La galería de retratos reales del Ayuntamiento de Pamplona
Hace pocos días se celebró en Pamplona el 593 aniversario del transcendental Privilegio de la Unión, y con tal motivo se instaló una pequeña exposición en el zaguán de la Casa Consistorial. En los preparativos de dicha muestra, se vio la necesidad imperiosa de proceder al adecentamiento de algunos ámbitos del propio edificio. Concretamente, se decidió repintar las paredes y techos del propio zaguán y de la escalera noble, muy sucios y ennegrecidos, así como retirar las alfombras, que estaban deterioradas y mostraban desgaste y agujeros en muchas partes, así como pulir y abrillantar la escalera de mármol. Además, y en atención a su deficiente estado, se decidió también adecentar y lijar y barnizar los suelos de las salas de Prensa y Comisiones. Y ello se hizo por un elemental sentido de responsabilidad hacia el edificio y hacia nuestro común patrimonio, toda vez que, según nos informaron trabajadoras con muchos años de servicio en la casa, no se recordaba cuándo se habían llevado a cabo por última vez labores de mantenimiento.
Paralelamente, desde alcaldía se solicitó a los técnicos de patrimonio y artes plásticas del Ayuntamiento que elaboraran una propuesta de redecoración del edificio, ya que se juzgaba que la decoración existente era de mediocre calidad artística y escaso valor a nivel de significado. Se pedía que las piezas propuestas aportaran valor histórico y/o artístico, y que favorecieran la comprensión del edificio y del contexto histórico en el que surgió, así como una lectura histórica de la propia ciudad.
De manera casi inmediata, el principal partido de la oposición salió a los medios a denunciar que se iban a realizar «obras» en el edificio, y proclamando que el inmueble estaba catalogado y protegido, cuando era muy evidente que los trabajos se correspondían a un mero adecentamiento (pintura y suelos), en modo alguno a obras estructurales, y que por tanto no afectaban a la protección del edificio. Y esto teniendo además en cuenta que los niveles de protección establecidos no afectan al mobiliario ni a los elementos de decoración. Pero es que, además, se dio la paradójica circunstancia de que, cuando se retiró la alfombra de las escaleras, se pudo comprobar que, tras su última limpieza, esta había sido fijada a los peldaños mediante cientos de taladros, realizados en las piezas de mármol. Ha sido preciso taponar uno por uno y reparar en la medida de lo posible los agujeros efectuados, para poder soslayar en parte siquiera el deterioro causado en una escalera noble que, en este caso sí, era y es objeto de catalogación y protección.
Aclarada la naturaleza de los trabajos, el debate se centró en los elementos de decoración que han sido ahora retirados. El zaguán estaba presidido por un escudo de la familia Borbón, realizado en madera y procedente del Consejo Real. Un elemento que, queremos recordar, se encuentra duplicado en el edificio, puesto que hay una réplica exacta y a tamaño real en el Salón de Plenos. Allí puede ver quien quiera el escudo de la familia Borbón, donde figuran las armas de Castilla, León, Granada, Aragón y Navarra (por derecho de conquista), junto a las de Francia, Brabante, Sicilia o Portugal, escudos que nada tienen que ver con Navarra ni con Pamplona, pero que evidentemente sí figuran en el escudo familiar de los Borbones.
En cuanto a la escalera noble de la Casa Consistorial, estaba ocupada por una galería de retratos reales de la monarquía española, fundamentalmente de las dinastías de Austria y Borbón, y realizada en el siglo XVIII por el pintor Diego Díaz del Valle. A pesar de las precipitadas manifestaciones de los concejales de UPN, clamando por el gran valor artístico de las obras, lo cierto es que se trata de un pintor de segunda fila, en cuya mediocre obra esta galería ocupa además uno de los lugares de menor calidad artística. Son retratos caricaturescos, que carecen de volumen y de corrección en el trazo, que fueron realizados a partir de estampas, grabados y otros modelos intermedios, y que no han oído hablar de aspectos tales como el estudio de calidades o la profundidad psicológica. Son, si se me permite la expresión, meras máscaras, seriadas, rígidas e inexpresivas, obras de taller impropias de figurar en la escalera noble de la Casa Consistorial.
Y lo cierto es que, mientras UPN decía preocuparse por el patrimonio de la ciudad, estas obras eran cuidadosamente retiradas por técnicos especialistas en gestión de obras de arte, que las embalaron con manos expertas y la llevaron a un almacén donde su conservación está perfectamente garantizada. Y he aquí una nueva y sangrante paradoja, puesto que prácticamente la misma semana en la que UPN clamaba por el patrimonio de la ciudad, se conoció la aparición, en una bajera municipal, de los restos arqueológicos procedentes de la excavación de la plaza de San Francisco. Mucho mejor hubiera sido para esta ciudad que nuestros predecesores se hubiesen preocupado por velar para que dichos restos no hubieran estado durante los últimos 24 años deteriorándose, de manera irreversible, en una húmeda bajera.
En conclusión, podemos asegurar sin ningún género de dudas que la galería de retratos reales del Ayuntamiento de Pamplona no reúne ni la calidad artística ni los elementos de significado apropiados para presidir un espacio público en la Pamplona del siglo XXI. Por ello, debidamente manipulados y embalados, permanecerán donde se garantice su conservación a futuro, como patrimonio municipal que son. Y de esos mismos almacenes municipales los técnicos rescatarán otros elementos de decoración, que favorezcan la comprensión histórica de la ciudad, y que subrayen en lo posible la importancia de este edificio como símbolo de unión para una Iruñea abierta, plural, diversa y moderna.