DEC. 16 2016 IKUSMIRA Adiós Donostia, adiós Amaia Ereñaga Periodista Henry David Thoreau (1817-1862), el filósofo norteamericano y el padre del ecologismo, decía aquello de que «el tiempo no es sino la corriente en la que estoy pescando». Él lo tenía fácil, le gustaba pescar. A mí, no; aunque entiendo lo que quería decir. La corriente a la que me voy a referir es Donostia2016, esa capitalidad europea que ha suscitado una relación de amor-odio tan-tan del país que podría servir de ejemplo de lo que no hay que hacer en lo político y temporal: empezamos remando juntos, todo alegría y buen rollito –en público, en privado era otra cosa–, para pasar por peligrosas zonas de rápidos y descensos sin remos, algún accidente –un topetazo con los puentes en la inauguración, por ejemplo–, estancamientos incomprensibles, zancadillas a tutiplén, timoneles al agua, algún salvavidas en plan paracaidista y la embarcación a punto de zozobrar varias veces. Y la tripulación original remando agónica. Todo esto a la vez que entrábamos en un agujero negro que ha estirado el tiempo como un chicle, porque, si doce meses tiene un año, el de Donostia como capital cultural ha alcanzado un récord: ha durado del orden de sesenta meses, desde su proclamación en mayo de 2011. Muy donostiarra, porque aquí las Quincenas duran un mes. No diré que echaré de menos la capitalidad, pero alejarse del foco sirve también para darse cuenta de todo lo que con ella hemos aprendido, e incluso descubierto, de los otros y de nosotros mismos. Será parte de su legado. Además, sé pronunciar bien Wroclaw, que no es moco de pavo.