Un digno sucesor del gran maestro del clave
Debe de ser una faena que a uno lo presenten como heredero del legendario Gustav Leonhardt, clavecinista inmenso y una de las figuras fundamentales en el resurgimiento de la música antigua desde la década de 1960. Benjamin Alard, que fue alumno suyo, debe enfrentarse con cada nuevo recital a este sambenito que alguien le colgó un día, el de ser el sucesor de Leonhardt, y como consecuencia no solo tiene que probarse a sí mismo como músico, también tiene que superar las comparaciones con el clavecinista más famoso de todos los tiempos. Pero las cosas como son: Alard sale airoso de ese examen.
Alard es un apasionado de la música de Bach, tiene grabada su integral para clave y desde 2007 organiza un ciclo temático dedicado al alemán en la iglesia parisina de la que es organista. Bach volvió a vertebrar su actuación en la Quincena Musical y aunque comenzó con ciertos despistes, debido a unos pasos de página mal previstos que le hicieron parar el pulso de la interpretación, pronto se centró y demostró una autoridad plena en su forma de abordar el complejo reto de la música bachiana para teclado. A medio camino entre lo intelectual y lo gimnástico, expuso de forma cristalina los densos contrapuntos de la “Fuga sobre un tema de Corelli”, pero también dio rienda suelta a un virtuosismo muy bien contrapesado –en el clave no se puede incurrir en ciertos excesos– en los dos ‘Allegro’ de la “Sonata en re menor” o en el ‘Presto’ final del “Concierto italiano”. Entre las cinco obras de Bach introdujo tres sonatas de Domenico Scarlatti, muy bien tocadas aunque algo serias, sin ese punto de espíritu lúdico que sienta tan bien a estas piezas de brillantez italiana, plagadas de imitaciones y juegos de manos.