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IKUSMIRA

Cuando campo y árbitro los elige el equipo rival


Supongamos que el último Mundial de fútbol que ganó España, en el año 2010, y en el que se impuso 1-0 a Holanda, en lugar de disputarse en un campo neutral, como Sudáfrica, se jugase en Amsterdam, y el árbitro, en vez de ser el británico Howard Webb, fuese, por ejemplo, el holandés Björn Kuipers. Seguro que el resultado no hubiera sido el mismo. Es más, los españoles, con toda la razón del mundo, no hubieran admitido jugar en esas condiciones.

Pues bien. Es lo que está ocurriendo en todas las disputas que enfrentan a vascos y catalanes con los españoles. Ahí tenemos los innumerables recursos del Gobierno español contra las leyes aprobadas democráticamente en las instituciones vascas (parlamentos autonómicos y juntas generales) en cuestiones como vivienda, trabajo, educación, sanidad o fiscalidad. O las más recientes trabas a la libre elección de los candidatos electorales. O las amenazas contra la convocatoria de referéndum por la independencia en Catalunya. En todos estos casos, el árbitro que debe dirimir la disputa resulta ser siempre el Tribunal Constitucional.

Y resulta patético ver lo serios que se ponen los españoles cuando piden a vascos y catalanes que respeten «las reglas del juego». Claro, ¿qué reglas del juego? Las suyas, ¿verdad?

Si esta situación resulta ya de por sí escandalosa, no lo es menos la naturalidad con la que muchos, también aquí, dan por hecho que sea un juez de parte el que decida sobre esas disputas. Pero, ¿todavía hay alguien que cree que el partido no está amañado?