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KANPAINA

Lo fácil y lo difícil


Seis veces reiteraron la misma pregunta a Larrion en el debate de la segunda cadena de ETB. La hizo la representante del PSE, la repitió el del PP y la introdujo, una y otra vez, como insistente letanía, el candidato del PNV: ¿Es tan difícil decir que matar estuvo mal? Quien no vio el debate que añada al tono propio de Urkullu un breve time-lap entre palabra y palabra, una modulación suave y eclesiástica y podrá hacerse una idea bastante ajustada: ¿Es (...) tan (...) difícil (...) decir (...) que (...) matar (...) estuvo (...) mal? 

Qué quieren que les diga. Larrion respondió pero, al parecer, no como quería el resto. Por razón de su cargo, no considero saludable que el lehendakari se quede con la pregunta adherida al bolsillo interno del chaleco, así que, si sirve de algo, le diré que la respuesta a esa pregunta es no.

No es tan difícil; de hecho, es muy fácil. En realidad, construir la frase adecuada, diseñar un enunciado al gusto requerido, ofrece poca, muy poca, dificultad.  

Decir que matar está mal no es tan difícil como pretende el lehendakari; es un principio ético universal que debería valer en cualquier momento, lugar y situación. Por la misma razón, tampoco debería ser difícil reconocer que está mal emplear los recursos y las instituciones de un Estado para ejercer violencia (incluso matar y torturar) con fines políticos, con el agravante, además, de la impunidad. Tal vez sea ese el meollo de la cuestión: exigir un pronunciamiento restrictivo que sirva a sus demandantes para blanquear otras responsabilidades como si nunca hubieran existido. O difuminar las que siguen existiendo hasta el día de hoy.

Por lo general, lo difícil acostumbra a situarse en una esfera lejana a declaraciones y pronunciamientos. En esa esfera todavía flota el tablero al que se atornillaron esfuerzos y riesgos para superar la espiral de violencia en la que estábamos –recuérdelo– hace no tanto tiempo. No olvide que hacerlo ha supuesto la detención y la cárcel para quienes lo propiciaron y que Arnaldo Otegi es hoy inelegible por ello. Hay –lo sabe usted– cosas mucho más difíciles que responder a una pregunta ya prevista. Yo, por si acaso, ya le he respondido. Y, sin más cuestiones, le pediría que dedique sus esfuerzos a que finalice bien la partida del tablero. Yo se lo agradeceré.