictos que se producen en situación de diglosia –generalizada en todo el planeta–, se derivan del hecho de hablar o intentar vivir en una lengua distinta a la dominante. Existen personas bilingües o plurilingües, pero no existen comunidades bilingües o multilingües. Las situaciones sociales, son situaciones siempre diglósicas, desequilibradas por definición, entre las lenguas en contacto. Existen estados donde residen comunidades lingüísticas diferenciadas y personas monolingües o multilingües. Lo raro es encontrar estados unilingües, como Portugal. Y, lo imposible es encontrar comunidades bilingües compuestas exclusivamente de personas bilingües que viven en las dos lenguas en situación de equilibrio. Como nos decía W. Mackey, si dos lenguas fueran iguales en todos sus aspectos, cosa que nunca sucede, una de ellas sobraría.
Por lo tanto, en mi opinión, dependiendo de la situación, el factor lingüístico si es determinante a pesar de que, tal y como señala Victor Moreno, en México y en España hablen todos español, pero unos se sienten españoles y otros mexicanos. Nos deberíamos preguntar, ¿Por qué pasa eso? ¿No será que el factor lingüístico no es determinante cuando el proceso de substitución lingüística haya sido culminado y aniquilado una de las dos lenguas? Y ese no es el caso del euskara ni de los euskaldunes. UNESCO señala que en este siglo van a desaparecer miles de lenguas de las 6.000 catalogadas. Solo a partir de entonces será intrascendente el factor lingüístico.
Es verdad que personalmente no somos distintos porque hablemos lenguas diferentes, pero quizás colectivamente si somos diferentes por lo que acompaña a cada una de ellas.
Para ser español, no sé si es suficiente saber inglés, pero independientemente de lo que diga la Constitución española, que lo decidan los españoles. Para ser vasco, hasta 1959, fecha del nacimiento de ETA, se debía de tener por lo menos los ocho primeros apellidos vascos y ser católico... Desde entonces, decidimos que para ser vasco hay que primero, desearlo, la nacionalidad no se impone; segundo, trabajar en Euskal Herria, en las mejores condiciones posibles; y, tercero, saber y vivir en euskara, y si es necesario, aprenderlo, para lo que hay que dar oportunidades reales y gratuitas. El euskara, es nuestra lengua junto con lo que lo que la acompaña: Euskal Herria. “Herria da gorputza, hizkuntza bihotza” decía Xalbador.