NOV. 03 2016 IKUSMIRA Votos satisfechos Pablo Ruiz de Aretxabaleta Periodista Hace unos días me preguntaba mi hija cómo es posible que la gente en EEUU pueda votar por Donald Trump, una pregunta a la que muchos han respondido con la referencia al hartazgo de la clase trabajadora blanca más desfavorecida, la despectivamente calificada como white trash. Creo, en cambio, que la base del éxito del magnate no es tanto el desencanto de los estadounidenses empobrecidos como el interés de las clases satisfechas unidas a un creciente racismo, una base común al triunfo electoral de Viktor Orban en Hungría o Javier Maroto en Gasteiz. El economista John K. Galbraith explicaba hace años cómo los afortunados económicamente son la mayoría de los que realmente votan. Esa mayoría electoral satisfecha incluye no solo a millonarios sino también a ciudadanos con salarios que necesitan ser complementados con dobles empleos. No excluye que esa mayoría satisfecha pueda expresar su ira cuando perciben una amenaza a su bienestar, generalmente desde el Estado (impuestos) o desde los que creen que tienen menos méritos (inmigrantes), a los que culpan de impedirles satisfacer sus necesidades. Su conciencia es a corto plazo. Los impuestos son para hoy, los beneficios del gasto público para un futuro difuso. Excluida la subclase de la participación electoral, las victorias electorales en EEUU van ligadas a una fuerte oposición a los impuestos. Y en política exterior, a la preferencia por guerras breves, cómodas, victoriosas y baratas. En el caso de Trump, este interés compensa sus disparates machistas o elusión de impuestos, además de beneficiarse de una generalizada hostilidad a Hillary Clinton.