Mikel Chamizo
QUINCENA MUSICAL

El violinista más guay que ha triunfado en Arantzazu

Creo que fue en 1998 cuando Ara Malikian actuó por primera vez en la Quincena Musical, tocando las dificilísimas sonatas para violín solo de Eugène Ysaÿe ante un puñado de personas en el Ciclo de Música Contemporánea –en aquel entonces Ciclo de Música del Siglo XX–. El violinista libanés ha regresado al festival en varias ocasiones, las más recientes con un espectáculo infantil en torno a “Las cuatro estaciones” de Vivaldi, en 2009, y una colaboración con Kepa Junkera en 2012. Pero en los últimos años la popularidad de Malikian ha despegado tanto que el jueves aterrizó en Arantzazu ya como una estrella, con su propio grupo y temas escritos por él mismo, además de adaptaciones de autores clásicos como Sarasate, Falla o Bach, y modernos como Led Zeppelin, David Bowie o Radiohead.

¿Qué puede decir un crítico de música clásica sobre este espectáculo? La fórmula que ha ido refinando Malikian en los últimos quince años –así se llama su espectáculo, “15”– es tan efectiva que difícilmente se puede señalar algo que no funcione. El formato no es el de un recital clásico sino es el de un concierto de rock, con instrumentos amplificados, así que las sutilidades técnicas y tímbricas de la interpretación pierden importancia ante la actitud y energía que Malikian y sus músicos saben desatar sobre el escenario. Cómo es capaz Malikian de tocar con tal virtuosismo el violín mientras brinca-brinca, salta-salta y realizar piruetas, es un misterio para mí.

Los arreglos de los temas son siempre efectivos: a las obras clásicas les añade una sutil capa de percusión rítmica; en los temas propios y adaptaciones modernas despliega el virtuosismo violinístico de la escuela clásica e introduce guiños áquí y allá, al “Concierto para violín” de Sibelius o a la música de Mendelssohn, y vierte su conocimiento de la música folclórica armenia, judía y española. Aunque la propuesta se mantiene en el ámbito del pop, la música es sólida y con múltiples capas de significado.

Solo cabría plantearse a dónde pretende llegar Malikian por este camino. Afirma querer popularizar el repertorio clásico, pero las versiones que presenta ya han dejado de ser música clásica. Todo el espectáculo gira en torno a su persona, a su forma de tocar, de saltar, de ser y de pensar –se pasó casi una hora hablando–. La música pasó a un segundo plano, pero esto no pareció importarle demasiado al público, que ovacionó en pie a Malikian durante minutos.